Por Bruno Ribeiro
Claudia Aboaf trabaja acá con el siniestro; el abismo que cuando surge en las familias viene en forma de dientes blancos de luz reveladora y caníbales.
Investigación
1- Dos hermanas opuestas, criadas de manera totalmente distintas por sus padres. Dieciocho años viviendo en la misma casa y nunca sintieron ser parte de la misma familia: la sangre puede ser una maldición también.
2- ¿Cómo reconstruir el odio irracional?
3- Juana y Andrea son sinécdoques de la devastación familiar.
4- La autora en el libro muestra la etimología de los nombres de las hermanas: “Andrea derivaba de andros, “varón fuerte, valiente”. […] Juana significaba en hebreo “gracias de Dios””.
5- Andrea siempre con el padre: Andrea, la chica sin pelos largos. Con pies grandes. Hombrecito. Juana siempre con la madre actriz. Juana linda. Juana en un mundo de mentiras, palcos e invasores enmascarados.
6-“La envidia se desarrolló en la creencia de que la otra hermana se había llevado la mejor parte y eso las volvió rivales.” Padres que construyen tableros de biología negra; un partido donde el fin está en lo real que nunca fue verbalizado.
7- “Al verse sola ante el espejo, se puso seria: le pareció inútil tener una hermana.” ¿Cuál de ellas pensó eso? No hay diferencia. La inutilidad en el vínculo sanguíneo pertenece a las dos, y es esa lejanía familiar que las une en un rito de perturbación constante; “las hermanas crecieron a contra-turno”.
8- Barthes dice que la lengua es fascista, pues ella nos obliga a decir, a hablar, haciendo las relaciones opresivas. Sólo hay libertad fuera del lenguaje, pero lamentablemente tenemos la necesidad de expresarnos. La obligación. Las hermanas, en un momento de epifanía, encuentran ese “lenguaje familiar” que estaba escondido hace años, que ellas lograron esconder del fascismo de la lengua. Y como todas las epifanías – cuando las hermanas deciden expresar el pasado – sus síntomas son impactantes. Una vez que el lenguaje actúa no hay retorno. Una vez dicho, para siempre dicho. Es en eso que reside el poder fascista de la lengua.
9- La esquiva del lenguaje se llama literatura. La manipulación en busca de un efecto estético. Aboaf logra esquivar de ella y encuentra un efecto de gesto mínimo, pero fatal.
10- Eduardo, el jardinero enano. El extraño. Aquel que crea miedos primitivos en Juana. El que no pertenece a ese mundo de familias lejanas de sus propias existencias. ¿O pertenece?
11- “Durante todos esos años Juana se había esforzado y convencido de que ya no arrastrara consigo esa noche. Que esa boca no se había adueñado de un espacio en su memoria.” En ese momento, un punto de giro surge en la novela. Un personaje lejano en la historia entra en ella como un virus. El terror crece y la tensión entre las hermanas llega a una conclusión como dos paredes que cierran entre sí. Esa red de traumas en la trama es agonizante, y la autora nos deja agonizar cada vez más, sin gritos, pero con silencios y metáforas duras y llenas de miradas siniestras. Un registro del oscuro.
12- Jorge, macho, marido de Andrea. El silencio en forma de músculos torpes y totalitarismo. Violencia en los movimientos. Arrogancia en la mirada. El miedo materializado.
13- Eduardo y Jorge son traumas. Pasados, eternos en forma de fantasmas presentes, tan presentes que se olvidan de partir.
14- “[…] que la confusión los desmorone.” O entonces, que la confusión sea la esperanza para una unión familiar. Una ecuación de la reconstitución. Que la confusión de ellas sea la salvación de una vida de sombras y nieblas negras.
15- “Ignoraban que el enojo entre ellas provenía de la naturaleza. Como si ser iguales hubiese sido su destino y un cuchillo las hubiera separado, dejando partes distintas a cada una.”
16- ¿Todo lo que no se nombra no existe? ¿O existe en un espacio de incertidumbre?
17- La novela de Aboaf tiene una respiración peculiar; un ritmo raro, un trabajo con la lengua preciso, donde las dimensiones existenciales de las hermanas son llevadas hasta el extremo. Juntas, ellas encuentran una causa común a la existencia de ellas como hermanas. Un pacto nacido por los dolores del siniestro. Pichonas, con su poesía rara en el texto, logra crear una psicología brutal y al mismo tiempo discreta en sus personajes, llevándonos a lugares que normalmente no queremos llegar, pero que hace parte de nosotros; es real como una luz blanca de revelación, pero también, de destrucción.
Pichonas (2014)
Autora: Claudia Aboaf
Editorial: Notanpüan
Género: novela