Por Julián Lucero
Los microrrelatos de Daniel Florentino López mutan constantemente entre lo verosímil y lo fantástico, sorteando cada punto final, cierre o sorpresa, construyendo un vínculo dimensional con el lector. Cada fragmento es un universo inestable y complejo, esperando estallar para llenar el espacio de reflexiones, percepciones y un poco de tensión; porque el minimalismo no existe precisamente en esta colección de pequeñas ficciones, por más paradójico que resulte.
El domador de recuerdos deleita con sus historias fugaces, que adquieren entidad hurgando en los rincones más diversos del pensamiento humano: ácidos, añejos, nostálgicos, morales, racionales, no tan racionales y en absoluto racionales. Leer estos relatos me llevó a revivir capítulos de Cuentos asombrosos, una serie de los 80 dirigida por Spielberg, revestida de fantasía; tan impredecible como perfecta.
Letras asesinas retoma el mito que circunda sobre las maldiciones que subyacen detrás de algunas leyendas del rock. Un grupo rinde culto a satán y, bajos los efectos de la frase de un tema musical que se repite, muertes masivas comienzan a suceder. El final revela una melodía, que combinada con las letras, produce un efecto mortal. En este punto no hay más texto; el lector queda solo con sus pensamientos, tal vez buscando esa melodía y esa letra, que tal ve existan y, tal vez, se le erice la piel tratando de concebir esa canción perturbadora en reiteradas ocasiones antes de acostarse.
Una herencia bastante peculiar le llega al personaje de Gallo de riña. El conflicto que encierra esta herencia, termina desatando un hecho que pone en tela de juicio la autonomía que creemos tener sobre nuestros ideales, ¿Quién define a quién?
En El escritor realista Samuel Hersog toma muy en serio su trabajo y resuelve vivir para escribir. El gran Laiseca reformuló, agregando “hay que vivir mucho”, lo que el gran King dijo sobre la tarea de escribir: “Hay que leer mucho y escribir mucho “. También King dijo algo de los adverbios, pero no viene al caso. La cuestión es cómo se ficciona en este cuento el pensamiento de un escritor experimentado: hay que vivir para contar. López le brinda la oportunidad de vivir a Hersog, para enriquecer su obra y convertirse en un gran escritor. Terminamos entendiendo también que todos tomamos decisiones y pagamos el precio.
El lector describe un mundo guionado, tan perfecto y utópico que sólo puede ser exaltado por el universo onírico, que revela, tan sólo, un fragmento de la posible realidad.
Hace poco tiempo leí una novela sobre una casa bastante peculiar. Su dueño realiza mediciones del interior del edificio que, curiosamente, exceden a las del exterior. Cuando empecé a leer El domador de recuerdos no pude dejar de pensar en esa situación literaria, fantástica obviamente, traducida al análisis holístico de esta obra. Microficciones que se expanden y exceden las páginas; cantidad caracteres que no son cotejables con la masa de sensaciones, de reflexiones que despierta asimilar todas estas historias. La divergencia con respecto a la novela radica en que, todo ese universo nuevo y extraño que Daniel Florentino López despliega para nosotros, es sumamente atractivo, magnético. No existe miedo al vacío, a lo no material. Sí gratitud, por la experiencia como lector y por el esfuerzo de escribir microrrelatos, que resulta una tarea bastante ardua si se hace con calidad.
El domador de recuerdos (2016)
Autor: Daniel Florentino López
Editorial: Autores Argentinos
Género: microficción