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Reseña #365- Con hambre de ciudad

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Por Julián Lucero

Las venganzas sutiles de Pablo Mourier están expuestas como las piezas de un museo extravagante,  mezcla de obras provocativas, intrigantes, pulp, fantásticas, con alma de barrio y costumbrismo arraigado en cada frase.  En la dimensión que construye el autor,  nada es lo que parece; las intenciones se pierden, se convierten o están disfrazadas;  la traición, la decepción y hasta la locura entretienen, muestran su otra cara y resultan tácitas, jugando con nuestra percepción de la realidad, con nuestros esquemas preestablecidos.

Subí la ventanilla, por favor. Enseguida llegamos”, dice el personaje de uno de los cuentos, un taxista que lleva a una joven a su trabajo. La frase simula ser predecible. Podríamos intentar predecir el final de la situación que tiene olor a encierro, a abuso. Pablo Mourier juega con los intentos de anticipación, tiende una trampa a los ansiosos y en un párrafo define y remata un relato con la calidad engañosa propia del género fantástico o del policial negro.

“¡Me dijeron que la casa perteneció a una pareja de hermanos… y que un día se fueron sin explicar nada a nadie!  Qué gente rara, ¿no?” Al leer este fragmento uno puede dilucidar las corrientes que hacen a la escritura del autor, cuál es el efecto que intenta causar. Cuentos que son homenajes a grandes escritores, que los evocan y  reproducen; los trabaja y se los apropia, generando un vínculo tan nostálgico como lúdico con el lector.

La variedad de tópicos que identifican a estos relatos pueden perfectamente recordarnos a un guión de Tarantino o algunos cortos de terror bizarros,  menos populares. La pieza cinematográfica clase B de los años 80 “The pit”, se instaló en mis pensamientos,  cuando una de las protagonistas dice “Estoy de vuelta, miren lo que les trajo mamá”. La calidad de los cuentos yace en la dinámica que conecta su contenido con lo que los lectores tenemos archivado en alguna parte del cerebro, recuperando el pasado a través del presente.

Muchas leyendas urbanas e historias negras conforman esta obra, están ahí agazapadas en relatos que parecen de los más mundanos y cuando menos lo esperamos surge una Emilia Basil, la libanesa que mató a su amante y lo convirtió en empanadas y salpicón para vender en su comedor. Una Emilia Basil con  móvil distinto, marcada e identificada de esta manera por la oscuridad y brutalidad de sus actos. La típica historia del muerto que se levanta en pleno velorio, ha ocurrido tal vez, en todos los barrios, ciudades,  pueblos y colonias del mundo, aunque nadie jamás supo qué pasó con ese muerto vivo o con los que lo rodeaban. Pablo Mourier nos relata el después de ese muerto, del que todos sabemos mucho,  aunque en realidad no sepamos nada.

Las plazas, los barrios, las casas, las canchas de fútbol son los escenarios que enriquecen a las Venganzas sutiles. No en su reducto de mero espacio físico;  es la dinámica con los personajes y sus dilemas,  sus mañas, su sed de algo en lugares que podrían ser desolados pero que tienen historias que contar. Mourier se apropia de las costumbres,  del existencialismo y  hartazgo que convocan estos lugares y crea situaciones que conducen a los personajes a un estado de entropía sin despojarlos de su humanidad.

Dieciocho historias de una ciudad caníbal, de paisajes hambrientos y situaciones extrañas. Dieciocho formas de divertirse, recordar y de vivir y revivir fantasías urbanas.

Venganzas sutiles. Dieciocho historias de una ciudad caníbal (2016)

Autor: Pablo Mourier

Editorial: Bärenhaus

Género: cuentos

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