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Reseña #783- Cincuenta libros para buscar en el Festival Leer (parte 2)

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En esta segunda parte del especial de 50 libros para encontrar en el Festival LEER varios colaboradores de Solo Tempestad leyeron y escribieron sobre estos 10 libros: poesía, ensayo, cuentos, divulgación musical. Un abanico de géneros para rastrear en los caminos concurridos que tendrá la feria del festival.

Lectura y comentarios de Soledad Hessel

¿Qué es un poema a contramano? ¿Por qué un poema o cualquier otro texto surgido de la creatividad literaria debería tener un sentido? “Sentido” en cualquiera de sus acepciones. Una dirección hacia la que avanzar, un significado. Los poemas que Daniel Dei comparte en esta primera edición de Cuando el tiempo no tiene distancia. Poemas a contramano (11), Peces de Ciudad 2018, tienen la osadía en un mundo que cada día intenta encasillarlo todo de ir para otro lado, de buscar nuevos significados para las palabras que utiliza y para las emociones que despierta con esas palabras. Dei nos habla del tiempo y de su transitar por él, de instantes que son sólo eso y de otros que se vuelven eternidades. Del sentido de la vida que esta adquiere con el paso del tiempo y el desenvolverse en el espacio.  De la soledad y la compañía, del dolor, la alegría, el desamparo y el lugar donde el arrullo de una voz nos cobija. De todo y de nada, de la vida misma. 

Para algunas generaciones de argentinos “Ezeiza” se asocia rápidamente con salida, escape, exilio. Ezeiza es la última puerta que hay que atravesar para al fin -sumidos en la más absoluta tristeza- dejar atrás dolores, miedos, persecuciones, sinsentidos, frustraciones y necesidades no cubiertas. Ezeiza (12) , de Francisco Grand, editado por Peces de Ciudad en el 2018, tiene que ver con la ida, con la ausencia, con el adiós. De una despedida surgieron estos poemas, del dolor de la partida, del no saber que hacer con todo eso que destrozaba el alma. Y, a pesar de la tristeza, la vida avanza, se transita el día a día a golpe de voluntad, los actos cotidianos se vuelven un arma que lastima. Pero, de a poco, cada día es más sencillo y estos textos, cortos, sentidos, que llegan al fondo del alma y desde ahí arrancan un grito se vuelve un bálsamo que cura las heridas con cada palabra que plasman en el papel y se vuelve una despedida tanto a la tristeza como a quien se fue mientras ésta duró. Grand es su propio personaje, su primer interlocutor y a través de esta conversación íntima y personal, de este monólogo del que nos hace parte como lectores nos cuenta una historia de amor.

Lectura y comentarios por Valentina Vidal

Un libro de cuentos es un sistema, un engranaje que construye una voz que cuenta por capas, a veces dispares entre sí, a veces como piezas de un mismo reloj. El libro de diez relatos de Carolina Bruck No tenemos apuro (13), editado por Club Hem en el  2016, es una maquinaria sutil que se desplaza dentro de una estructura en apariencia gentil, con una lateralidad vibrante, de sombras que se alimentan de la claridad de un rayo de luz mientras se toma el café de la mañana.  En el primer cuento “Qué picardía” una niña tiene que hacer de árbol en el acto de la escuela porque su madre en vez de enviarla a danzas, la anota en expresión corporal: “Hago como que me muevo con el viento. Aunque no hay viento en el salón de actos”, una frase que encierra el núcleo narrativo de este libro que crece desde adentro hacia afuera, con una prosa cristalina que conforma un sistema de voces a partir de la cotidianidad y de la evocación, de las relaciones entre madres e hijas, de un trabajo donde es acosada sexualmente como en “Fastfood” y que empieza con una frase que encierra una malicia dentro de la cáscara de bondad que suelen llevar los dichos: “Te quejas de llena. La frase le encantaba a su mamá; siempre encontraba el momento y el lugar para pronunciarla.” Con frescura y una mirada auténtica, Bruck relata con fuerza centrífuga, removiendo los filamentos de un mundo de apariencia normal que revela la verdadera sudestada que es vivir.

