Por Josefina Fonseca
Con eso tan antiguo que no se puede determinar su comienzo, y que late, en un presente permanente hecho de ecos remotos, es con lo que Diego Colomba construye los poemas de Inmemorial (Baltasara Editoria, 2015). Y advierte, en su epígrafe de Pavese: “Nuestra niñez, el resorte de todos nuestros estupores, no es lo que fuimos sino lo que somos desde siempre (…) Aquí recordar no es moverse en el tiempo, sino salir de él”.
La poesía de Colomba asombra en su austeridad. O mejor: alumbra. Como estacas talladas con pericia de artesano, los poemas abren espacios fugaces para observar –y ser observados por- un escenario/paisaje que será el del campo natal de las primeras vivencias. Una luz que utiliza la simpleza como herramienta, y cuya eficacia pareciera radicar en la fuerza de lo que subyace, como si preservara oculta la raíz potente sobre la que escarba. Porque como “No hay palabras en la patria de la infancia”, habrá sentidos que elaborarán el recuerdo, en un presente que se dispara, nostálgico, por el tiempo.
La primera serie del poemario, Mitos, es la que nos introduce con sonidos y sabores en ese campo natal y en la batalla que se libra con –o contra- la memoria. “Es fácil/ la nostalgia./ Y una trampa”, avisa, pero sabe sortearla: “Al sol/ me olvido/ de querencias”. En En los parajes más suyos, la segunda serie, el recuerdo toma la forma de esas personas en las que éste anida y que vuelven como una presencia en el acto de escribirlas: “Los ojos del abuelo lagrimean/ aquerenciados/ con la luz y la sombra”. Se trata de poemas que demandan al autor más extensión, como si aquello que necesitara recuperar fuera apareciendo, sutilmente, verso a verso.
En la serie Hacia el lado del alba aparece la escritura del poema como el artificio (“Cortar el cardo cuando la flor despunta”) necesario para habitar el recuerdo (“Como si fuera posible/ enmudecer”). Y en una reflexión sobre los alcances de la propia práctica, pregunta: “¿Cómo mensurar/ el rinde del sentido/ en la trilla del poema?”. Algo silvestre es la serie que pareciera volver a ese lugar inicial de observación, como si la voz de Colomba supiera que es en la contemplación de la naturaleza donde aparecerá la respuesta (“Bajo la cáscara/ reseca/ de la tierra/ los gusanos”), porque “Hay en lo vivo/ algo inextinguible”.
El “tiempo/ que nunca/ volverá” es una evidencia que crece y se confirma en los poemas de Memorial, y el yo poético del autor se modifica en el progreso de esa comprensión. En El dolor incolmable, la última serie del libro, maduran las respuestas que arroja la contemplación. No sin nostalgia, pero lejos de rendirse ante ella, los versos aceptan: “En el pastizal blanco/ mi vida baldía”. Así, con la conciencia del paso irrecuperable del tiempo, en la imposibilidad de retener –pero también de olvidar- Colomba escribe. Recupera. ¿Qué otra cosa podría hacerse si “El mundo/ es un viento frío/ que aborrece el vacío”? Y aunque sabe que finalmente “Todo lo salvará el silencio” empuña su palabra, certero.
Inmemorial (2016)
Autor: Diego Colomba
Editorial: Baltasara Editora
Género: poesía
Librazo y muy bien leído el peso gravitatorio y derruidor (oxidante) del tiempo en los poemas de Colomba.