“Cada palabra escrita no es más que el grosero borrador de la palabra anhelada, y sin embargo la palabra anhelada está ahí: en algún recodo del vocabulario, tras algún pliegue del murmullo, en algún punto privilegiado de la combinatoria”
Fernando Pessoa
Por Miguel Vilche
Dicen que el entrenamiento ideal de todo escritor es leer mucho. Ahondando en la idea vale agregar que la selección minuciosa de los textos también es importante sobre todo si el objetivo es mejorar metodologías y ejercitar ciertas estructuras, algo que los editores suelen agradecer.
Y en eso estaba, en pleno subte matinal porteño siempre tan poco espacioso para las almas lectoras. Acodado en el pasamanos cromado y haciendo crujir el cuello para ponerme en la típica pose de “lector de pie” – una raza en extinción – buscaba despabilarme para interpretar con la mayor lucidez posible el texto; ya preveía que teniendo de protagonista nada menos que a Fernando Pessoa, el gran poeta portugués, astrólogo, ocultista, místico, quizás masón, caótico y relativista (hasta nihilista) iba a ser una empresa compleja. Se trataba de un riesgo asumido con placer pero desconociendo un detalle no menor: que el encargado de presentarme a tan intenso poeta sería Osvaldo Gallone.
El subte se balanceaba y yo descubría la coctelera de Pessoa como si se tratara de la analogía perfecta. Gallone se las arregla con pericia para presentar al portugués junto a todos sus heterónimos bien predispuestos a relatar un encuentro histórico. Una extraña muestra de no-ficción fundada en un encuentro real cuyo contexto se puede imaginar de la mano de las mismas prosas de Pessoa en una talentosa traducción que formaliza la historia y desde donde se desprenden muchos de los datos que engrosan el relato. Original recurso creativo.
El encuentro de dos personajes tan disímiles a primera vista como son el poeta portugués y el mago y ocultista británico Aleister Crowley podría no ser tan nutritivo si no viniera de la mano de este arrebato de recursos literarios y esa mirada poética y revulsiva. El libro es una aventura para cualquier lector pero sobre todo un desafío para un escritor-lector. La prosa cobra un valor estético que elude cualquier peligro de pretenciosidad a pesar de su intencionada complejidad. El encuentro narrado es la excusa para desenvainar una batería de recursos literarios, descripciones lucidas y recurrentes que hacen gala de capacidad literaria, una destreza que surge casi al límite de lo abordable a simple vista. Yo no creo que Gallone quisiera emular el estilo de Pessoa ni mucho menos pero sí que entiende que su trabajo, su forma de llevar adelante las ideas caóticamente deben ser marcadas por su propio camino y sus métodos plagados de figuras retóricas al servicio del amor por la narración.
El ocultismo, la nigromancia, la diversidad y las perversiones sexuales, los excesos, “vivir al margen de la Ley”, la destrucción de ciertas estructuras, la crítica a la monarquía, son todas formas de graficar a la poesía justamente como eso, un agente disruptivo que rebasa las convenciones no solo del lenguaje, también las ideas establecidas del status quo, del conservadurismo reinante. El personaje del cura que persigue a ambos personajes representa el antagonismo planteado para legitimar las posturas.
Los párrafos arden en esa dificultad de lectura que motiva, que provoca, que inquieta hasta el punto de tener que releer para interpretar ciertas partes. No tengo el diccionario a mano porque el subte suele ir hasta las manos, pero sería necesario para algunos apelativos con los que Gallone indaga en la lengua castellana hasta el fondo de sus fangosas tradiciones buceando sin traje a placer en lugares donde otros escritores sentirían el peso desgarrador del conservadurismo retórico. Un encuentro que puede sonar simple y efímero se transforma en disparador de un mundo de detalles, de descripciones que exageran minucias para desatar el placer mundano de apreciar con elegancia lo que parece simple en otras manos. No solo la batería de características de los personajes genera el peso narrativo también lo hace la pericia del autor para engrosar y dinamizar secuencias con planos que deberían presentarse anquilosados.
Pessoa es un poeta urbano, sociable a mas no poder, casero de esos que hacen de cada escena familiar una puerta al debate poético, detallista como buen narrador con pericia para caminar las calles de su pueblo y rebanar en trazos iguales los bemoles recurrentes para dejarlos grabados en las hoja, un poeta desahuciado. Un peluquero enamorado en secreto, un marino experimentado sediento de puertos con burdeles, un coronel lujurioso pero dormilón, una bailarina optimista y soñadora, y hasta un nigromante famoso que rompe los cánones de la época; son dibujos que no son caricaturas sino representaciones de personas de carne y hueso. Así de amplio puede ser el estambre de personajes en la historia de un simple encuentro si lo que se planea es la ebullición de las palabras, el amor estentóreo por el decir, la pasión por contar algo más allá de la gravidez de lo contado, por el simple hecho de captar la belleza en el mismo momento de la elaboración literaria. Como detalle lúdico queda el ánimo autorreferencial (“Este cronista”) como recurso que se agradece en el proceso de empatía.
Pensaba “también se puede aprender que no siempre los métodos rigurosos o las técnicas se imponen en el arte”. El derrame sensitivo como punta de lanza puede ser un estilo si se logra el cometido de barajar las palabras y dar de nuevo, es decir, si se hace buena poesía, que no es otra cosa que subvertir el orden del lenguaje entregando un sentido nuevo.
El subte se detiene y salgo del vagón con el libro abierto de par en par. No puedo largarlo y me llevo por delante a varias personas que murmuran puteadas. Ya en la escalera mecánica puedo ir confesando una dominante idea subjetiva para cerrar la reseña: pensar que el texto funciona como una especie de homenaje a los dos personajes ¿De qué otra forma podría explicarse la poesía, la oscuridad y la magia que rebalsan en él?
Usar los mismos poemas de Pessoa es un logro que nada tiene que ver con la pereza sino con la creatividad de un escritor que decide, arriesgado y corajudo, salir de los cánones habituales. Porque, claro, “aquí estoy: condenado al método y a la prudencia”.
La boca del infierno (2017)
Autor: Osvalo Gallone
Editorial: Evaristo
Género: novela