Por Celeste Scalise
Caminar arriba y arriba; de este modo se escribe el diario de un viaje. El viaje empieza el día en que la idea, como un anhelo, se construye cual rompecabezas en la mente del viajero, con fotos e historias ajenas, y termina cuando se agota ese sentido primario, aunque el viaje continúe. No todos los viajes son dignos de un diario; el viaje de Juan Sebastián Gatti en el Parque Nacional Sarek, en Suecia, es hostil y exigido, y a su vez, ese parece ser el precio de alcanzar la belleza absurda que abunda en la naturaleza. Atravesar el lodo, aguantar los mosquitos, soportar las lluvias, habituarse a la desconexión con la civilización y extrañar a María, hasta alcanzar el objetivo: la montaña perfecta e indiferente, el lago contingente y sutil.
En su libro El acto furtivo, Gatti nos deja solo las palabras de esos días que ya no son, y ese es el acto furtivo, a saber, pretender retener mediante la escritura todos esos momentos del viaje que ya no existen, todos esos instantes que el tiempo se apresura en borrar. Como si fuera un intento desesperado de atesorar el pliegue en el que la vida se le ha presentado de modo maravilloso, aun cuando, como en la vida, haya tenido que atravesar lo terrible para llegar a él. Hay incluso un disfrute invaluable en la superación de las adversidades; la escasez de víveres, el acampe en la intemperie, los accidentes y la convivencia en la soledad más absoluta. Bien sabido y experimentado tiene este viajero el dicho de todos los que se lanzan a este tipo de aventuras: “Haz todos tus planes, y luego prepárate a improvisar”.
El acto furtivo (2016)
Autor: Juan Sebastián Gatti
Editorial: El Errante
Género: diario de viaje