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Reseña #812- Con el oxígeno que queda

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Por Pablo Potenza

De pronto, Carlos Battilana detiene la marcha creativa, observa el tiempo transcurrido y regresa hasta el origen. Considera el valor de su obra escrita y decide rescatarla. Compone entonces este volumen como testimonio de una trayectoria que ya lleva veintiséis años (1992-2018) y nueve libros. Pero Ramitas no es un cierre, porque no es su poesía completa; por el contrario, la poesía reunida constituye una pausa que abre el camino. Plantar este mojón, como una encrucijada, es también una crisis que empuja hacia el abismo del futuro: ¿continuar la voz poética que ya le reconocemos, o desviarse para explorar algo nuevo? Battilana se ha construido su propio desafío, mientras también hace eso que tanto parece necesitar: en la pausa, respira.

La respiración atraviesa toda su poesía. Ese proceso del cuerpo se aborda para desarticular su mecanicidad y hacer conciente lo inconciente, es decir, la propia vida, un flujo que está pero podría no estar. Por eso al aire se lo constata: “Con el oxígeno que queda / haré un círculo perfecto”, o se lo persigue: “recogemos oxígeno / de donde sea”; y a la respiración se la reconoce, como el límite donde todo acaba: “y no tengo, lo sé, / escapatoria / no puedo ni podré respirar”, o el límite donde todo nace: “respiran, no dejan de respirar, / reconocen en el aire, / frontalmente, / no la última / sino la primera oportunidad”.

Respirar, en fin, es un ritmo, que del cuerpo pasa al lenguaje y entonces al poema. Los poemas de Battilana se definen por cómo respiran, y lo hacen de forma diversa, aunque siguen dos grandes patrones: aquellos que mantienen un ritmo estable y aquellos que lo quiebran.

Los primeros se expresan de forma horizontal, llegan a la prosa poética, y en su continuidad remiten a esas plegarias que el poeta suele elevar. Porque, ¿qué es una plegaria sino un murmullo que se repite, un canto que termina para volver a comenzar, e invoca por su combinación rítmica y sonora antes que por su contenido? Dos títulos de El lado ciego (2005) reponen ese clima –“Letanía” y “Trance”–, en tanto “Aguas de la memoria” recalca la circularidad: “Se reduce el aire al mínimo y el sol apenas calienta. Comienza otro día”. También su variante, “Sitio de la memoria” –de Narración (2013), su otro libro de prosa poética–, señala ese círculo: “Hacia ese sitio de la memoria vuelvo los ojos, una y otra vez”; mientras “Oración” –del mismo libro–, además de tener un nombre explícito, expresa el procedimiento: “mis palabras carecen de fuerza, de longitud, no son más que transporte de aire en el aire”. El vacío de la lengua que aquí se señala no es un vacío del lenguaje: en la materialidad de las palabras (Materia (2010) se llama otro de sus libros), en ese aire que transportan, circulan el tiempo y la repetición que llenan de sentido la plegaria, el poema. Se trata, finalmente, de una espera, tal como reza el final de “Primeros planos”: “mis palabras tardan en ser verdaderas”.

Los poemas que quiebran el ritmo y siguen el otro patrón, también quiebran el verso y narran en forma vertical. Operación recurrente en el resto de sus libros, Battilana la lleva al extremo en Velocidad crucero (2014), donde la descomposición en unidades cada vez más pequeñas llega hasta dejar los vocablos aislados. Como una línea que muestra sus puntos y sus huecos, en el hiato entre las palabras también circula el aire y se respira. De la interrupción del ritmo emerge el pulso que oscila entre los polos de un péndulo: si se quiebra, nunca detiene los pasos que marca. Verticalmente, entonces, en un fragmento del octavo poema de este libro, Battilana, el autoproclamado “poeta del tenis”, saca: “Miro /”; devuelve: “tras la ventana /”; inspira: “la propiedad /”; expira: “de lo quieto. /”; ataca: “Eso /”; se defiende: “me ha acompañado /”; avanza: “demasiado /”; retrocede: “tiempo. Lo que se detiene /”; rubatea: “espesamente. Pero /”; da un paso: “este jardín /”; y otro: “apenas /”; el péndulo golpea: “crece /”; el pulso señala: “delante de mí /”; sístole: “y me ha demostrado /”; diástole: “que la quietud /”; adelanta: “razona /”; recupera: “se mueve /”; sigue hasta terminar: “a su manera”.

Narrar el movimiento de lo quieto es el objetivo. Y Battilana lo logra cuando le da espesor al pulso que sostiene cada palabra. Aquí no hay automatismo, ni descuido, ni espontaneidad, sino administración y control, del ritmo, del aire, de las fuerzas que cruzan las vidas y convierten lo cotidiano en una trinchera. Esbozo que está en “El dulce porvenir”, de Un western del frío (2015): “yo aún / el poeta de la familia / el poeta que / literalmente / ha administrado la energía / el poeta del tenis / estoy cambiando a mi hijo / interminable / en el baño / posterior de la casa / y le digo / ‘te amo te amo’ / y barro / bajo los signos y los hábitos / de antiguos mecanismos / la ropa la basura y me muevo / –ya ciego– / entre escombros de fuego”.

La poesía entonces, no está en el malditismo, como ya insinuaba aquel que se quedaba solo en “Sucede”, su primer poema, de 1992: “Sucede / que / mis amigos / han desaparecido / por una insensata entrega / a un / turbulento / domingo. / Aunque había brisa / e incluso / un sol remotísimo”. La poesía de Battilana, en cambio, como afirma su último poema, “Hojas marrones”, de 2018, es registro del vértigo de la quietud y del contenido de lo transparente: “respiro el aire transparente / escucho el zumbar de las moscas / sostengo la estructura de este minuto, pronuncio / como una fiesta breve / esta plegaria / que la vorágine / disolverá, / felizmente / en alguna noche”. Esta disolución es lo que, en realidad, al disolverse, permanece o, para decirlo con un adjetivo caro al poeta, se vuelve interminable, y se transforma en poesía.

Ramitas es un libro que habría que leer del mismo modo que se escuchaban los viejos LP, dándolo vuelta una y otra vez, para que, como una plegaria, vaya develando lentamente todos sus sentidos. En última instancia, solo así podremos replicar su preventiva lectura –“al día siguiente me pondrían anestesia general / pero yo ya había leído a Vallejo / por si acaso.”– y también decir que, por las dudas, y por si acaso, hemos leído a Battilana.  

 

Ramitas. Poesía reunida (1992-2018)

Autor: Carlos Battilana

Editorial: Caleta Olivia

Género: poesía

 

Complemento circunstancial musical:

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