“Creo que la vida no tiene sentido a menos que se viva con la voluntad de llevar al límite los deseos”
Paul Gauguin.
Por Coni Valente
La cocina del infierno, relatos de un mundo inhóspito es la última obra publicada por Fernando Morote, en la que un grupo de limeños creen encontrar “la salvación” en un espacio que les es ajeno, pero hasta no verse insertos en ese fragmento de realidad diferente no caen en la cuenta que la distancia que separa su Lima natal de este Manhattan violento no es más que un boulevard de sueños rotos.
El inmenso drama social que se refleja en el libro está atravesado por las penurias del desarraigo, la falta de pertenencia y la inserción en una idiosincrasia diametralmente opuesta a la de crianza. Pero también pone de manifiesto los pensamientos y sensaciones tortuosas que pueden acechar a aquellos que no se atreven a dar el salto.
El Narizón, el Conde, el Doctor y el Champero son el resultado de una ecuación latinoamericana que conjuga las variables comunes a cualquier país de la región: pobreza, falta de infraestructura, ausencia del Estado, derechos relegados y crisis permanentes. Frente a tal designio de futuro condenado a la marginalidad, los ingobernables deciden emprender el viaje y probar suerte en el exterior, pero no todos. Y en ese protagonista que no se arriesga, el autor coloca la cara inversa del exilio voluntario.
La exclusión ligada a la inmigración y la emigración son las problemáticas que atraviesan cada una de las páginas de La cocina del infierno y ponen de manifiesto con un lenguaje directo y crudo la identidad de ese grupo de limeños que se diluye cuando se hallan en un entorno geográfico diferente pero que sigue intacta al retornar al origen.
La nostalgia sobrevuela las almas de esos cuatro salidos de Pompeya, cuatro pequeños hombres con grandes sueños que intentan llevar al límite para que no sea vana la vida. Deciden aplicar con pasión todo aquello que solo pudieron observar pero que no lograron materializar lejos de casa.
Vivir adentro o afuera no les hizo la diferencia, finalmente. Siguen siendo el Narizón, el Conde, el Doctor y el Champero enclavados en medio de esa urbanización que los vio crecer. “Escaparse” no modificó aquella circunstancia que los empujó al éxodo pero los hizo incorporar en sí mismos una mirada que se resignifica tras volver.
Pompeya no era la misma- dijo el Narizón, pero al cabo de un rato el Conde reflexionó: -¿Se han fijado que hay una cosa que no ha cambiado? La gente sigue meando en las calles.
Ligarse en una cruzada para evitar las meadas los volvió a reunir tras un objetivo que siempre había estado ahí a pesar de la distancia: ser mejores pero los mismos.
El libro representa un círculo perfecto entre irse y quedarse a la vez que construye ese boulevard de kilómetros relleno de experiencias mucho más sórdidas de lo que puede imaginarse, en donde el sueño simplemente no existe, pero mientras se persigue no se esfuma. Ni en Lima, ni en Manhattan.
Fernando Morote nació en Piura (Perú) en 1962. Es abogado y vive en Nueva York. Realizó varios cursos de literatura y escritura en diversas universidades de su país natal. Tiene dos novelas escritas (“Los quehaceres de un zángano”-2008 y “Polvos ilegales, agarres malditos-2011), el libro de relatos “Brindis, bromas y bramidos”-2013 y edito sus poemas en “Poesía Metal Mecánica”-1994. Colabora con algunos periódicos y escribir es su pasatiempo predilecto.
La cocina del infierno (2015)
Autor: Fernando Morote
Editorial: MRV editor
Género: novela
Bien, ampliamente recomendable reseña de «La Cocina del Infierno», del escritor peruano radicando en NY, Fernando Morote, gran carnal.
En lo personal, mi parte preferida es en la que se asemeja la estructura del texto en la técnica de ejecución de Pollock, en un goteo, chorreo, que va agujereando el cráneo, como la gota a la piedra.
Sigue adelante con las reseñas, saludos desde México.
Pues parece que plantea una buena reflexión este libro, bien por él.
Muy Bueno.
Muy contenta con la publicación de la novela de Fernando Morote, un escritor de gran valía. Empecé leyendo sus crónicas y me hice adicta a ellas. Descubrí un escritor profundo desde el humor ácido y esta reseña no hace sino confirmar el talento de Morote para escribir sobre temas varios y difíciles.
Aplaudo este libro que pienso leer y espero continúe en la saga.
Fernando Morote es el escritor más talentoso de las últimas generaciones. He seguido su obra, sus crónicas y este extracto de su novela confirman mi apreciación sobre su destreza a la hora de capturar la atención del lector y llevarlo de la mano por laberintos que pueden ser tanto oscuros como estallidos de colores y así como maneja el humor negro no deja la ternura, que vive en la piel de Morote. Bravo por la novela, Fernando.