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Reseña #71- A history of violence

 

solotempes (22 de 1)

Por Sebastián Uribe Díaz

No sé cuántos de los que leerán esto han tenido la oportunidad de ver la película de Cronenberg (protagonizada por Viggo Mortensen y María Bello) que da título a esta reseña. Una película donde la violencia se va incrementando con el correr de los minutos, llegando la atmósfera a trascender la pantalla del televisor y ser capaz de aturdir a quien esté viendo la película en la tranquilidad (luego de la película, desterrada) de su sala. Una película imprescindible. De ella me acordé mientras avanzaba con las páginas de Derretimiento. De esa película y de la La naranja mecánica, un clásico de los setenta. Pues en este libro abundan las escenas escabrosas. Aquellas que lo dejan a uno atónito por el nivel de decadencia moral al que puede llegar el ser humano en situaciones límite. Pero no escenas aisladas para impactar por momentos. Sino unas que construyen una historia con un mensaje: el hombre puede ser el más vil de los seres que habitan este planeta si se lo propone.

Acostado boca arriba podía respirar sin dificultad, quizás fuera ese el único movimiento que se permitía. Era como estar apretado entre dos paredes, la nariz y la cara y el resto del cuerpo aplastados. El protagonista de esta novela, es un psicópata que empieza a rememorar su infancia cuando se hallaba postrado en una cama. Inmóvil. Indefenso antes los abusos de los cuales era parte. Débil por una enfermedad que lo carcomía físicamente. Un pedazo de ser humano para los demás, cuyos cuidados iniciales se van perdiendo con el transcurrir del tiempo. Nótese en estas líneas:

Me convertí, para ellos, en una botella o una caja de latón, vacía no solo de alimento sino también de respuestas vitales, de sentimientos, y que además debía ser constantemente cuidada, limpia, ser vida.

¿Acaso no recuerda al personaje rechazado por excelencia de la literatura del siglo XX? Sí, a Gregorio Samsa. El protagonista se vuelve asqueroso como un insecto para su familia. Algo de lo cual buscan deshacerse. Una cosa que no hace más que generar repulsión. Mi cuerpo era un muñeco con las terminales nerviosas irritadas cuyos cables llegaban, como ríos afluentes, hasta la posición medular, mi extenso podio interior. Pero había otra cualidad esencial en ese cuerpo, tal vez la más determinante: la memoria.

Una infancia destruida por la enfermedad. Tanto la física, como la que dañaba su espíritu de seguir sobreviviendo. Se me notaba en la cara; suspiraba mucho. Pero lo peor era la tristeza. El deseo de reincorporarme a las actividades de los demás sin ser una carga se veía frustrado una y otra vez. (…) Me derrumbaba llorando, y alimentaba lástima. //En la mente se me produjo un agolpamiento de preguntas e imágenes que no conducían a nada. Mi cabeza daba vueltas imprescindibles; sentía la agitación del pecho, podía oír sus sonidos graves; eso la debilidad, eso era ser pequeño, indefenso, inútil, desprovisto de todo.

Ya de grande, en su proceso de adaptación a una sociedad de la cual se ha ausentado por años, es testigo de una brutalidad sin igual. Las imágenes que recibe en sus primeros acercamientos son capaces de estremecer hasta a las personas más duras La imagen del asesinato de un indefenso animal son narradas de una manera tan limpia y directa, que uno termina preguntándose qué más puede esperarse al seguir avanzando el libro. Y Daniel Mella nos dice que sí. Que aún falta el verdadero descenso a los infiernos.

Intento gritar pero ni un gemido. La materia igual me envuelve, me hundo y no encuentro un fondo. Cuando la onda está a punto de ahogarme, cierro los ojos y la ilusión desaparece.

El viaje al desierto (representado en las dunas de un litoral costero), como en el Nuevo Testamento sirve como metáfora del aislamiento. De la preparación mental de lo que está por venir. Pero a diferencia de la Biblia, lo que viene no es el sufrimiento de quien vuelve al mundo. Sino el de los demás. Es un demonio que desciende a la Tierra para verla arder. Para causar caos y desatar la locura. Para volverse un ser sin conciencia moral. Sin dudas éticas.

Los llevo como puedo hasta la choza. A veces los cargo, otras los arrastro. El detalle de que no se suelten me hace sentir una inmensa repulsión, no hacia mí ni hacia ello, sino respecto a algo que no puedo definir ni tocar.

Que no tiene contemplaciones para ver a los demás seres humanos como materia que puede desecharse. Algo intercambiable y que no tiene valía más allá de un cuerpo con límite de tiempo: La veía, una gorda llena de bufidos y huesos esponjosos, hundida en los almohadones, y no servía para nada; ni para ella misma.

Que no ha encontrado más mecanismo para desahogar toda su rabia y odio contenidos a través de los asesinatos. Pero sobre todo, su frustración. Eso. La frustración de haber sido tratado como menos que un ser humano de niño. De no haber tenido la misma oportunidad de percibir el mundo como los demás. La desigualdad. Y que por ello no llega a encontrar un sentido a su vida. Crisis existencial que lo lleva a una degeneración total.Hay una cuota de rabia que llevo desde hace tiempo, y que arruina estos momentos, probablemente únicos en el día, haciéndolos más preciosos pero más patéticos también. Me maldigo, y ese es, quizás, el único dolor que llego a sentir, el más profundo; los ojos se me anegan de lágrimas.¿ Qué es de mí? Eso es lo que no sé.

Y que lo acompaña hasta sus últimos días.

Bueno, esa es la vejez. El tiempo medido por los pasos cortos de un mastodonte. Y ese ovillo, hecho de recuerdos e imágenes, distorsionados por la ficción y rodeados de la apestosa nebulosa que proporciona la compasión por uno mismo.

Poco más de 100 páginas le sirvieron a Daniel Mella, cuando tenía 22 años (sí, 22 años), para escribir una historia de terror y esbozar a su vez la decadencia moral en la que se encuentra el mundo hasta nuestros días. Capaz de crear atmósferas de cine gore y explorar la mente de un psicópata, estremeciendo al lector que por momentos llega a temer lo que está por venir, pero igual sigue leyendo. Derretimiento es una novela de culto, que gracias a la nueva editorial independiente Santuario llega a nuestras manos, más de una década después de publicada por primera vez en Uruguay y España.

Si quieren temblar con un libro, este es uno de los indicados.

Derretimiento (2015)

Autor: Daniel Mella

Editorial: Santuario

Género: novela

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