Por Kuky Bausaldo
En La Plata, llueve y preocupa. Las bocacalles se atragantan, las calles se sobrecargan, las ramas se caen, y ojo con la basura que no fue recolectada. Una lluvia colapsó la ciudad. Una lluvia puso a flote el abandono estatal. Una lluvia terminó con muertes. Por eso preocupa. Preocupa en el estrés medio del Casco Urbano ordenado. En los márgenes desalineados, la lluvia más que preocupar obligó, siempre, a ocuparse. En esos márgenes, la basura tiene su basural, las casillas tienen –que tener– aguante y los arroyos, cuando llueve, se desbocan y arrastran. Con esas lluvias y también con la lluvia, con esos márgenes y esas costumbres, Esteban López Brusa relata un día y un año en El lecho, sin poder detenerse en lo frenético de la urgencia.
La protagonista es Daniela. Ella labura en una feria, tiene miedo cuando vuelve de noche, reta a los chicos cuando andan por el basural, hace malabares para que los suyos coman, duerman, vivan. Daniela es una joven mujer de barrio, del margen, de ese universo en el que se mete Brusa para meternos con él. Ella vive de forma cotidiana en la urgencia del fin de mes, del mango difícil, de ir a las corridas para el Hospital, entre discusiones con el jefe y los miedos de una madre. En ese marco es donde se incorpora la lluvia. La de cada día y la que dejó la marca. Ahí la urgencia se atraviesa con la emergencia propia de ella, de los suyos, del barrio, de la ciudad entera, hilando los protagonismos de las mujeres que están en distintos lugares, con diferentes urgencias –en la feria misma, en la cooperativa del barrio, en la municipalidad, en alguna casa amiga, en la propia–, que son quienes toman las decisiones en cada punto y aparte del recorrido.
El ritmo del universo de El lecho va al palo. Acorde a las circunstancias, no tiene tiempo para detenerse en las formas del lenguaje ordenado de la cuadrícula platense. Al contrario: las palabras desbordan el Casco Urbano y llegan con olor a calle de tierra, a basural, a la costumbre de la pobreza, a la espera que no quiere esperar más nada. Es un relato que no sólo se lee, sino que también se escucha. El acento del barrio se siente más allá y más acá de las protagonistas. El narrador está impregnado de ese tono, como un habitante más del margen, que sigue a Daniela en su peripecia de supervivencia en una ciudad detonada.
El lecho no es una crónica del 2 de abril de 2013 en particular, no nombra a los funcionarios, no denuncia la desidia ni los muertos. El lecho no juzga. Tampoco da lugar a las cámaras de ningún medio y los debates que dijeron proponer. El lecho nos habla de la lluvia. Y de La Plata. Pone en diálogo ambos lados de la avenida Circunvalación. Es una vivencia y un recuerdo. Es una novela para leer bajo techo: la lluvia cae casi todo el tiempo. El relato atraviesa la memoria reciente y pone el dedo en la marca de la lluvia que cada unx siente en su propio recuerdo, en su propio cuerpo. Porque cuando llueve, en La Plata, preocupa y no es para menos.
El lecho (2017)
Autor: Esteban López Brusa
Editorial: EME
Género: novela