Por Janice Winkler
Voy a paladear este libro, como cuando se intenta – a lo MasterChef – descubrir cada uno de los ingredientes que se usaron en un guiso. Quiero absorber poco a poco todos sus sabores. Amor a primera vista. Un gordito rojo y fortachón, 12×16 cm, que me presenta Pablo, lo ubica sobre la mesa del bar, y yo ya pienso que me lo quiero llevar a la mesa de luz, o a la ratona para que todos lo vean. No es lo que pensás, de Ana Ojeda, es el libro del que hablo. Al primer golpe de vista, eso, el amor y también, al instante, pienso en una Mamuschka (en realidad, Matrioska o muñeca rusa), pero como “no es lo que pienso”, el collage de imágenes no viene de la ex URSS, sino de más abajo en el planisferio: India. Voy a diseccionar este libro porque se presenta en capas que tienen que ser miradas y, en ese sentido, yo no estaba tan equivocada, hay un “mamuschkismo” que se va revelando página a página, como un universo dentro de otro dentro de otro dentro de otro, y así.
Entonces, primero, el flash de amor con la edición, pero las apariencias pueden engañar y todo eso, así que dispongámonos a leer. Enseguida se suceden una serie de epígrafes (uno de ellos – cita de Teoría King Kong – por partida doble en traducciones distintas) que culminan en el calambur de Quevedo “Entre el clavel y la rosa, su majestad escoja”, con la necesaria nota al pie que cuenta la arriesgadísima hazaña del muchacho Francisco, una de las tantas explicaciones que recorren la novela. Ahora, si se supone que el epígrafe resume o sintetiza la idea general o el estilo de un libro, en este caso, las citas que dan comienzo a la novela me salpican pistas de humor, inteligencia, perspicacia.
Hace cosa de ocho años se casó una amiga y, desde su luna de miel, mandaba emails que supuestamente contaban el feliz viaje, pero a mis ojo-oídos sonaban lamentos como campanitas tristonas. Que en Vietnam no se podía cruzar la calle, que las ratas andaban como peatones, que la comida era “too spicy”, etc. Y yo, en ese momento creo que no la entendí y me quejé de sus quejas. Recordé esta anécdota porque la historia de No es lo que pensás va por ese lado. Las hermanas Tilde y Lota, oriundas de la “República de Boedo” (¿Desliza el amor por su barrio la autora?), viajan a la India, casi por error, a hospedarse en la casa de Gunwanti y Abhay, los bien-posicionados suegros (no legalmente aún) de su hermano Américo, y se encuentran con un tren de vivencias incómodas. Se devela entonces el título: No es lo que pensás. Te vas de viaje a pasar grandes momentos, a conocer uno de los países a los que todo el mundo quiere ir, por exótico, por cuna de insondables dialectos, por colorido, por la cuisine, por el Taj Mahal…Pero Lota y Tilde, Tilde y Lota, se encuentran casi secuestradas por la familia política de su hermano, que no las deja solas ni por casualidad y las manda como princesas con chofer para todos lados a la no aventura. Sin embargo, cuando se dan a la fuga y logran, de a ratos, liberarse, tampoco pueden disfrutar a pleno en medio del machismo todo y de la pobreza, y de un quilombo que la Lonely Planet no parece reflejar.
“— ¡¿31 de diciembre y me voy a quedar fiambre a las diez de la noche?! —agita Lota con movimientos copa de árbol en ambos brazos—. ¡Ni loca, ¿me entendés?! Ni loca, muerta y rematada. Yo salgo. Yo salgo ya mismo. Aunque sea por acá, incluso para conocer Chembur, dar una vuelta. ¿O hice doscientos mil kilómetros para dormir en un departamento del cuarto piso?”.
“—¡¡Esto es una mierda!! ¡Una reverenda mierda” —estalla Lota—. ¡¿Qué voy a sacar en la foto?! ¿A un viejo de 290 años explotado por un sistema que lo obliga a laburar como un chancho dieciséis horas por día para poder sobrevivir con la cabeza siempre metida en la inmundicia de la indigencia?
Sin embargo, la indignación de las exploradoras no limita al lector en sus ganas de seguir. Todo lo contrario, la novela funciona también como una suerte de guía de viaje con un sinnúmero de las ya nombradas notas al pie, que cuentan los orígenes y la historia de cada uno de los sitios turísticos que recorren las hermanas. Por otro lado y en el mismo sentido de seguir viajando, el ritmo de la novela es, a mi entender lector, el ingrediente estrella de este plato tan variado. ¿El curry tal vez? El narrador que cuenta las peripecias de las hermanas lo hace en una suerte de danza de palabras; algunos neologismos, explicados con mucho humor también al pie (y claro que la figura de Arlt aparece con una sonrisa) surgen con naturalidad, como en un diccionario infinito, pero NO a la manera del miedo periodístico a no repetir y de su necesidad de sacar sinónimos de la galera, sino a la manera de la poesía mientras que, al mismo tiempo, el relato está clarísimo. “Una larga plataforma, angosta —apenas un par de metros de ancho— se proyecta sobre el mar Arábigo como abrazo desesperado y a destiempo, abombando su final en un terreno agolpado a lo ancho que acomoda sobre él mezquita orgullosa en esplendor, recortada contra un cielo azul y una humedad pegajosa. Hace mucho calor. Desde la estación de Bolivari, donde se encuentran las viajeras luego de breve traqueteo ferroviario, una vez más dicharacheras y felices de haber recuperado libertad de movimiento, vapuleadas por la peste a meo y comida picante, se impone —en primera instancia— cruzar la calle, expediente que les toma media hora por reloj. Claro: el desboque automovilístico no es claro en su discurrir. Por más que miran y se desnucan en todas las direcciones no alcanzan a identificar semáforos ni indicaciones ni señalización que les sirva y ampare en la decodificación de cómo amanecer en la vereda de enfrente, bastante distante porque avenida…”.
A lo largo de la novela, se advierte, por ejemplo, (la) falta de artículos que tal vez “deberían” preceder algunos sustantivos. Sin embargo, ¡queda perfecto! ¿Por qué? Creo yo que cuando se conoce la herramienta —la lengua en este caso— se puede amasar y hacer con ella lo que uno quiera.
Para terminar este paladeo exquisito, encuentro, al final del relato, un apéndice con más datos lingüísticos e históricos que dan cierre al formato de libro de viaje y, luego, la biografía de la autora que se presenta como “escritora de escribir en rioplatense”, sí señora.
No es lo que pensás (2015)
Autora: Ana Ojeda
Editorial: Hekth Muta
Género: novela