“Las antipatías violentas son siempre sospechosas y revelan una secreta afinidad.”
William Hazlitt
Por Miguel Vilche
Escribir acerca de un libro de relatos de distintos autores genera a veces cierto debate interno a la hora de elegir la metodología apropiada para la elaboración del marco formal del texto; se pueden hacer comentarios generales navegando por los distintos tonos y estilos, encontrando puntos en común que oficien de núcleos o puntear uno por uno los cuentos para un acercamiento menos impersonal. También, claro, combinar ambas estrategias, clásica argucia de viejo cronista.
El rasgo común (y el acierto que funciona como disparador) que sobresalta en Once Furias es la potencialidad para descubrir y tejer historias salvajes gracias a escenarios tan propicios como los insondables y oníricos territorios bonaerenses. Se caen de maduro los tópicos narrativos: la violencia, la locura, el salvajismo, la rutina y el desborde, la ruptura social y el tedio. El libro es heterogéneo en estilos y tonos pero homogéneo en tópicos a pesar de su prosa sencilla y directa. Todo es oscuridad, horror, violencia naturalizada en relatos que indignan y angustian, que descorren la amortajada cortina urbana para exponer miserias que están a la vuelta de la esquina, que se pueden ver con apenas soplar esa tela agujereada que la cubre. Y si el acto poético es elaborado con pericia pero condimentado con realismo mágico y rasgos del horror más clásico, el resultado es este compilado breve, ajustado, que pega directo en la mandíbula del lector. El bestiario que se retrata es variopinto, descrito al detalle; me imagino a todos los personajes en el mismo lugar, un circo de fenómenos rudimentarios. Y es ese todo un acierto del equipo armado por la curadora Sofia Ferro: la verosimilitud de las historias contadas, la identificación instantánea que cualquiera que haya pateado las veredas bonaerenses va a sentir al momento de leerlas. Es lo que pasa cuando caen en tus manos textos refrescantes, rebosantes de literatura moderna, cosmopolita y desprejuiciada como este temible compilado de cuentos breves que destilan sangre y piel.
El punteo:
Federico Veiga presenta a Laluf, un bizarro panzón desagradable, crudo, lleno de peronismo y fútbol, en primera persona para hacerlo más verosímil, cosa que no hace falta ya que el Turco es sin dudas un personaje común en asados barriales. El autor parece tener un fetiche con los gordos, ya que “El Gordo del minuto 13” comparte esta descripción con menor crudeza y mayor gracia. Con “La defensa tangut” muestra su versatilidad genérica relatando una leyenda sobre un pueblo que se rapa para enfrentar a los mongoles y son masacrados en su pasividad. Aplausos para la prosa sencilla en un crisol de creatividad.
Anabella Cerrato seduce con “Cuatro minutos”, intercalando flashbacks con la pericia necesaria para plantear dos historias paralelas como si fueran una. Obsesiones, detalles urbanos, todo al servicio de la puesta en escena misteriosa de los transportes urbanos.
Enrique Rivas te va llevando cronológicamente a través de la vida de un chico que sufre las burlas de la sociedad en “Cuando empiece a gritar”; también es clave el uso de la primera persona sobre todo por el golpe de efecto de un final memorable. Encadena “Los arrastrados”, magistral historia clásica de una facultad tomada por zombies, donde parece partir de un lugar común pero reluce en originalidad. Hollywood espera por la versión cinematográfica.
Pablo Ruocco te deja inquieto con un estilo narrativo original en “Veneno y antes”, contado de adelante para atrás. Mientras que con “Sujetos perdidos” lleva al lector a través de una espiral desesperante en la búsqueda de una chica perdida; otra vez con una novedosa forma de estructurar el texto.
Fernando Mancebo describe las típicas remiserías bonaerenses para poner en relieve prejuicios y temores actuales en “El violador”. Un relato salvaje y magnético que no da lugar a concesiones.
Simone Belmonte sorprende a sus víctimas en una vuelta de tuerca ingeniosa en “Imprevisto navideño”, cuya primera persona aterroriza más por la esquizofrenia sugerida con una naturalidad inquietante que por la violencia y la sorpresa que conlleva.
Giuliano Martuccio queda para el final, otro acierto de Ferro. “Éxitos, costumbres, dimensiones” es un cuento que deja la panza dura de los nervios al ser contado en segunda persona como una especie de dedo acusador que obliga a un paseo a través del descenso a los infiernos en el medio de la noche de un cabaret del conurbano.
Notables giras nocturnas por el desangelado paraje bonaerense, inflamable pintura de calles infernales donde el individualismo y la angustia urbana se multiplican en la espesura de la tristeza de fábricas abandonadas, viejas pegatinas en paredes descascaradas y andenes ascéticos y solitarios.
Nada más inspirador para un talentoso puñado de furiosos poetas urbanos.
Once Furias (2016)
Autores: Federico Veiga, Anabella Cerrato, Enrique Rivas, Pablo Ruocco, Fernando Mancebo, Simone Belmonte y Giuliano Martuccio.
Editorial: Subsur
Género: cuentos
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