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Reseña #111- El dragón Cave, al que le gusta crear

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Por Walter H. González

Nicholas “Nick” Edward Cave, Nick Cave (Warracknabeal, 1957), conocido por ser el líder de la banda de rock Nick Cave and the Bad Seeds, es, además de músico, novelista, guionista y a veces actor. Reconozco que hasta no tener en mis manos La canción de la bolsa para el mareo (Sexto Piso, 2015) apenas si sabía que el tipo era un cantante flacucho de mirada intensa y bigote eventual.

En 2014 los Bad Seeds hicieron una gira por 22 ciudades de Estados Unidos y Canadá. Eso se traduce —según leo e interpreto— en no sólo muchísimos vuelos, sino también en incontables horas muertas, esperas en el hotel, controles de seguridad, cafés horribles de aeropuerto, retrasos por tormenta, demoras en pista sin nada que hacer más que pensar y, eventualmente, escribir.

Quienes tenemos la suerte de viajar frecuentemente conocemos bien la sensación de tedio, el agobio pegajoso de esas esperas que son como un paréntesis en la vida: ni aquí ni allí, existencia suspendida, vida en tránsito hacia. Entonces sucede: metemos la mano en el bolsillo de tela que hay frente a nosotros, sacamos la revista de la aerolínea siempre un asco, no hay caso y dos minutos después la devolvemos a su lugar. Pero el aburrimiento continúa. Volvemos a meter la mano, más al fondo. Y ahí está: la crujiente bolsa de papel encerado, la sick bag. Aunque la mayoría de nosotros metamos chicles masticados, las cucharitas del café volador o alguna servilleta sucia, esas cosas están ahí para vomitarles adentro.

El 13 de Junio de 2014 Nick Cave agarró la sick bag que le había tocado en su vuelo de Air Canada y se puso a escribir: 13 Jun 2014. Nashville. Clousure is a numbness of memory… La canción de la bolsa del mareo comienza con las anotaciones de ese día: una anécdota vital, que implanta en el lector la certeza de que allí hay algo humano.

Un niño trepa a un montículo a la orilla de un río. Se mete en un puente de ferrocarril. Tiene doce años.

Se arrodilla, bajo un sol abrazador, y pega la oreja a la vía. La vía no vibra. No se acerca ningún tren desde la curva que hay al otro lado del río.

El niño empieza a correr por las vías. Llega hasta el centro del puente. Va hasta el borde y mira hacia abajo, al río cenagoso.

Este chico de las vías —a quien no es difícil identificar con Cave— reaparece en el libro, marcando un ritmo simbólico, junto con otras imágenes y personajes que también laten aquí y allí.

Cada capítulo es una bolsa. Cada bolsa es un vuelo. Cada vuelo es un hito en la gira de la banda. A la sick bag del 13 de junio le siguen otras 21 partes-bolsas-vuelos —Manchester, Louisville, Minneapolis, Vancouver, New York…—: poemas, pensamientos, listas, letras de canciones, pequeñas anécdotas, brevísimos relatos mundanos, una historia de amor condensada en los llamados de Cave a su esposa, un encuentro con Bob Dylan o algún cruce con Leonard Cohen. En definitiva: el caos. Pero un caos del que emerge, inclusive para quienes no tenemos una visión clara del individuo, un Nick Cave monolítico.

Son justamente ese caos y esa libertad, los principales valores del libro. En la escritura se da una contradicción extraña —bueno, tal vez no es tan extraña—: mientras que experimentar es trivial y no tiene otro coste que el tiempo vital del que escribe, suele haber entre los escritores un apego temeroso a las formas clásicas. Nick Cave, al menos en La canción…, ignoró por completo la forma. El resultado, caótico y vibrante, es contenido en estado puro.

En la bolsa del 30 de junio, Cave escribe una deliciosa lista de dragones chinos, los nueve hijos del Rey Dragón:

El dragón Chaofeng, al que le gustan los precipicios.

El dragón Pulao, al que le gusta llorar.

El dragón Qiuniu, al que le gusta la música.

El dragón Baxia, al que le gusta llevar objetos pesados.

El dragón Suanni, al que le gusta sentarse.

El dragón Chiwen, al que le gusta engullir.

El dragón Bi´an, al que le gustan los pleitos.

El dragón Bixi, al que le encanta la literatura.

El dragón Yazi, al que le gusta matar.

La edición de Sexto Piso es encantadora. Tapa dura, cubiertas de tela, un papel maravilloso y una impresión como hacía tiempo no veía. Cada capítulo incluye dos imágenes de la bolsa en cuestión, frente y reverso, donde puede verse parte de las anotaciones; es evidente que hay trabajo de escritura que no figura en las bolsas, pero allí está el germen.

La traducción es un tema aparte. Sin hilo narrativo y tratándose en muchos casos de pequeñas semillas filosóficas o poéticas, la misión del traductor —Mariano Peyrou— es especialmente compleja. Ya el título es un pequeño tormento idiomático: sick bag versus bolsa para el mareo… A pesar de todo, creo que el resultado es excelente, aunque en varias ocasiones sentí la necesidad de ver el original en inglés. Una edición bilingüe hubiera sido algo exquisito.

Para quien guste de Cave, este libro es obligatorio.

Para los demás, es una oportunidad para dejarse llevar por el pensamiento desordenado que emerge de un talento descomunal y, por qué no, para sumergirse en el luminoso capricho de los genios.

La canción de la bolsa para el mareo (2015)

Autor: Nick Cave

Editorial: Sexto Piso

Género: novela

http://thesickbagsong.com/

 

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