La agenda del mundo editorial se divide en varios eventos anuales. La Feria Internacional del Libro, la Feria de Editores, el Filba, y muchas ferias barriales, itinerantes o temáticas. Se suma a este grupo de eventos ineludibles el Festival LEER, literatura en el Río, en San Isidro, que por segundo año consecutivo, entre otras actividades, propone una feria con más de cien editoriales. Desde Solo Tempestad confeccionamos una lista de libros que nos llegaron a la redacción y que comentaremos para que los lectores los busquen en los stands del festival de Zona Norte. Aquí, los primeros diez.
Lectura y comentarios de Pablo Méndez
Cuento de hadas en Nueva York (1) de J.P. Donleavy, segundo título de la flamante Compañía Naviera Ilimitada, es una reedición de una novela fundamental de la literatura norteamericana. La espesura de una narración que describe la tragedia en los límites de una sociedad tan abigarra en sus gigantes de cemento. La historia de Cornelius Christian: su mujer fallece en el barco que los transporta hacia Estados Unidos luego de una estadía a Europa. Puntapié inicial para entramar las consecuencias argumentales del hecho. A partir de allí la cadena de sucesos imita la cronología casi en tiempo real donde una primera persona fluye por una tercera que cuenta. En esa dominación radica el poder de una narración con pinceladas de humor, la ambivalencia del deseo matizada con la penumbra de un tránsito melancólico. De manera lateral, el efecto autobiográfico se hace presente; la crónica norteamericana vestida con los harapos de una cultura al borde de la quiebra fundan la ficción para hacerla literatura de época, ni siquiera distinta de la contemporaneidad. Novela inhallable años atrás, hoy vuelve a los estantes como ejemplo plausible de la perdida generación yanki (Dos Passos, Fitzgerald, Hemingway), un rescate que encamina a la novel editorial sobre un sendero de búsqueda de piezas preciosas de la literatura.
Coeditada por El 8vo. Loco y Tren en movimiento, Ambactus (2) de Nadia Volonté esgrime los pasadizos de la burocracia, los laberintos del trabajo rutinario en una embajada. En clave coral, la trama que se despliega con detalle, sin que nos deje paso a una interpretación lúdica, se anuda en las distintas voces que intervienen en la historia. En ese destajo diario, los personajes de la novela muestras el lado B, las miserias que los atraviesan, las confabulaciones del propio ser en la urbanización de un ambiente laboral que insufla el aire de quienes trabajan allí. La autora recrea con sapiencia cada bloque de su narración con extremo cuidado como si se tratara del guión técnico de un film. Si tenemos en cuenta que la autora fue intérprete de la embajada que retrata es convincente otorgarle el título de fábula autobiográfica. A la vista, la gama de personajes contiene la oscuridad propia del ser humano, lo que el protocolo oficial esconde, lo que los límites del trabajo no expone a primera vista: los prejuicios, los estereotipos, las demarcaciones que la alcantarilla del trabajo no muestra. El libro está estructurado de una forma no convencional donde los capítulos se continúan en un conteo donde el eje principal es intervenido por glosas que explican o ramifican la historia. La convención de la novela tradicional es puesta en jaque con el propósito de edificar una narrativa que contrarreste la abulia y la contradicción con la que los personajes luchan a lo largo de todo el libro.
Clubcinco editores es una apuesta editorial con un propósito claro: bucear en la literatura argentina y rescatar aquellos primeros libros de autores contemporáneos que difícilmente se encuentren en las librerías. Rescatistas que promueven completar el mapa literario cuyos primeros trazos se encuentran perdidos, olvidados, negados en los engranajes del movimiento editorial. Este es el casos de la primera novela Gustavo Ferreyra, El amparo (3), cuya reedición en 2015 reaviva la llama del particular escritor argentino. Novelista por excelencia, siete novelas y tan solo un libro de relatos, Ferreyra compone una ópera prima con ambición inusitada; amplifica el sentido mas exacto de la literatura: un realismo de geografía y tiempo impreciso, una distopía lejana al género. Sería injusto calificar de “experimental” una obra que por esencia explora en su intención el sentido innovador de la creación literaria, ¿acaso la literatura no es una búsqueda incansable de nuevas formas de contar, una iniciativa por camuflar temáticas universales, un duelo contra sí mismo que defina el estilo? En esta épica de lo servil, donde la genética de la alegoría nos vincula con los procesos autoritarios, Ferreyra, en ese barroquismo inclemente, construye un lenguaje, un sello insolente para una primera novela.
