
Por Pablo Aranda
“YA no se ve el bosque” así comienza Camino invisible, el primer poemario de Fernanda Manzanal. Trasmutar, andar por mundos paralelos, desplazarse de orilla en orilla, cruzar las aguas, estar en dos espacios al mismo tiempo, volverse invisible como la música son algunas de las vueltas que nos propone este libro.
Si la definición de camino es espacio o recorrido que hay entre dos puntos, entendido así será aquello que sólo se puede nombrar una vez transitado. Ahora bien, Fernanda Manzanal nos acerca otro sentir, al que sólo se accede por medio de una experiencia sensorial intensa. Lo que trato de decir es que no se realiza a través de la práctica visual dominante; sino de la necesidad declarada de “volverse animal y que el olor nos guíe / hacia una de las cuatro salidas”. Manzanal sabe que el poeta –al igual que Hermes–hace uso de su condición de dios de los caminos y nos invita a cerrar los ojos y, una vez en viaje, nos llama a tocar la naturaleza, a entrar en ese trance: “estoy a la intemperie / pero no la entiendo”. Sin embargo, el paseo poético se balancea frente a la ciudad en su repetición y aburrimiento: “la arquitectura borra el horizonte” y sólo “se expande lo corpóreo si cesa la pavimentación”.
El libro se divide en tres secciones. La primera, denominada La repetición, contiene once poemas, en donde se pone en marcha el viaje desde el interior y allí se avizora la costa: “Necesito como el agua recuperar el cauce” confiesa el yo poético y anticipa “El fin es la campana de una catedral: / siempre estamos entrando y saliendo de ella”. La segunda, titulada Un descenso, incluye siete poemas, donde la autora interroga “¿Qué nos lleva a buscar lo que nos desarma?”, internándose en una Catábasis cual paisaje iniciático con resonancias en el mito griego, romano y en el relato judeocristiano. Por último, la sección titulada Tan veloz, contiene once poemas y allí “el tiempo se vuelve tornado”, se congela, se tensa o estalla multiplicándose.
Ahora bien, en el camino se nos recuerda que “muchas veces estamos al punto del desvío”, por lo que me animo a decir que inversión y surgimiento son marcas y movimientos constantes en este libro. Esta marcación cuenta con una serie de particularidades que arman y desarman, suben y bajan en la escritura. Una de ellas, y que señalo con particular atención, es la decisión de no titular los poemas. No obstante, la poeta deja una incisión de su primer paso sobre ellos, a decir, cada uno comienza con la primera palabra en mayúscula. Algo así como si el yo poético buscara dejar miguitas de pan en este camino (in-visi-bilis) para permitir el regreso y así volver visible la experiencia. Sólo tres poemas se escapan de esta marcación: uno, seriado en cuatro que se incluye en la primera sección y dos más, uno numerado en dos y otro en cinco que se ubican en la segunda parte del libro. En esta disposición e inscripción en el camino la poeta aguza la escucha y toma posición: “la historia está viva y susurra / interviniendo nuestro propio camino”.
El lector queda invitado a cerrar los ojos y recorrer este camino, a habitar y fundirse en el paisaje subterráneo, ese espacio donde se descose la ley de la gravedad y a repetir allí un descenso tan veloz donde “es el silencio el que enciende la señal invisible”.
Fernanda Manzanal (Buenos Aires, Argentina, 1974) es Licenciada en Comunicación por la Universidad de Buenos Aires. Fue seleccionada en el Festival Internacional Grito de Mujer para integrar la plaquette de poesía Ellas por Ellas (Clara Beter Ediciones, 2020). Camino invisible (Editorial Lisboa, 2020) es su primer libro de poemas.
Camino invisible (2020)
Autora: Fernanda Manzanal
Editorial: Lisboa
Género: poesía
Complemento circunstancial sonoro: