Por Mariana Travacio
Carolina Musa es una poeta rosarina. Nació en Rosario, pero pasó toda su infancia y su adolescencia en Orán, en la provincia de Salta. Después volvió a Rosario, a estudiar, y ahí se quedó. Es licenciada en comunicación social, estudió cine, y museología, y es artesana: hace unas preciosas marionetas de madera. Trabaja como correctora editorial, coordina talleres para niños y es co-editora del sello rosarino Libros Silvestres.
Me llamó la atención el título del libro, porque lo tenía a Ebbinhaus asociado a la teoría del olvido, y estos poemas parecían detenerse, más bien, en un afán de memoria. Entonces la llamé a Carolina y le pregunté cómo había surgido la idea del título asociado a estos poemas.
Me dijo así:
“Estos textos nacieron de un modo raro para mí. Yo tenía varios poemas que daban vueltas sobre episodios de la infancia. Era muy evidente que los aglutinaba -como tema- la memoria, porque se trataba de mis padres, de mis abuelos.
Así que me puse a leer investigaciones sobre la memoria, buscaba algo, no sé qué, cuando encontré a Ebbinghaus. Me atrapó primero esa palabra, me parecía extraordinaria su sonoridad y otras tonterías que en general me encantan como, por ejemplo, que tiene dos b larga y esa h intermedia que le pone un toque de misterio. Pero además me enamoré del personaje. Ebbinghaus era un filósofo muy menor, que prácticamente traicionó a su disciplina cuando se puso a estudiar sobre la memoria utilizando un método cuantitativo. Hacía sobre sí mismo unos experimentos muy ridículos, donde anotaba una serie de sílabas que no tenían sentido, sílabas sueltas, que después repetía. A los 15 minutos se acordaba toda la lista, a las dos horas se acordaba la mitad, y mientras más pasaba el tiempo podía retener menos palabras… Entonces, llegó a esta conclusión que es prácticamente del orden de lo evidente: Cada vez se acordaba menos.
Cuando encontré eso, me pareció que era el punto que aglutinaba a los poemas y así fue, no sólo por sus consideraciones sobre la memoria sino también por esa suerte de descubrimiento de lo obvio, que para mi estaba a la altura de las preguntas que yo me hacía sobre la veracidad de esos episodios, sobre la invención como estrategia de la memoria, y sobre la poesía como una suerte de refundación del propio pasado”.
Ahí termina la respuesta de Carolina, que quise citar textualmente, porque me parece que define muy bien lo que construyen estos poemas: ese esfuerzo por retener un rezago, un resto de infancia, esa voluntad por construir un recuerdo, a partir de la memoria, tan fragmentaria, que se construye a retazos, que se inventa. Carolina Musa se sirve del humor en estos poemas, y de la ternura, en ese afán por tejerse, por reconstruir, por construirse.
Les dejo un poema, que se llama Postal de verano, y dice así:
Con las valijas en la vereda
de la casa de la infancia es decir las valijas
en la infancia misma, de algún modo
(los vecinos duermen)
podría robar el cartel de la despensa
la claridad, el cielo, la basura del corso
tirada entre los yuyos
para mi colección de souvenirs:
aerosoles sin nieve, botellas de plástico
papeles, bolsas, envoltorios
y hojas de coca masticadas y escupidas
(un sarpullido triste sobre el suelo)
En la esquina
-justo bajo el farol clueco
donde fumó Agustín en los noventa
con un gesto viciado de galán de TV-
estaciona el camión municipal
y se apean dos mamelucos amarillos
cargando una hoja de palmera
y una pala de albañil.
Uno barre, el otro junta.
La sincronía es imperfecta, de hecho
parecen dos robots drogados cada vez
que uno barre la polvareda sube
amontona los papeles y envoltorios
levemente hacia el cordón, el otro
arrastra la pala por la calle duda
antes de acometer contra el apenas montículo
después tira el cargamento de la pala en el camión
con lasitud enervante, ambos
de súbito se detienen:
el de la pala se apoya sobre ella y cruza los pies
como un bailarín en descanso
el otro nada más ve la coupé taunus
que dobla la esquina y me descubre
espiando en plena calle, por si acaso
no levanto la mano, el de la pala
me devuelve indiferencia: bosteza
a tempo con la ruinosa casi escoba
que agita lánguida el polvo, la polvareda sube
la claridad acobarda.
La curva de Ebbinghaus (2017)
Autora: Carolina Musa
Editorial: Baltasara Editora
Género: poesía