Por Analía Pinto
De tanto en tanto, un libro nos sorprende.
De tanto en tanto, un poemario nos propone algo diferente, pone otro menú sobre la mesa.
De tanto en tanto, aparece una rara avis, un animal distinto, un poeta que apuesta a otra cosa. Y gana.
De tanto en tanto, la poesía se enamora de una voz y le regala su maravillosa melopeya. Cuando eso sucede, no se puede más que saludar y celebrar el acontecimiento, tan desacostumbrado como la luna gigante de esta noche, por ejemplo.
Antonio Bux y su poemario El hombre comido es este bello animal extraño que llegó a mí y me sorprendió tan gratamente. Todo es extraño y desacostumbrado en El hombre comido: el poemario se abre con una advertencia del propio autor, quien nos cuenta que ha escrito estos poemas con su “español restringido” y que luego los tradujo a su idioma natal, el italiano; en esa misma advertencia, nos dice que estos poemas intentan “representar al hombre contemporáneo como una especie de ser perpetuamente hambriento, que termina por comerse a sí mismo porque no le queda otra alternativa”; el poemario se divide en tres partes y todos los poemas presentan su versión en castellano y en italiano, lo que brinda una musicalidad inusitada, al comparar, por ejemplo, cómo suena el mismo verso en nuestra lengua y en la del Dante; algunos de los poemas de la última parte traen notas al pie, que explican algunas de las peculiaridades de los animales citados en ellos, como el cangrejo ladrón (Birgus latro); finalmente, el poemario termina con un texto de Agustín Calvo Galán, titulado “Los poetas se mueren de hambre”, verdad incontestable desde que el mundo es mundo. Todas estas rarezas y cosas “desacostumbradas” en un poemario hacen de El hombre comido algo distinto, algo que se destaca en un océano muchas veces superpoblado de más-o-menos-siempre-lo-mismo.
Todos tenemos hambre, principalmente los poetas. Todos tenemos una sed inextinguible, sea de ilusiones, como Rubén Darío, o de infinito, o de trascendencia, o de Dios, o de amor, o de cualquier cosa, incluso de pan. Todos tenemos un ansia indestructible de algo que nunca sabemos bien qué es y que cada cual llena como puede, pero ese pozo negro del alma no se llena nunca. Llenamos quizás, erróneamente, el del cuerpo, pero tampoco se calma y terminamos, o terminaremos, comiéndonos a nosotros mismos, como sostiene Bux. Su poemario es un paseo entre las piedras y los caminos de ese hombre contemporáneo y hambriento, que le hace decir cosas como “Sólo cultivo la soledad de los deseos”, o “El tiempo es una larga venganza / que corre contra sí misma / dejándonos parados”, o “Esto / es el fracaso: uno solo frente a todo, quejándose de sí mismo”.
Los poemas “El hombre comido”, “El llamadero”, “Teoría del soplo” y “Argentina mi soledad” son grandes momentos de ese largo poema-serpiente que se fagocita a sí mismo, ouroboros verbal que siempre es, fue y será la misma poesía.
El hombre comido (2016)
Autor: Antonio Bux
Editorial: Años Luz
Género: poesía