A Rebecca Solnit, San Francisco (EE.UU.) 1961, se le adjudica  la invención del término  mansplaining, que conjuga man («hombre») y explaining («explica»), en alusión a cuando un hombre explica algo a una mujer y lo hace de manera condescendiente, con independencia de cuánto sepa sobre el tema porque asume que sabe más que ella. El concepto tiene su mayor expresión en aquellas situaciones en las que el hombre sabe poco y la mujer, por el contrario, es la experta en el tema.  Solnit le dedica un capítulo entero a este tipo de situaciones que las mujeres atraviesan cotidianamente en Los hombres me explican cosas (14) publicado por Fiordo en estos días, que son una serie de ensayos y crónicas sobre las desigualdades entre el hombre y la mujer a partir de experiencias personales. Hace un paneo internacional, en las que incluye a nuestras Madres de Plaza de Mayo, y un breve repaso por las economías mundiales, con información estadística acerca de su país: “En los Estados Unidos una mujer es agredida físicamente. No cada nueve minutos, sino cada nueve segundos. Es la principal causa de lesión en las mujeres estadounidenses; de las dos millones de mujeres agredidas físicamente cada año, medio millón de casos requieren atención médica y unos 145.000 requieren al menos una noche de hospitalización, según datos del centro de Control de Enfermedades, y no querrán saber cuánto tratamiento odontológico se necesita después de eso. Los maridos son, también, la principal causa de muerte entre mujeres embarazadas en los Estados Unidos” También da detalles acerca del caso Strauss-Kahn, presidente del Fondo Monetario Internacional y su judicialización luego de haber abusado sexualmente de una empleada de limpieza el 14 de mayo de 2011 en la suite 2806 del Hotel Sofitel de Nueva York donde ella estaba trabajando, golpeándola, intentando violarla y obligarla a practicarle sexo oral y a la que por supuesto, lograron silenciar luego de presiones y mucho dinero. El tono de Solnit es mordaz, inteligente y con altas cuotas de humor, pero lo más interesante es, que es un libro que habla en llano, con un discurso sencillo y directo en dónde quedan expuestos de manera inapelable los siglos de desigualdades a las vienen sometidas las mujeres. Muy recomendado este ensayo de la editora colaboradora de la revista Harper, donde escribe regularmente la sección «Easy Chair».  Solnit ha escrito sobre una amplia variedad de temas, incluyendo el medio ambiente, la política y el arte. Desde la década de 1980 ha trabajado en numerosas campañas de derechos humanos —como el Proyecto de Defensa de Western Shoshone a principios de los 90, que describe en su libro Savage Dreams— y con activistas contra la guerra durante la era Bush.

Archivo Dickinson (15), editado por La Bestia Equilátera en 2017, de María Negroni, es el eje central, o más bien un dínamo volcánico de una trilogía que está compuesta con Objeto Satie (Caja Negra, 2017) y Elegía Joseph Cornell (editado en 2013 también por Caja Negra).  Este libro se gesta a partir de que la Universidad de Harvard puso a disposición del público los papeles privados de Dickinson, y que Negroni se encontró con un Lexicon de 9000 palabras, ordenadas alfabéticamente, que registraba las recurrencias verbales de Emily.  A partir de ahí, el encantamiento de Negroni con la obra de la poeta casi furtiva Emily Dickinson la llevó a escribir este poemario magnífico a partir de sus objetos narrativos y de la indagación entre la relación de la artista con su arte y su pensamiento.  Es decir, con su deseo. Emily Dickinson (1830-1886), fue una poeta que comenzó a escribir desde muy joven y publicó apenas una docena de sus poemas en vida. Luego de morir, a los tempranos 55 años de edad, la hermana revisando sus papeles, se encontró con una obra en extremo prolífica que fue publicada por diferentes editores, que, en el afán de responder a las estéticas de la época, modificaron sus poemas de manera sustancial. Mucho tiempo después se logró publicar su obra sin modificaciones. La escritura sorprendente de Dickinson, la respiración de sus versos, la puntuación sorpresiva,  le dieron motivos de sobra a María Negroni para investigar y crear a partir de lo creado, porque el arte muta y se transforma, pero la gloria de este poemario nuclear, de esta fuerza narrativa filosa, es como Negroni cita, palabra por palabra, la obra de Dickinson teniendo como resultado un texto completamente nuevo y abrumador.  Borra su yo y deja brillar a Emily a través de Negroni. Como dice la genial contratapa de Luis Chitarroni: “María Negroni, la amanuense y médium ideal de Emily Dickinson, se atreve a escribir este libro con una precisión magnífica y una especie de impersonal rigor”.  Archivo Dickinson no es una biografía apócrifa sino un entendimiento de la obra de manera medular, un proceso y una reinterpretación creativa sobre los más de dos mil poemas que dejó al morir.  Desde ahí es que surgen poemas como en “Pájaros”: Un talento se yergue, de pronto, en la jaula ilustrada y desata lo que se ató en los dentros. Casi nada y todo: montados sobre una frase obscena, altamente indebida, los pájaros de cuarto en cuarto, con la camisa abierta, yendo días y viniendo días. Y en esa embebecida fiebre, el desvariado amor sobre un dolor de huesos, con sus chichones contra ningún lado, sus bendiciones falsas. Yo también practico. Yo ejercito mi exilio en dípticos descalzos. Dickinson fue una mujer solitaria, que se contactaba con sus amigos de manera epistolar y que sus últimos años apenas si salía de su habitación. Podría pensar que de allí se desprende  “Niño”: No haré jamás un hijo, no importa cuántas lunas con su debida noche me acentúen el cuerpo. Nunca le daré un nombre, no lo acunaré con sílabas contadas o flores disidentes. Mucho menos, le haré tramar la tela que empieza donde acaba. No voy a compartir con nadie la intimidad del duelo, el fruto sabio de la mansedumbre. Un día como hoy, sencillamente, pondré en la lista de mis atributos: una mujer que juega sola, una mujer que juega sola y sabe.

