Por Vivi Vallejos
El conocimiento científico, que casi todo lo sabe y explica, clasifica las fases del sueño en dos estapas. La primera se inicia con la transición de la vigilia a la somnolencia y del sueño ligero al profundo. La segunda (que, por cierto, le debe algo de su popularidad a Michael Stipe y su banda), se llama REM o Rapid Eye Movement a propósito del movimiento ocular debajo de los párpados, curiosamente similar al que producen las personas mientras están despiertas.
Cuentovejas, la tercera publicación de Gabriela Goldberg (Miserere y Parranda son las dos anteriores), es una colección de 57 poemas, con una estructura circular y semejante a la del reposo onírico. Vigilia, sueño y otra vez vigilia. Lógica que se confirma al completar la lectura y sólo después de haber seguido la hoja de ruta marcada por la autora, sin saltearse la serie numérica. El trayecto empieza con los últimos hilos de conciencia, cuando los pensamientos de la vida diurna se vuelven imágenes fuera de foco. El resto es una sumersión lenta y firme en la parte más honda de la alucinación, para después abandonar ese refugio, abrir los ojos y volver a la rutina.
En verdad, casi toda la poesía tiene un vínculo con la actividad del que duerme, porque la fragmentación y el caos, que en un principio parecen no seguir lógica alguna, se parece bastante a la naturaleza del poema. Roto, suelto, desbocado. Expulsado del régimen de la prosa. Una apariencia que necesita de segundas y terceras lecturas para revelar un orden, una figura completa. Pero aquí la proximidad es bien explícita y además está tematizada. El sueño se nombra como sueño: «de bomba/ avisando a todo el mundo/ un beso, ganas/ de seguir/ y dando vueltas antes/ de tirarme en un pico de confianza/ flota el sueño/ que me hunde y vuelve/ elástico».
Sustantivos que forman parte de un mismo clan, verbos que se repiten, unos números que dejó caer y algunos pocos nombres propios, todos conforman el repertorio con el que la poeta hipnotiza a su lector y lo hace participar del pulso constante y sostenido impreso en las 63 páginas del poemario. Y aunque sea posible acertar varias de las estrategias formales, aun así, el sentido está detenido, no se concreta plenamente y eso lo vuelve, como mínimo, inquietante, sugestivo.
Liebres, ranas, ñandúes, gatos. Huesos, caras, uñas, lenguas, rodillas, muñones. Y sábanas, ronquidos. La noche y el día, el calor y el frío, el afuera y el adentro, la ciudad y el campo. Allí está el conjunto, el patrón. La experiencia que reaparece en un momento de realidad suspendida. La memoria del mundo. Todo el conocimiento que se guardó en el poema.
Cuentovejas (2015)
Autora: Gabriela Golberg
Editorial: Huesos de Jibia
Género: poesía