“todo lo que se pierde en la traducción es lo que me hace mujer, y es lo que no puedo mostrarte…”
Por Fedra Spinelli
Celo es eso, el animal con hambre, rondando, olfateando, Flor Codagnone pone su garra rockera en el inicio de la cacería con una dedicatoria entre sutil y guarra, reversionando a Jim Morrison, dedicando su libido a sus presas y los lectores: “Para los que encienden mi c[i]elo”.
Celo es una escena de cacería donde no se sabe si la que habla es presa o cazador, se nombran peces, grullas, nieve, bosque, y también carne, cuerpo, bocas, esófago, todo para ser comido.
Y también me recuerda una mítica escena griega: cuando la ninfa Dafne escapa a la persecución ardiente del dios Apolo. La metamorfosis de Ovidio narra la desesperación de Dafne por desaparecer, por esconderse, por mantenerse virgen, desea ser una más de las amazonas, la mujer sin hombre. Pero lo único que hace al correr es exponerse, el viento descorre el vestido y muestra sus formas, y Apolo la desea como nunca.
Desnuda y expuesta, es la manera en que a veces se puede sentir la voz que habla en el poema, donde su mayor miedo reside en la desaparición después de la consumación del deseo carnal. Por eso crea una serie de maquinaciones para velar y velarse, juega a exhibir pero se esconde, y así en el intento de escapar, lo que hace es seducir, mostrar sus curvas, sus partes y sus deseos.
Hay algo de lo imposible, de lo intraducible. La voz es ultrafemina, se entrega y se contrae. Esa voz se entrega pero duda de la palabra por eso calla y dice no poder hablar con la voz plena:
“todo lo que se pierde en la traducción
es lo que me hace mujer
y es lo que no puedo mostrarte…”
Más adelante:
“(una mujer no puede traducirse)”
Celo es un poema largo que puede leerse como se lee la respiración de un afiebrado, con alteraciones, con aire de más y aire de menos, es como un diario en segundos, en la curvatura de un cuerpo que gime y vuelve, y gime otra vez.
Es el diario de un cuerpo, de un cuerpo de mujer, podría ser mi diario. Debo confesar la primera vez que lo leí me perturbó saber que alguien contaba un adentro profundo con acordes. Parece que va diciéndole al mundo todo lo que hacemos las mujeres cuando nos entregamos o ardemos o intentamos amar, o solo podemos tocar el borde de algo cercano al amor, nuestro celo, disparado al vacío- desaparecer, perderse, abandonarse, huir, huir, cuando estamos cerca de la fuente y el hombre de oro.
Celo (2014)
Autora: Flor Codagnone
Editorial: Pánico el Pánico
Género: poesía