Las griegas (4) es otra reedición de un primer libro. Odelia le propuso a Sergio Olguín publicar nuevamente los relatos que vieron la luz allá por 1999, a partir del grupo que integraba la revista V de Vian. El autor, con más de doce novelas entre juveniles y para adultos, ajusticia el boom e la literatura independiente: los grandes autores ven en las editoriales pequeñas una apuesta de cuidado y personalización. El libro está dividido en tres partes: “Maldita moda”, que indaga en el ambiente descartable de los noventa en conexión con Glamourama de Bret Easton Ellis; “Revolución” es el despertar sexual de un adolescente se une a la fascinación por una profesora o una pareja a punto de cortar su relación que se enfrenta a una decisión determinante o la puja de dos mujeres por un guerrillero (Santucho) donde se contempla una hermandad a prueba de cualquier mitología histórica; y “Hombres equivocados” nos muestra la genealogía masculina en relación al inabarcable universo femenino (el último relato es la punta de la historia que tendrá como protagonista a Verónica Rosenthal, la periodista de la saga policial más conocida de Olguín). Si bien el eje central del libro es la figura femenina en distintos contextos, el deseo y la fantasía como magma que brota de las grietas de la tierra es la esencia de un libro que toma al cuerpo como tema en la ruleta rusa de nuestra comprensión. Una constelación de historias donde la libido es un cubo rubik en el ángulo más indiscreto de la mujer.
Plan para una invasión zombie (5) de Luciano Lamberti, editado por China Editora es una compilación de notas, reseñas y entrevistas que se publicaron en distintos medios. El formato libro permite condensar una estrategia amparada en lo lúdico: la vocación literaria, las mesas de saldos de Córdoba, la toalla mojada en la cabeza para salir a la calle en verano, las fotos de los Camel de 20, sus (quizás imaginarios) amigos siquiatras, Hebe Uhart, Bolaño, un diálogo telefónico con Walsh, consejos literarios; en pocas palabras, excusas de los eventos cotidianos para escribir sobre literatura. De cada artículos, crónica o conversación (los géneros aquí son una mera intervención involuntaria) se vislumbra cómo un escritor ante todo es un atento lector que busca en los libros las razones para sobrevivir. En cada mención literaria hay una expresión de deseo, consumado, replicado, indefenso ante la oferta infinita de una literatura inabarcable. El estilo de Lamberti se aleja del academicismo, con la guardia baja intenta expresar su opinión lejos del absolutismo que impera en la crítica literaria, demuestra que la literatura bien puede contarse entre cervezas, risas y proposiciones mundanas. En varios textos hay un humor encapsulado, que se desliza por la rendija de la sintaxis sin temor a opaca un pensamiento inteligente. Lamberti intenta con fervor recrear las distintas opciones para sobrellevar un inminente ataque zombie. Este libro es la caja negra de un apocalipsis muy cercano.
Hay que atreverse a una aseveración riesgosa: La convención (6) de Débora Mundani es el último suspiro de una posible trilogía. Hay un puente entre Batán y La convención, invisible, por supuesto, pero indiscutido. Las dos obras marcan un estado, un perfume de época, como un intento de que el pasado refulja, sea bajo la primera persona o en una tercera, con nombre propio o bajo la abstracción sustantiva de “el hombre”. Un intento de sellar la historia personal o distante en la incertidumbre (nada mejor que la no certeza de los hechos) de la literatura. Este último librote Mundani, editado por Corregidor, es un fresco no solo de momento determinado (el tiempo siempre es una rémora del capitalismo), también un trabajo de observación de la cultura. ¿Porqué una trilogía? La obra tripartita de Mundani no tiene un hilo temático conductor o la intencionalidad de exponer una dimensión estilística, involuntariamente, y mas allá del orden en que fueron escritas, las tres novelas marcan una etapa de creación: Batán es un ramalazo del yo; El río (también editado por Corregidor) es el fervor de la creatividad en estado puro; La convención marca la antropología de la tribu corporativa en su detalle. La lectura en particular de esta última novela nos lleva a pensar en varios productos que fueron espejos de las turbinas industriales del neoliberalismo: el cine de Laurent Cantet; las novelas norteamericas de finales de los ochenta, principio de los noventa, donde las empresas eran (son) la estructura mental del éxito; los reality shows donde empresarios eligen dónde invertir su dinero. Una pregunta omnisciente retumba luego de finalizar la lectura: ¿cómo es posible que el poder hoy esté en manos de las empresas?
La literatura de auto-ficción es tendencia. Sobrados ejemplos existen en esta pampas, que van de la incómoda indiscreción a la anécdota moldeada para ser verdadera literatura. Desde afuera el tótem de Karl Ove Knausgård mira desde las alturas. Pero hay también otra literatura, esta vez de la Francia sucia que aborda los hechos cotidianos con su pálida y filosa auscultación: Toda una vida desperdiciada (7) de Pierre Autin-Grenier. Dedalus también publicó Todos los días lo mismo, No soy un héroe y La eternidad no sirve de nada. Autor fallecido en 2014, moderado surrealista y patafísico, encuentra en la brevedad la esencia de su literatura. Su narrativa refleja la trivialidad de cualquier acontecimiento y los provee de una poética a prueba de balas. Toda una vida desperdiciada es la segunda parte de su trilogía “Una historia”. Con un estilo refinado abunda en la banalidad del instante, corroe los límites de una realidad nada extraordinaria con el único objetivo entregarse a un momento único e irrepetible. Pero las microficciones de Autin-Grenier tienen un aditivo que lo separa del resto de los mortales: su humor es tan delicado que planea por el texto con avezada naturalidad. El tono de esa neurótica lista de momentos intrascendentes tiene su reflejo en Un hombre que duerme de George Perec.
Teoría y práctica (8) de Francisco Bitar, editado por Tusquets, es pura acción, no se detiene en la descripción que llena espacio, en digresiones complementarias, en historias complementarias. Una actividad verbal que copula indiscriminadamente con el holograma sustantivo. La ecuación narrativa es simple: promover un estado de permanencia, una especulación que mantenga la atención en el ejercicio del método (se ve claramente en los tres relatos que componen la parte “Teoría”) y la finitud en una crónica donde la revelación se encuentra sobre el final (último relato largo o nouvelle que integra la parte “Práctica”). La sintaxis austera no priva al libro de las migas poéticas que deja Bitar sin un plan acabado, la lírica de la escritura del autor santafesino es automática y espontánea. El proceso es vinculante con la apatía y el ahorro de posibilidades que caracteriza a una generación: la latencia del sentimiento previo a una separación, la amistad que tensa las diferencia, el pasado que hace eco en el vacío, una aventura amorosa en el paroxismo de un tiempo presente. Acaso la lluvia de meteoritos podrá sentirse como la famosa lluvia de sapos de Paul Thomas Anderson.
Nicolás Correa tiene varias novelas, libros de relatos y poemarios. A pesar de su edad ya tiene una madurez literaria que pone en evidencia una escritura desligada de parámetros impuestos. Es un autor que se desliza por distintos géneros con soltura, sin amarras, solo la frescura de su instinto. Heroína (9), su última novela editada por Kintsugi, se compromete con una temática ya visitada pero con la astucia de quién pretende renovar aquello que se ha convertido en clásico. Las páginas sobrevuelan La virgen cabeza y Los Pichiciegos, un diálogo permanente en la búsqueda de un revisionismo literario que agregue una nueva faceta a la cosmogonía literaria argentina. En cada libro, Correa salta del eje, moldea lo establecido, asume la transgresión que su propia escritura condensa. Y así, desde el anonimato de una musa oscura, el lenguaje ejercita lo infalible. Contar, narrar, interpretar Malvinas para escapar de la lógica castrense aún prendida a la nuca de la cultura popular. Porque este libro moja la oreja del estereotipo donde el soldado es un hombre (macho) sobrenatural con campera verde y un arma a punto de lanzar la pólvora mojada de la historia: porque un soldado nunca debería ser un niño, una travesti, un cobarde, alguien a quién olvidar o desechar. Aún hoy, la polémica invierte sus cartuchos en la pura evidencia de una pensamiento oxidado. Nicolás Correa escupe las astillas en esa sensibilidad de la que no acusamos recibo, las esquirlas de una guerra que todavía nos zumban en los oídos en cualquier tarde última.
En la noche los fantasmas y los locos merodean. La luz artificial es un plan con el objetivo de darle racionalidad a la demencia de la oscuridad. Los que vienen de la noche (10), editado por Seix Barral, es un tratado sobre personajes que tambaleantes imprimen sus huellas en los bordes de las sombras. Fernanda García Lao y Guillermo Saccomanno redescubren la esencia de la noche a partir de breves trazados donde deambula la ambivalencia de las circunstancias. La ficción acotada por la maestría de su ejecución. La poética de lo oculto, de lo invertido, se eleva como el perfume de una alcantarilla. El libro explora las posibilidades infinitas de la imaginación, no intenta explicarnos, no intenta dar respuestas especializadas sobre “lo nocturno”, es un conjunto de instantáneas sumergidas en los vapores de ese fragmento de tiempo en el que muchos duermen mientras otros viven o padecen. Reflexiones adornadas por un existencialismo feroz, escenarios paralelos, hologramas malditos de la realidad, narradores suspendidos en un vacío que nos aguijonea para llevarnos hacia las profundidades. Los que vienen de la noche es otro capítulo de la máquina narrativa de dos escritores que intentan servir a la literatura desde un plan siamés: cuatro manos, dos espíritus, una misma frecuencia creadora.