Todo dura un instante
Es mejor ser el viento
Todo dura un instante
Para toda la vida
Luis A. Spinetta
Por Sandra Gasparini
La de Esa trampa de ver es una mirada dislocada, fuera de foco. Porque parte de un interrogante filosófico que pone en duda qué se ve y cómo. Si nos atenemos a las afirmaciones de García en una entrevista su idea original fue desarrollar una “poesía ensayística” que pusiera en cuestión el proceso creativo. El conjunto es una materia poética densa –compleja, atiborrada de sentidos- que tanto genera reflexiones como llama a la hiperestesia: algo vibra en una falta, o se toca la ausencia de un objeto, ausencia y silencio que indican que allí estuvo la palabra.
De una gran riqueza de imágenes, Esa trampa de ver nos va entrampando en su juego desautomatizador. La escritura se descompone en bits pero a la vez se origina en una aguja que talla una piedra: signos al fin. Hay insectos, frutas, animales sin nombre que no pueden lamentarse porque no tienen voz. Los que toman lo que se les veda en un poema (“¿quién desaprende el saqueo?”) se justifican en otro con la “paz bendecida a garrotazos”; los impostores, con su impostura (“la literatura es mi saco nuevo dice y ensaya/ para un público del público de su voz/ mecánica”), llevan al poeta a preguntarse “¿cuándo termina esto?”. Esto es casi el revés de la spinettiana “mi ventana de al ver verás” pues aunque miremos lo hacemos donde señala el dedo, no en los laterales, al sesgo o en reversa. Cuando termine esto… ¿hay una Verdad? Es la pregunta que podría leerse entre líneas si la voz poética no intentara dar al traste con todo.
La trampa de los sentidos y del lenguaje –“las palabras simulan una granja arcádica”-, de la comunicación periodística –“las noticias solo vienen en latas de conserva/ durante estas crisis”- corroboran un mundo construido justamente con esos elementos y por lo tanto sospechado. Sin embargo hay destellos de esperanza en los poemas de García: se pregunta “¿qué resiste ahí?” (en el borde de las palabras). “Como una forma de negación a la ley” (¿a los discursos hegemónicos?) se responde. Entonces la palabra también puede ser un escape, una liberación.
En el final, el poemario se repliega sobre sí mismo: “ruido blanco/……/¿y a dónde salir ahora?”. El blanco en la página titila con la materialidad de su desnudez, con la imposibilidad de llenar el vacío y eso compromete una respuesta.
Diego L. García escribe poesía y crítica literaria. Publicó también Fin del enigma (2011), Hiedra (2014) y Ruido invierno (2015).
Esa trampa de ver (2016)
Autor: Diego L. García
Editorial: Añosluz Editora
Género: poesía