Por Pablo Méndez
Taco aguja es el tomo número seis de Pelos de Punta, colección dedicada al terror. Catorce escritoras al servicio de ambientes densos, psicologías derrumbadas, personajes que no paran de menguar hacia la oscuridad más próxima. La decisión de realizar una antología donde lo femenino corra por los límites del terror realza el valor de la propuesta. Porque los bordes se corren, se particularizan, se amplifican ante el deseo enfermo, ante la siniestra burbuja impenetrable del pensamiento en estado de ebullición.
“Corregime” de Macarena Moraña. Un monólogo que cercena las palabras, las divide para crear el discurso insano ante la traición. Un boca que sangra, una mujer que sangra. Un raconto de épica destilada por el dolor.
“Un leve error de calculo” de Silvina Dabini. El terror cotidiano: la violencia como encomienda del valor matrimonial. Secuencias que hostigan a la mujer y que se desenvuelven en una venganza, en un final equivocado.
“Las tres” de Angie Ferrero. Tres mujeres ante la soledad espectral. Vigías desencantadas, incapaces de renunciar a una realidad que las ata indefinidamente.
“La Cheka” de Gabriela Luzzi. El relato moldea el horror erótico. Dedos, hocicos, lenguas. El ser invadido por la mutación de la fantasía. El mejor guión para un corto cinematográfico de David Cronenberg.
“Estefanía” de Inés Deluca. Relato que responde al terror clásico. Las escenas se suceden e incrementan su tensión a partir de una presencia perturbadora. La distorsión que genera volver al pueblo de origen mientras los tacos afilados suenan contra la madera.
“De carne y hueso” de Daniela Pasik. Una prosa diversificada entre lo explícito y lo sofisticado. Una trama que ausculta lo erótico a partir del sabor de la carne. Cada trozo del cuento/cuerpo arrancado por el deseo animal.
“La señorita Rosa” de Valeria de Vito. Una historia costumbrista que deja ver su costado de extrañeza. Un paso hacia ese mundo ajeno que anuncia un destino de incertidumbre pero presumiblemente fatal.
“Títeres” de Ana Ojeda. Un cover que rastrea la historia del terror vampírico mestizado con gotas (rojas) de humor y una narración maquinal sostenida por engranajes que cambian de tempo: entre el suspiro coloquial y la dentada barroca.
“Pinceladas imperceptibles” de Paola Molina. Un trindente conjetural de amor y celos. Lo no dicho en trazos no visibles de odio y espesa calma. Una pintura de arrebato sobre las relaciones humanas.
“Reptil” de Gilda Manso. Paso a paso el tortuoso escape de un secuestro. Un prosa que avanza imprevista y deja en vilo al lector. Un final ahogado que siembra la cercanía del enemigo.
“La otra” de Mariana Kozodij. Un fresco de leyenda oriental con coordenadas argentas. La historia de una familia que pende del karma de ser mujer a la espera de la abominación ejecutora. Una tradición imposible de ser quebrantada.
“Costanera Sur” de Laura Cedeira. Un juego de niños infecto de hormonas adolescentes. La invisibilidad lúdica en una versión ritual de un final de juego cortazariano demasiado macabro.
“El Hades” de Flavia Pantanelli. Un karma mitológico bajo el manto carnal de la mujer. Una prosa en velocidad, sin respiro, con vehemencia estilística, misionera de la tradición de Saer. Las entrañas devastadas por una vida que no se engendra.
“La mala sangre” de Daniela Quintana. El campo y su caprichosa sentencia cultural. El incesto que hiela los huesos. La incapacidad física como brazo ejecutor de una ley personal.
Luciana Baca prologa este tomo y analiza la historia reciente del terror de género y apuntala los cuentos bajo las distintas temáticas de una sensibilidad femenina esparcida: un rumbo difícil de rastrear. Algunas migajas en este tomo nos dan una breve pero contundente noción.
Taco Aguja (2015)
Autoras: varias
Editorial: Colección Pelos de Punta
Género: cuentos