Por Victoria Orce
Nada es lo que parece con las criaturas de Anahí Flores. Se mueven en la oscuridad, nos rodean, nos conocen más que nadie. Algunas son reconocibles para los seres humanos, otras son presencias invisibles, simples formas en sus diferentes hábitats: un sauna, una sala de radiología, una almohada, una cama cubierta por un mosquitero.
Cosas extrañas suceden con los personajes de los 14 cuentos y de la nouvelle que componen el libro, personajes que pueden mutar en bichos o en seres anfibios, que pueden ser sutilmente vigilados por esas criaturas desde rincones oscuros, desde una almohada de cama de hospital, desde quién sabe dónde. Con escenarios y entornos laberínticos, nada es lineal, todo se enrarece bajo un halo de normalidad, la realidad se combina con lo onírico y la irrealidad de los sueños puede tornarse en ley. Nunca se sabe lo que puede pasar si una mujer que vive sola compra un cochecito de bebé en un anticuario o si se queda sola en una casa de campo.
La lactancia, la maternidad, el cuerpo y la vida cotidiana son algunos temas transversales de los cuentos, protagonizados por mujeres. Todo lo que parece fácil se hace difícil. Los relatos transcurren en lugares habituales, un spa, una escuela, un centro médico, una oficina pública, una casa se convierten en laberintos a medida que las protagonistas caminan por ellos. Hay algo kafkiano en los relatos, con personajes que se transforman en criaturas indefinibles o se pierden en el proceso de hacer un trámite sin entender muy bien por qué están ahí.
Para finalizar, una referencia a uno de los cuentos, “Lisboa”, donde la autora recurre a un narrador múltiple, o mejor dicho, a unas narradoras múltiples, omnipresentes, que saben todo lo que piensa, siente y hace la protagonista del cuento: Estás sola, o eso creés, e indecisa. Ves algo que se mueve en un rincón. Un grupo de nosotras va directo a tus pies.
Criaturas (2018)
Autora: Anahí Flores
Editorial: Alto Pogo
Género: cuento
Complemento circunstancial musical:
Qué ganas de leerlo!
Si. Ya lo leí. Y estoy de acuerdo. Todavía tengo erizado los pelos de la nuca