Por Josefina Fonseca
“¿Qué pasa si subrayo/ si escribo en el margen/ de un libro prestado?/ ¿Se vuelve mío/ o se vuelve más tuyo?”, pregunta –o amenaza- Tamara Grosso en el margen de un ejemplar prestado de Poemas rachazados de Vicente Luy. Como reflexiones disparadas por la superficie en la que se escriben -márgenes de libros propios o ajenos; el espacio libre del ticket impersonal del supermercado o la suciedad inmemorial de un billete de dos pesos-, los poemas de Márgenes (Objeto Editorial, 2016) generan un universo de referencias que desintegran, desde los bordes, la fantasía de los límites: esa pretensión que cargamos para definirnos un lugar.
“Lo opuesto al paraíso/ es el lugar/ al que van/ las cosas regaladas/ que nadie se puso nunca”, escribe la autora en el margen de Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes. Una idea que retoma, con algo más de firmeza, al comienzo de Guatepeor (Modesto Rimba, 2016): “El infierno es el lugar al que van las cosas regaladas que nadie se puso nunca”. Ese préstamo entre ambos libros, que parece un guiño pero también podría ser un descuido -¿escribir no es acaso, y casi por excelencia, el espacio de la indefensión?- remite a una preocupación: que lo entregado -o lo recibido- se pierda en el agujero negro de lo no reconocido. El agujero de las cosas que no tienen lugar, porque permanecen para siempre ignoradas de su intención. ¿Cuáles son esos regalos? ¿Una taza? ¿Un deseo? ¿Serán las voluntades que motorizan nuestras acciones, y su peligro de quedar olvidadas en las zonas difusas que llamamos márgenes? Es desde ahí, desde donde nunca es el centro pero tampoco el afuera, que las palabras de Groso batallan un lugar: “¿Nunca pensás/ prestarle atención/ a alguna cosa/ que no la pida a gritos?” dice en el margen de El idioma materno de Fabio Morábito.
Guatepeor, apenas unos meses posterior a Márgenes, y aunque nada parecido en su forma, es sin embargo una continuación. Indefinible y con una atemporalidad a veces desesperante, Guatepeor cuenta, a través de prosas breves y conectadas entre sí por pequeños rombos, una historia sin orden ni hilo cuyas protagonistas –Guatemala, Guatepeor y la narradora- se enredan en una serie de sucesos que son más bien estados o sensaciones que giran sin destino. La autora nos presenta a los personajes con un procedimiento de definiciones múltiples, y a veces contradictorias, que alcanza la eficacia de la indefinición, sometiéndonos a un estado voluntario de incertidumbre.
“Guatemala tiene la ventaja de dejarte saber quién vas a ser mañana. Y a quién vas a querer mañana. Y a quién no vas a querer. Guatepeor tiene la ventaja de dejarte saber que mañana no se sabe quién vas a ser”, dice la autora. Por momentos, nos permitimos pensar a las protagonistas en claves binarias, como antinomios o las clásicas voces del bien y del mal que les susurran opciones a los actores en las películas, pero no: no es posible construir líneas lógicas de pensamiento. “…Bajar del subte/ y aparecer en Estambul” son los versos de Susana Villalba que conforman la bajada del libro y son, claro, una clave de lectura: cuando empezamos a sospechar de qué van las cosas, cuando vislumbramos apenas una comprensión, Tamara Grosso volantea y nos hace rebotar. “Nunca le diría a Guatepeor que siempre la quise ni que siempre lo supe. No quería a Guatepeor antes de conocerla. No la quería después de conocerla. No parece que la hubiera querido mientras Guatemala. Andá a saber si la voy a querer cuando Guatemejor”.
El préstamo que se produce entre ambos libros, y que los vuelve una continuidad, no es sólo el intento por evadir el infierno de lo desapercibido –al que van los regalos que nadie nunca usó-, ni el de la pregunta por el ser camuflada en la búsqueda de un lugar, sino también, o sobre todo, el recurso de contar desde la forma. Que la estructura y las superficies hablen tanto como las palabras. La escritura lateral de versos filosos y poemas cortos en el primero, que caben en un margen y que acaban por trascenderlo; y los fragmentos algo inconexos, las ideas en apariencia desordenadas y complejas del segundo, que nos sumen en un estado de confusión y desesperanza. Ese que necesitamos –al que eventualmente llegamos- cuando entramos en Guatepeor. Y en todo, la sensación de habitar siempre fronteras evanescentes que no nos dejan salir ni entrar, como en otro margen de El idioma materno de Fabio Morábito: “Somos la única generación/ que llegó demasiado tarde/ para mudarse de continente/ pero demasiado temprano/ para mudarse de planeta”.
Márgenes (2016)
Guatepeor (2016)
Autora: Tamara Grosso
Editorial: Objeto Editorial y Modesto Rimba
Género: poesía/ prosa poética
[…] “¿Qué pasa si subrayo/ si escribo en el margen/ de un libro prestado?/ ¿Se vuelve mío/ o se vuelve más tuyo?”, pregunta –o amenaza- Tamara Grosso en el margen de un ejemplar prestado de Poemas rachazados de Vicente Luy. Como reflexiones disparadas por la superficie en la que se escriben -márgenes de libros propios o ajenos; el espacio libre del ticket impersonal del supermercado o la suciedad inmemorial de un billete de dos pesos-, los poemas de Márgenes (Objeto Editorial, 2016) generan un universo de referencias que desintegran, desde los bordes, la fantasía de los límites: esa pretensión que cargamos para definirnos un lugar. (Para continuar leyendo la reña hace clic aquí) […]