Por Coni valente
La piel de la oruga de Melisa Mauriño es el poemario ganador del Primer Concurso Nacional de Poesía de la Editorial Viajero Insomne, realizado en el año 2015.
La autora cría polillas y mariposas. Pasatiempo atípico por cierto, pero lo menciono adrede, ya que mucho explica la temática que veremos aquí. Este compendio de poemas revela las aristas del amor con metáforas extraídas del mundo de la biología y centra su visión en un raro cruce entre la naturaleza animal y la humana.
Las mariposas nacen de una oruga y su proceso de transformación es veloz pero especialmente delicado. ¿Son así las relaciones humanas? La respuesta a esa pregunta es posiblemente lo que intenta aquí Melisa. La poesía está puesta en función del relato de esa metamorfosis efímera pero no por ello, menos bella. Pensar el amor en términos fugaces puede ser una opción, pero mientras avanzaba en la lectura recaí en que quizás la intención más genuina sea la de capturar esos breves momentos de crecimiento que, indefectiblemente, desembocarán en la muerte al fin.
La mirada de Melisa frente a las relaciones es puntillosa, por momentos, fragmentada, como si analizara minuciosamente las partes que van convirtiéndose en una forma nueva, única y construida por una seguidilla de instantes precisos y preciosos. Como fotografías de momentos, como instancias accesorias en presente pero que en futuro nos darán el nombre de algo que fue, que ha sido.
Muere la vida, mueren los sentimientos, morimos nosotros y el mundo sigue girando como si nada, pero lo que queda más allá, trascendiendo el tiempo y la distancia, es todo lo que Melisa expresa con sus poemas. De algún modo, La piel de la oruga va in crescendo, va relatando el paso a paso del fin, del duelo último, de lo que va muriendo. Partículas de un universo más grande expuestas aquí de un modo poético, sensaciones acumuladas que armaron un camino hacia el final.
A veces, Melisa suena trágica pero encuentra muy bien la forma en la que ese drama se cristalice en sus letras de una manera no tan triste. Es melancólica y conmovedora pero trasciende la pena y presenta el camino como un proceso natural. Siempre hay algo después: el recuerdo.
Escribir el recuerdo es un modo de desandarlo y de volver a rescatar aquello que nos heló la sangre, que nos hizo reír con fuerza, que nos devastó o lo que simplemente estuvo ahí sin provocarnos nada. Escribirlo es parte de ese final, de ese proceso, de eso que nos empuja a cerrarlo como modo de sanación personal.
La pregunta es: ¿dónde queda el recuerdo impregnado? Posiblemente en la piel. Esos retazos que se caen, que nos despellejan, que nos hacen ser lo que somos y nunca más lo que fuimos. Todo nos cambia e indefectiblemente nos lleva a la muerte. Más rápido o más lento, nos desvanecemos. Melisa captura en sus versos, las imágenes inmortales, las letras que no mueren, los sonidos que se escriben, las sensaciones que se tocan.
La piel de la oruga (2016)
Autora: Melisa Mauriño
Editorial: Viajero Insomne
Género: poesía