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Reseña #530- Memorias de una presencia ausente

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Por Pablo Martinez Bukett

Leí Fade out (Galerna, 2016) de Tatiana Goransky, una novela coral que narra la vida de tres mujeres. Está contada con la voz de dos de ellas más la narración disruptiva de un escritor fantasma que oficia de anomalía aglutinante.

La novela cuenta la historia de Kumiko, su hija Renata y Estera, la hija adoptiva de ésta. Las vemos crecer, las vemos vivir, las vemos sufrir. Me dan ganas de decir que las vemos amar, temer y partir. Así de simple es el lenguaje. Porque las angustias, dichas y esperanzas de las protagonistas poseen la cotidiana simpleza de un verbo regular.

Las tres mujeres tienen una característica especial. Kumiko es una cajita de música que emite constantemente world music a través de sus oídos mediante las llamadas Emisiones Otoacústicas Espontáneas (SOE por su sigla en inglés). Esa capacidad es una suerte de desnudez continua porque, aún contra su voluntad, revela los estados de ánimo de la emisora, que sólo pueden acallarse en el momento del parto o al hacer el amor. Su hija Renata también heredó este grado cero de la evolución humana pero su playlist fluye por el lado de los tangos, las milongas y los valsecitos criollos. El paisaje es más urbano pero la desnudez es la misma. Y no obstante hace de este fenómeno un medio de vida, no se conforma con el atajo y se aventura a la búsqueda vital de ese silencio que, para ella, es mucho más esquivo. Y Ester, Estercita, Estera es muda y viene a cerrar el círculo mágico. Porque la novela, entre otras cosas, propone acompañar a las tres mujeres en la búsqueda del silencio pacificador. Escuchamos (aquí no puede existir otro verbo) a Kumiko y Renata que, como diario, como carta, como confesión, nos van contando la historia que tiene mucho de circular. Sin embargo, en medio de esta narración dual irrumpe una tercera voz, la de un ghost writer, que intenta informar los dos relatos femeninos con un hilo común que, muy a su pesar, tiene más de laberinto del Minotauro que salvoconducto de Ariadna.

En la novela también hay hombres, tres: Lucho, titular de una ausencia-presencia con ritmo de marea; Jose, titular de una estatura de héroe pero más de mártir y el joven Florián, titular de un científico despiste y una carnal desolación. Pero, aunque los hombres son importantes en la concreción de la trama tienen, sin embargo, una lateralidad funcional.

Como queda dicho, Fade out está compuesta con el recurso estilístico de la novela epistolar con narrador múltiple que de alguna manera inauguró Wilkie Collins con La piedra lunar y que entre otros cultivó Bram Stoker con su Drácula. Y la referencia no es ociosa porque más allá del recurso en sí, la novela tiene algo de misterio, de recomposición del enigma pero también de presencia vampírica en la voz del escritor fantasma. Adicionalmente, posee otra nota tipificante. A la manera de Cervantes, que retoma Macedonio y replica Borges, tanto en Kumiko como en Renata y definitivamente en el fantasma, hay conciencia de lector y de lectura. Los unos se saben escritos por el otro y a su vez, le escriben el libreto a ese otro. Por eso las versiones dialogan entre sí, se hacen zancadillas y en el sprint final se alternan con febril arrebato en una mise en abyme. Uno termina de leer y quiere empezar de nuevo, para resignificar toda la trama.

En suma, Fade out es historia narrada de una forma ingeniosa y que puede leerse desde distintos niveles de interpretación, donde cada capa es más intensa y más profunda que la anterior. De allí los tres títulos de esta reseña que son otras tantas lecturas posibles.

Fade out (2016)

Autor: Tatiana Goransky

Editorial: Galerna

Género: Novela

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