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Reseña #790- Como un pez plateado girando dentro de un frasco diminuto

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Por Valentina Vidal

La ruta de los hospitales (Alfaguara, 2019) de Gloria Peirano es el trayecto que una nutricionista encargada de armar las dietas de los hospitales y su hija, recorren diariamente en coche, un espacio que las contiene, un sistema cerrado en el que se escucha una sola voz: la de la madre, y una receptora en silencio: la hija. La ruta es el movimiento, la balada por la que este diálogo irá desenvolviendo las historias de ambas. Por último, los hospitales, serán la súper estructura que las ampara. Con estas plataformas, un monólogo-diálogo que bucea por las diferentes etapas de la vida de estas dos mujeres, compondrá el entramado familiar de esta novela envolvente y arrolladora de Gloria Peirano.   

“Tenés diez años, ya lo entendés. Tenés esta ruta, la ruta de mis hospitales: Muníz, Roca, Español, Británico, Fiorito, Gandulfo, Fernández. Las clínicas son como las primas ricas, un poco tontas. Es en los hospitales donde sabemos que los diseñadores de autos pensaron en vos a la hora de construir un asiento de copiloto. No es lo mismo esperarme ahí. No te bajes. O sí. Es lo mismo. Yo confío, nunca te vigilo. No confío en vos, confío en el hospital, en que te cuidará, en que no podrás salir.”

Peirano narra cuerpo a cuerpo desde la trinchera que suelen ser las relaciones de sangre, donde juegan el amor pero también el control y la ausencia. Pocas veces una prosa me hizo sentir la respiración en el cuello como la de esta escritora que no hace concesiones y cuenta desde las tripas. Sabe lo que quiere decir y lo dice. Por eso es irreverente, brava, corajuda. Abarca una totalidad que se escinde de las fronteras temporales. Porque el discurso se convierte en materia. Incluso desde lo supuesto a través de una conversación que por momentos es imperativa y direccional, Peirano juega con el tiempo, del que entra y sale como si fuera todo suyo. Porque no es solo la fracción de vida que han transcurrido juntas, sino también la que no compartieron, aún antes de sus propias existencias.

“Mirame. Hablo con un cocinero, ya no estoy en el escritorio. Parate a mi lado. Tocame el guardapolvo.”

La voz en primera persona mantiene un diálogo en una segunda tan visceral, tan extensión umbilical, que produce un momento de lectura envasado al vacío, dónde la puntuación otorga un permiso breve para respirar cortito y nos detiene en el preciso instante de su lectura.

“Tendrás siempre una percepción finísima, que te volverá frágil, que te hará padecer la vida tanto como adorarla. Te moverás dentro de esa definición, como un pez plateado girando dentro de un frasco diminuto.”

Reunimos cada palabra como si fueran fragmentos de un discurso continuo que no hace pie en ningún momento específico, porque el pie, la bandera que divide una frontera de otra, es el diálogo en sí mismo, es la mano en el pecho que le pone a la niña en cada semáforo.

“Freno en un semáforo, alargo el brazo sobre tu pecho, como hago siempre”

La prosa de Peirano no pide permiso en esta novela tan singular, donde el pacto de lectura se forma desde el primer momento en que una voz tan vigorosa nos habla con una seguridad arrolladora. Resulta grato encontrar escritoras como ella, que trabajan la palabra para brindarnos una narración rica en imágenes, corporalidad y finitud, que pasa a ser imprescindible en tiempos de discursos vacíos y recurrencias oxidadas.

La ruta de los hospitales (2019)

Autora: Gloria Peirano

Editorial: Alfaguara

Género: novela

Complemento circunstancial musical:

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