Por Juanci Laborda Claverie
La Cuarta Dimensión del Signo de Esteban Castromán es un libro que trata sobre muchas cosas. Por un lado, nos encontraremos con la aventura liviana y súper entretenida de un profesor universitario que se transforma en Liam Neeson y comienza a cortar cabezas a manera de venganza (tranquilo lector, no hay mafias albanesas en la trama), pero porotro lado habla de una aplicación práctica de la Semiótica en los tiempos del reinado digital.
Hablemos entonces de las dimensiones conocidas del signo para adentrarnos en la teoría que propone Castromán a través de su protagonista, un profesor universitario de Semiótica. Aunque se peca de obvio, nunca está de más recordar la definición de signo: la unidad mínima de sentido, que por sí mismo carece de significación alguna. La tridimensionalidad del signo fue una teoría de Charles Sanders Peirce. La primera dimensión se trata del Significado: representación mental o idea del objeto. La segunda dimensión es el Significante: la convención sonora o gráfica para referirse al objeto. Y la tercera dimensión es el Referente: objeto real al que se alude. La cuarta dimensión, según el protagonista, se trata de la memoria sensorial, ya que se activan varios registros a la vez.
¿cuál es la diferencia en el nivel de satisfacción que sienten entre una masturbación mientras ven porno en la web y un ejercicio de sexo real?
(Siempre vende más hablar de sexo, pero el mismo ejemplo aplica a cuando salivamos ante la publicidad de la hamburguesa)
Ahora, desconocido lector, quién no se ha preguntado hacia dónde va la memoria del hombre durante esta dictadura de lo binario. En la novela un grupo de cyber-terroristas tiene la respuesta:
…Creemos que existe una amenaza: el modus operandi de la política digital que reemplaza a la biopolítica del paradigma anterior. Un tráfico de cuerpos cuya estructura es simbólica y que hace con nosotros lo que quiere. Distintas interfaces, por ejemplo las redes sociales, persiguen un único objetivo: la homologación del imaginario colectivo. ¿Cómo? Mediante un método perverso que busca desactivar todo pensamiento autónomo, menospreciar lo singular, absorber lo diferente para devolver al mundo una versión regurgitada, visiones críticas de la realidad contaminadas por lógicas enfermizas como la bulimia y la anorexia del pensamiento. Nuestro desafío como grupo es intervenir el espacio virtual para volverlo anárquico, sin el control de los grandes capitales…
El profesor, aunque no desconoce los alcances de la vida digital, trata de desautorizarlos y ridiculizarlos mediante el argumento de que lo simbólico (lo digital) carece de una materialidad que le otorgue sentido.
Algunas páginas más adelante, mientras reflexionamos el alcance de lo material y de lo simbólico, estas dimensiones se mezclarán obligando al protagonista (y desde lo redundantemente simbólico también al lector) a tomar acciones concretas.
Desde lo puramente narrativo la novela está escrita a la perfección, Castromán dosifica el contenido y el espacio para la reflexión lectora con maestría a través de capítulos cortos.
Se trata de un libro que no dejará indiferente al lector, y de seguro al terminarlo perderemos menos tiempo en las redes sociales o viendo porno en internet y disfrutaremos más de cojer!
(Y no me rompan la paciencia, en Argentina cojemos con J y con un poster del Indio espiándonos desde una puerta del placard)
La cuarta dimensión del signo (2017)
Autor: Esteban Castromán
Editorial: Alto Pogo
Género: novela