Lectura y comentario de Matías Bragagnolo

“Estos eran heroinómanos. Estuvieron al borde de la muerte más de una vez”, dijo mi amigo mientras le daba play a Ritual de lo Habitual, el segundo disco de Jane’s Addiction. Habían pasado para entonces cinco años de la edición de esa obra de arte en 1990, y más de tres desde la separación de la banda; pero si de algo me estaba enterando a mis catorce años era que toda la música alternativa que escuchábamos era hija de la voz llena de efectos de Perry Farrell y la música que los otros tres dementes producían, un ritmo que hacía que te vibrara la caja torácica. Además había una película llamada Gift, filmada mientras grababan el disco, y tenía una escena en que Casey Niccoli, la novia de Farrell, se picaba con heroína en un antebrazo sin ningún tipo de efecto especial, pero antes de eso se casaban en una ceremonia umbanda y… Estos tipos arrastraban una combinación de muerte, santería, autolesión, recitales caóticos y drogas duras sin precedentes en el rock, y eso y mucho más es lo que ha logrado plasmar el periodista Fabrizio Pedrotti en El ritual de Jane’s Adicction (16), apenas sacado del horno por Gourmet Musical. Después de una profunda investigación que incluyó entrevistas casi fraternales con los honestos miembros de la banda, Pedrotti nos sumerge en la montaña rusa que fue la gestación, la grabación y la promoción de Ritual de lo Habitual, confirmando que todos los mitos que habíamos escuchado eran ciertos. Un trabajo imperdible y exhaustivo en una edición que incluye fotos y material de archivo. Un lujo para los devotos y una experiencia extrema para neófitos y futuros fanáticos.

Lectura y comentario de Cezary Novek

El libro de relatos de Julián Lucero, La niña que eructaba melodías gonzo (17), editado por Modesto Rimba en 2016, es tan encantador como desparejo. Podría ser un cancionero freak con diferentes modulaciones sobre lo raro, lo triste y lo horroroso. Son quince relatos breves que se leen rápido. “Los santos del hilo”, es sin duda uno de los mejores cuentos de la serie. Hay reminiscencias de La universidad del crimen, de Robert Bloch y no digo más para no desmantelar la sorpresa. “Los ojos de César” es el mejor y más espeluznante de los cuentos por donde se lo mire. Justifica el libro entero y también al autor. Es un cuento totalmente perturbador y deprimente acerca de la soledad en la infancia y la crueldad de los niños. El tema del otro aparece de nuevo pero mil veces mejor elaborado. Tiene la contundencia de un martillazo es el que pone el piso para lo que pueda desarrollar el autor en un futuro. De sesos, incluye muchas cosas que de por sí son espantosas, pero la vuelta de tuerca es que sucede en el kindergarten. Otro de los mejores del libro. “Entre fantasmas”, finalmente no está a la altura de los tres anteriores, pero al igual que en el resto de los cuentos tiene un trabajo de voces es bastante logrado. Haciendo un balance final, La nena que eructaba melodías gonzo es un libro que se deja leer tranquilamente y que tiene su momento cumbre casi al final, con un trío de cuentos que deja muy por debajo al resto. Lucero es un autor que promete: tiene ideas interesantes y varias de ellas bien desarrolladas.

