
Por Diego L. García
Dice Rodolfo Walsh, en una entrevista con Ricardo Piglia (1970), que “habrá una justificación para el novelista en la medida en que se demuestre que sus libros mueven, subvierten”. Y este es el caso de Todos los demonios están aquí. Una novela que encarna el espíritu dislocado del 2001 en la Argentina, en personajes que viven la locura, el Mal y el vacío. Suena Rodrigo y los grafitis putean a Cavallo. Todo se viene abajo: las vidas personales, los espejos, la esperanza.
La posibilidad (en un tiempo de sequía) para el psiquiatra Tomás Pons de un puesto jerárquico en la clínica Jenseits nos lleva a esta aventura en el Más Allá. Un staff de personajes tan atrapantes como misteriosos que escarban en simbolismos de bellísima agudeza (no quiero spoilear, pero sigan la secuencia Jota, Job y Jung, entre otras).
Un intertexto con la Divina comedia va espiralándose en diversos planos. Desde las historias de los demonios a las historias clínicas que un Virgilio ayuda a extraer del archivo; la misma imbricación de Historia y ficción con la que trabajan Dante y Walsh (otro explorador de archivos infernales). Las celdas del subsuelo, habitaciones las llaman, resultan espacios de clara analogía. Un flujo en clave policial nos lleva a través de los círculos, reavivándose el espíritu del testimonio a partir de la indagación en historias pasadas y en declaraciones escurridizas. Para el doctor Pons los pacientes no son nunca una “causa perdida”.
El libro nos abre la pregunta por la esencia del Mal. Que es al mismo tiempo la esencia de las justificaciones humanas, de la cobardía y del egoísmo. Porque detrás de los muñecos literarios –Dios, el Diablo- se suelen esconder turbios patanes que la única salvación que buscan es la de su propio delirio. Tambalea así la idea de comunidad, la ley imperante es la violencia y el único escape aparente es a cadenazos limpios. Es otro día más en Ciudad Baigón. El gusano ríe de placer mientras con Pons nos preguntamos si todavía es posible la sensibilidad por los otros.
La catábasis puede ser no sólo una vía para hallar el paso al Paraíso, sino para ir a perder la oscuridad que se carga, como herencia, sobre las espaldas. Un proceso para emerger liberado, para salvar a las próximas generaciones de ciertas tinieblas. Como reza el título de ese libro emblemático que recuerda Bangkok (un carismático conductor de ambulancia que querría parecerse a Indio Solari), El Tesoro de la Juventud; así, el asunto pasa a estar en manos de los jóvenes y con ellos la chance de pensar otro destino común.
A lo largo de la trama entendemos que no es la locura el problema, patología que lleva a los infortunados a girar en una rueda de hámster de sedaciones y recaídas, sino aquella fuerza que avanza devorando todo a su paso, endeudando los sueños y rifando el bienestar ajeno. Como dice la canción, Vivir solo cuesta vida, pero casi siempre hay jirones de esa vida que se deben descartar como sacrificio. Y allí radica, justamente, la subversión de la mirada que esta gran novela nos propone.
Todos los demonios están aquí (2021)
Autor: Marcelo Figueras
Editorial: Alfaguara
Género: novela
Complemento circunstancial sonoro: