Por Janice Winkler
¡Qué regalo escuchar la voz de los maestros! Porque lo escrito se escucha, hay una música propia del autor; reconocemos la voz de quienes admiramos, incluso cuando el género al cual nos tienen acostumbrados es otro. Cuando leo la recopilación que, con lujo, Liliana Villanueva recogió de las clases de Hebe Uhart, escucho el humor punzante, de conocimiento que transita como si nada, con cierta inocencia. Las anécdotasdeChuckPalahniuk en su Strangerthanfiction me tiran la ficha de cómo se nutre esa cabecita loca loca de imaginación. Los pequeños retazos que conforman Mientras escribo, la autobiografía de Stephen King, son tan enganchadores como sus obras maestras del terror. Tal vez estas lecturas sean un poco cholulas; entrar en el mundo de autores admirados nos acerca un poco a ellos. Son libros de consulta y disfrute, de aprendizaje: nos ayudan a reflexionar sobre cómo leemos, cómo escribimos y cómo pensamos ambas cosas.Es también el caso de La piedra es el poema, entrevistas a Diana Bellessi y textos de escritura reflexiva —como nos enteramos que ella los llama—, seleccionados por las escritoras Rosa Lesca y Claudia Prado, y editados por Espacio Hudson. La voz de la poeta brilla, ladanza de su lenguaje resalta en cada línea, nos esté hablando de poesía per se, de feminismo y poesía, de traducción de poesía o de la obra de otras autoras. No quiero detenerme más en mis palabras. A continuación transcribopárrafos enteros, exquisitos. Ya los veo, amigos, volar a la librería.
«Caminar la tierra; entrar allí. Tierra como historia y suelo y fragmentación. Tierra que devuelve memoria o que la inventa. Gente, palabras. Un origen capaz de asentar una noción de futuro dentro del propio imaginario. Mi espíritu es romántico, verán. Cuando pierdes el edén, puedes encontrar un jardín, me dijeron. Tener un lugar donde se vive y un silencio con voces murmurando dentro, con un espíritu invisible que habla en la oreja y no se puede entender; tener una lengua y una historia escrita, una cultura representada que viene desde muy lejos, de los barcos. Un pájaro en una jaula. Se puede fabular esta fantasía: escribir como si se lo hiciera fuera de la cultura. Ser: la Tonta. También es posible deslizarse hacia la ilusión de ser la mujer chamán y ese es un sitio peligroso, por mimetismo se puede caer en el viejo lugar del profeta macho. Aunque una mujer chamán no pueda infligir muerte con su poder. Solo puede curar y volar hasta la cordillera del cielo. Sentimientos. Ayúdame Kiepja.»
«Cuando yo era chiquita quería vivir con la libertad que tenían los varones, quería hacer esto o lo otro como cualquier varón podría haber hecho, pero no quería ser un varón, quería ser una chica, una chica que pudiera ser exploradora en África, astronauta, o tener varios amantes, o lo que fuera, pero como chica, no como varón, y esto debe haber generado fantasías del orden de “¿y cómo es esto siendo una mujer?” Por ejemplo, estaba La hija del pirata negro, esa novelita de Salgari que yo leía con pasión siendo una niña, y ahí me daban un modelo patriarcal de cómo una chica podía ser pirata. O sea que si uno escarba encuentra cosas de qué asirse en las vivencias personales que se sellarán después con las ideologías elegidas. »
«La tarea central de mi vida ha sido la escritura del poema. De las diversas metástasis, o trabajos que se desprenden de este núcleo central, podría reconocer tres: la enseñanza, la escritura reflexiva y la traducción. La traducción —y hablo estrictamente de la traducción de poesía— es quizás la más próxima a la escritura del poema; se lleva a cabo en un lento proceso de ensimismamiento y de silencio, pesando a la vez la masa sonora de un canto, de un habla, originada en otra lengua que no es la materna. Exige también dar cauce, a través de la emoción propia, a pensamientos y emociones de una voz ajena. Algo que el poeta reconoce en su propia escritura, cuando al decir yo, se siente decir una voz próxima y a la vez lejana; se siente traducir en sí mismo algo que parece venir de comarcas lejanas en el tiempo. Traducir poesía requiere, a la vez, la precisión de un oficio lentamente amasado en la práctica de los días de una vida entera. »
Amasar, amasar, amasar, me gusta esa palabra, la uso, me gusta que la use ella, Diana Bellessi, una de las mentoras. En una época intenté ser religiosa y uno de los motivos por los cuales no pude era la figura del maestro, que era uno solo, único. Hay tantas voces de las cuales aprender. Acá tenemos una.Exquisita.
Título: La piedra es el poema (2015)
Autoras: Rosa Lesca y Claudia Prado
Editorial: Espacio Hudson
Género: Entrevistas