Lectura y comentario por Victoria Mora

En 2016 la Municipalidad de San Isidro, por décima vez, convocó a escritores a participar del concurso de cuentos en homenaje a Manuel Mujica Láinez. El jurado que formaron Luis Sagasti, Fernanda García Lao y Guillermo Saccomanno seleccionó los diez cuentos que conforman la Antología Premio Mujica Láinez X Edición (18) editada por Notanpüan. Hay en los nombres de los ganadores una muestra de cuentistas argentinos contemporáneos que ejercen el oficio bajo el paradigma de lo que Flannery O´Connor definió como los buenos cuentos: aquellos que narran una acción dramática completa por medio de la acción, acción que es controlada por los personajes. En ellos, dice la gran cuentista norteamericana, se encierra además el sentido del misterio y las maneras. Cada realidad individual que muestran estos cuentos no deja de estar habitada por misterios de lo humano que nos atraviesan a todos ¿Quién no sintió alguna vez crecer la violencia por una vecina insoportable? Como narra Ana Lanfranconi en “Entre las cuerdas” el cuento ganador del concurso. O tal vez se encontró harta de una rutina doméstica elegida que se volvió una trampa de angustia, experiencia que transmite Gabriela Colombo en su “Vuelo nupcial”, que le valió el segundo premio. El tercero es de Juan Carlos Passano por su cuento “Los chicos” donde la violencia crece en un espiral impensado. Todos los cuentos de esta antología dejarán al lector conmovido, inquieto, es imposible no conmoverse frente a esa adolescente retratada por Maumy González en “La paz de los rumiantes” que lidia con un embarazo que no esperó, o con la voz de esa niña atormentada por los celos hacia su hermana, tan bien construida por Flavia Pantanelli en “Farallón”. La misma Pantanelli en “Sombras chinas” se ocupa de la voz de una mujer, esta vez, una anciana, que no puede escapar al vaivén de los recuerdos que atraviesan su presente, con un cuerpo a merced de la intromisión hospitalaria. En “La otra pieza” María Virginia Caresani relata una historia incestuosa, vivencia extrema de lo siniestro, desde la mirada de la hermana abandonada. Escribió Fernanda García Lao: “Vas a leer diez cuentos con una materia común: la crueldad. Diez mecanismos diferentes para narrarla (…) Cada cuentista ejecutó una acción para conmoverte. Que así sea”.

Lectura y comentarios por Pablo Méndez

El imán (19) de Sebastián Bianchi, editado por La carretilla Roja en  2016, corrompe la idea de género. Cruza lo límites de la concepción de la poesía y de su lectura. En el andamiaje de la lengua, el autor se balancea con la seguridad  que provee la adrenalina creadora. Abrir el libro significa entrar en un pasadizo heterogéneo donde los distintos contratos de lectura se nos agolpan y nos aturden el entendimiento. ¿Importa si hay mensaje? No, por supuesto que no. Porque en el libro suena la alerta de la forma, la exploración del lenguaje, donde el la estructura de la comunicación es tan turbia como desesperante. El tradicionalismo y la costumbre poética reciben un cachetazo: informes, gráficos, formularios, prosa delirante; en definitiva el arte conceptual de la poesía llevada al paroxismo. ¿Acaso la poesía no es una fuerza descontrolada e inclasificable que busca inocularnos la extrañeza de los sentidos?

Otro caso de inseguridad (20) de Patricia González López, editado por Santos Locos, podría definirse con una reversión de su título: su poesía es un caso serio. Hay un todo y  están sus partes, y también está lo que sobra: una ecuación despareja que permite desmalezarnos. Las tres partes del poemario, “La otra muerte”, “Off” y “Otro caso de inseguridad”, militan la fisonomía de la existencia, la explanada del cuerpo, lo político cuando el género corta sus lianas con la costumbre: Toda mujer que no sea yo es una amenaza, me incluyo. Un poemario que nos es otra cosa (otro caso) más que la arquitectura íntima de una femina enclaustrada en un mundo filoso.

Amar

eso que se dice amar,

una vez.

Al resto solo los quise

para mi.

En ese yo dislocado en tiempo y forma, los poemas de Patricia González López se acunan en la universalidad de lo cotidiano, en esos detalles abstractos que la definen, en esa comunicación con un mundo que se retuerce y ahoga. Con cada frase interpela a los fantasmas, a las réplicas ocasionales de un mismo destinatario:

Yo también

Cometí un crimen

te hice mirar

hice algo peor

lo señale

te conté mi dolor

entregue el poder

reclame que

no intentes

disimular

fui violenta,

te pedí el deseo.

En definitiva, el deseo es un caso de inseguridad en el que paulatinamente nos desintegramos.

Un comentario

  1. Daniel Daniel

    Soledad, me pareció brillante que hayas comenzado el comentario de mi libro comenzando con la pregunta sobre el subtítulo del texto, «poemas a contramano» y vincularlo luego con la cuestión del sentido. Muchas gracias por leerme con tanta atención.

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