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Reseña #279 – Breve mapa del terror

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Por Cristian Maier

Tengo entre mis manos ChupaCirios (2015), el cuarto volumen de la colección PelosdePunta, una serie de antologías de cuentos de terror que consta de trece partes y que, de por sí, es un trabajo admirable de búsqueda, selección y edición.

Una antología, en este caso, pienso, se parece bastante a un mapa. Un mapa que señala qué es lo que se escribe hoy, cómo se revisitan los tópicos, cómo se decantan los estilos de maestros consagrados en nuevas formas de contar, cuáles son los temas que surgen y quiénes son estos escritores que mantienen viva la llama de un género que algunos, con bastante injusticia o ignorancia, consideran menor. Por esto, a lo que le decimos mapa, también podríamos llamarle actualización del acervo literario y el concepto no estaría errado.

Al estar separados por temas, los libros de la colección se presentan en la dualidad de unidad/continuidad: puede leerse cada libro por separado y tienen sentido en su autoconclusión; pueden leerse como particularidades de un plan mayor que cierra con el decimotercer libro.

Leímos ChupaCirios con fervor. Como escribe en el prólogo Mariana Komiseroff: “más allá de tener en algunos textos elementos claros que remiten a esta época […] lo que más llama la atención es que casi no haya fantasmas. Aunque sí personajes fantásticos o extraños, pero siempre corpóreos”. Esto es cierto. Los vampiros, están; Las brujas, están; los hechizos, están; los ritos, están. Los fantasmas, no. La violencia es omnipresente, aunque en distintos grados: a veces con macabra brutalidad, en otros con sutil espanto. En ambos casos funciona como recurso en relatos unidos por el contacto anómalo entre el mundo terrenal y los elementos sobrenaturales.

En sí, la unidad temática se establece sobre la base de creencias y religiones o, más bien, sobre algunos elementos de estas, que permiten, con cierto grado de laxitud, un diálogo entre los cuentos, los estilos y las ópticas de abordaje, todas disímiles y viables.

Repasamos en orden, aunque de manera breve e injusta, los trece cuentos de este número.

“Curas”, de Sebastián Elesgaray, establece una reconfiguración de valores con unos sacerdotes depravados que se llevan una sorpresa mortal.

“La violación de Lucrecia”, de Juan José Burzi, relata la relación entre la adolescente Vera y el demonio Alpiel, un relato de clima, con límites borrosos, con el eje puesto en el paulatino devenir de la oscuridad.

“Por los siglos de los siglos”, de Georgina Rossi, revisita el subgénero de los vampiros con el relato de la suerte de Carmela y Amelia, como sustrato intercambiable.

En “La voz”, de Nicolás Correa, se establece la pregunta sobre qué haríamos ante la posibilidad, concreta o no, de que a nuestro alrededor viviese un ser sobrenatural.

“Perpetuo”, de Fernanda Bertonatti, gira sobre un amor destinado a la traición, y a la repetición de la traición, por siempre.

En “Ángel de la guarda”, Pablo Zuppi transforma la inocencia en un raid de violencia y muerte inducido por un ángel bello y siniestro.

“El mensajero del mal”, de Pablo Vigliano, pone a una pareja joven en un pueblo alejado y perverso, en donde todo es inexorable, y lo hace con un tempo que lo acerca al género policial.

“Efímera ensoñación”, de Vanesa O’Toole, retoma en primera persona el tópico de los cuentos de brujas y de la eternidad.

“La cera derretida”, de go, cuenta la inserción en una secta macabra de la que es imposible escapar.

“Lector”, de Narciso Rossi, es el más experimental de todos los relatos. Lector y autor juegan, intercambian papeles, dialogan de manera franca y se advierten sobre el final del escrito.

“Dios máquina”, de José María Marcos, establece con humor una relectura del totemismo —católico en este caso—, y también, de la parafilia.

“El infortunio de Westerkamp”, de Pablo Martínez Burkett, relata las consecuencias últimas de un embrujo de amor mal llevado en un cuento que recuerda mucho a Poe, también a Borges, aunque con las señas particulares del autor.

“Nosotros, vosotros, ellos…”, de Hernán Domínguez Nimo, transforma una entrevista en un convento de clausura en una redefinición perturbadora del vampirismo.

Todos los cuentos son buenos, más allá de nuestra preferencia de tema y estilo que es arbitraria y que nos llevarían a la impostura de colocar a unos sobre otros, en una duplicación de la injusticia. Porque tampoco pretendemos ser ecuánimes, le decimos al lector: entre confiado, el material es bueno y abundante, elija, haga su juicio, aprecie el conjunto, y el conjunto del conjunto ahora que con generosidad, después de terminada la colección, la editorial ha liberado los libros en formato digital: https://www.facebook.com/colpelosdepunta.

 

ChupaCirios (2015)

Autor: VV.AA.

Género: cuento

Editorial: Pelos de Punta

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