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Reseña #122- El narrador colgado

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Por Josefina Infante

Existe una carta del tarot, llamada “El colgado”, que muestra a un hombre atado de manos, boca abajo, con la mirada inexpresiva. La primera reacción de mucha gente al cruzarse con esta figura es intentar darla vuelta. Es casi instintivo: todo ser humano tiene la cabeza por encima de los pies, no al revés. Y justamente ahí radica la incomodidad que la imagen busca generar en el consultante: se trata de sostener esa inversión como una pequeña maniobra molesta que altera el orden de lo banal y nos obliga a contemplar las escenas más mundanas desde una perspectiva diferente, o como quien pierde la memoria y vuelve a mirarse al espejo. Algo parecido buscaban los formalistas rusos cuando inventaron el término “ostranenie”: descolocar al lector, despertarlo, detener cualquier mirada lavada, ansiosa o de vuelo de pájaro con pequeñas intervenciones insólitas en paisajes aparentemente realistas.

La revolución de los justos también bucea las profundidades de lo incómodo, y a veces llega a codearse con el género fantástico. Los relatos -siete en total- se abren paso desde la cotidianidad argenta hasta la locura universal. Es como si el final de cada uno fuera un embudo o un agujero negro que se devora todo lo que lo precede, lo acelera y lo deforma.  Como con “El colgado”, lo que a simple vista parece ordinario adquiere por un mínimo giro cierto carácter perturbador: el último de los siete relatos, por ejemplo, describe con imágenes precisas y lúcidas el recorrido en bondi de una parejita desde Primera Junta hasta cierta Feria Provincial del conurbano, una tarde en la que el calor derrite el asfalto y empapa las remeras. El narrador vive la odisea como un gran sacrificio de amor con final tragicómico: su novia, la flaca, ésa que al principio relojea con desprecio a los bolivianos que se suben al colectivo cargados de comida olorosa y bebidas tibias, termina absorbida por el clan del altiplano en el fondo del vehículo, en una escena de sexo confusa que roza lo fantástico y deja al narrador afuera de todo, con un ojo en compota y el cuerpo dolorido al costado de la ruta. “¿Qué hombre es este que deja que la mujer se le vaya así como así?”, se pregunta una madre de pechos grandes y oscuros frente al héroe machucado. Otros relatos son un poco más benévolos con el narrador, pero éste siempre se ubica en los márgenes de algo: Un pibe que visita a su padre en la cárcel, un vecino que recorre el nuevo supermercado chino y entabla una amistad extraña con el carnicero y unos gemelos asiáticos, un político ya viejo que mira por televisión los estertores alucinados de la revolución de su partido, un camillero que pasa año nuevo en un hospital venido a menos, con gente pintoresca para el ojo del lector pero insípida para el personaje, quien no puede dejar de desear estar en otro lado: Junto a su pareja, en casa, haciendo posible lo que a cada paso de esta ficción se escurre: el encuentro fluido, armonioso y tibio entre almas apaciguadas.

La revolución de los justos (2015)

Autor: Bruno Petroni

Editorial: Mil Botellas

Género: cuentos   

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