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Reseña #862- Elegía por un amigo británico

 

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Por Adrián Ferrero

En La poética de la seda, el reciente libro de poesía de la argentina Ángela Pradelli, durante su experiencia de lectura y trazando recorridos por el sentido, sobre todo con escenas. Esto es: con una poética de la escena. Escenas evocadas, vividas en tiempo presente, imaginadas, que se adivinan o presienten de modo inminente. Hay otras, en cambio, que se lamentan. Porque no todas son todas gratas. Las hay de desdicha o de infelicidad. De pérdida. Son sutiles momentos evanescentes, muchos de ellos consagrados al ejercicio de la creación o a una reflexión acerca de ella, o sobre la lengua en que escribe un poeta y desde qué lugar lo hace. Su espacio de enunciación, la experiencia de la escritura que es la que otorgará mediante el silencio y la palabra las claves de acceso al autoconocimiento y a la autocontrucción del escritor como en tanto que sujeto de la invención. También el libro es una meditación a fondo acerca de lo que constituye para ese sujeto durante distintos períodos de su vida, en los que las búsquedas (y los hallazgos) serán otros. Estas etapas señalan un itinerario que también constituye una territorialización de su poética, con distintas etapas en su producción que jalonan su vida.. 
El lugar a partir del cual la poeta crea es, evidentemente, dadas la cartografía referida según un planisferio en particular occidental pero que también incluye a China, son muescas que Pradelli hace constar en y las que transcurren la mayoría de las escenas capturadas. Todas ellas llevan el sello de la extranjería. En efecto, la poeta viaja. Ese tránsito depara todo tipo de acceso a contextos y a culturas. También a tradiciones. Conoce mundo y se pone en contigüidad con otras lenguas que tal vez sean a partir de las cuales, por contraste de negro sobre blanco, de alfabetos y gramáticas, de disposiciones tipográficas, de instrumentos mediante los cuales se produce la grafía, elabore la propia. Como quien dice: “bajo la forma de un palimpsesto”. Una lengua en medio de una Babel feliz, diría Roland Barthes, porque no produce la angustia de las influencias sino la festividad del estilo. En esa extranjería no se extravía ni está incómoda sino que logra no despistarse. Porque está entrenada para moverse entre signos. En primer lugar los propios de su lengua. Lo que no es poco. Aunque pertenezcan a otro idioma y aunque pueda conocer alguno de los extranjeros, siempre su universo significante participará de otras coordenadas ¿No hace acaso eso un poeta todo el tiempo? ¿moverse, como quiere Deleuze, como un extranjero en su propia lengua? Un lugar de extranjería pero también trazando tentativas, búsquedas, pruebas en las que  hay derrotas, en las que incluso hay fracaos, esto es bueno aclararlo. El caso es que Pradelli no expatria. No se muda a otra patria por incomodidad de origen o disidencia política. Sino que se trata de alguien que circula por varias de ellas patrias sucesivamente para regresar al lugar del que partió con una llegada de naturaleza inusitada porque el viaje trae riqueza de instantes perdurables. Y en cada lugar que visite habrán tenido lugar encuentros de orden entrañable. 
Este libro puede ser leído también como un diario de viajes, lo que vale por decir que puede ser leído como un diario íntimo. Y por lo tanto como un libro intimista. Y es precisamente esa sensación de intimidad entre las palabras de la poeta y su relación con la experiencia las que van tramando un tipo de discurso musical, rítmico, respiratorio, en el que puede estar atenta tanto a una voz que puede musitar una oración religiosa o una plegaria o junto a un escritor consagrado leer sus poemas en voz alta. 

La cadencia de la gramática está calibrada de modo tan refinado que nos encontramos ante el espectáculo de una imagen sobre el papel que es caligrafía en tanto que partitura de melodía, simultáneamente, irrepetibles ambas. Así, los sonidos nombrados pero no reproducidos de una escena evocada pese a no escucharse pueden percibirse o acaso restutuirse. Y los sonidos del poema constituyen pequeñas cajas musicales en las que encontrar alivio, inteligencia, lucidez, ternura, potencia, amor combativo y hasta momentos culminantes en que el júbilo es tal que se sale del poema. Como en una estadía en Bariloche en la que un hombre que ha perdido la razón bajo la nieve estalla en un grito de euforia. Como el poema más salvaje. Se sale esta circunstancia de tal modo de la índole expresiva del poema porque hace contrapunto con esa calma y esa serenidad propia de la seda, que se desliza entre las yemas como manantial o como cedazo.
Griselda Gambaro, John Berger, Antonio Dal Masetto, Joaquín Giannuzzi, Jung, Constance Lloyd (la esposa de Oscar Wilde, enterrada en Génova). Protagonistas del envés de La poética de la seda: su narrativa. Sus tramas más veladas. Historias del dolor, del sufrimiento, de la nostalgia, de la complicidad o del duelo. Portentoso In memoriam, gran elegía (mejor) a la figura de John Berger que emerge, invicto y glorioso, en el poema que casi cierra este libro, a poco tiempo de haber partido, al igual que Dal Masetto y naturalmente, mucho antes y consternada, Constace Lloyd. Se trata de personalidades inolvidables. Se trata de faros de una u otra manera. Figuras emblemáticas. Puntos cardinales. Que han dejado inscriptos en la poeta, en su poética y en la memoria y la imaginación del mundo el sello de una poética acompañados de una política y una ética del estilo. De modo que La poética de la seda no es un libro lírico a secas. Postula a partir de referentes muy nítidos y hasta míticos una ética y una política de la creación y del creador en diálogo con la sociedad, la política y al Histora. Con su tiempo histórico. Ninguna de estas figuras permaneció o lo hace frente a los conflictos que, en muchos casos, contribuyeron a visibilizar. Escritores o personas de la cultura literaria, de una cierta tradición (y no de otras) que como sombras chinescas recorren sus páginas del Lago Maggiore, en el caso de Dal Masetto al Quincy de John Berger, quien se define como un campesino y luego como un escritor. Para quien es tan importante alimentar y curara a los animales de su granja, cuidar de su huerta como escribir sus poemas. Del Gran Buenos Aires de Griselda Gambaro, una escritora con un perfil bajísimo que ha buscado, no que le ha tocado en suerte por fatalidad o incapacidad. Hasta llegar a la misma Bs. As., de su Turdera también recordada en una escena particularmente conmovedora con Joaquín Giannuzzi en una visita al colegio donde ella dictaba clases. John Berger, además de ser el poeta de la experiencia, el creador de una cierta forma de la mirada, es también el ganador, por ejemplo, el Premio Booker (1972), del Guardian Fiction (1972), del National Society of Film Critics (1977) y del Petracta Preis (1991), entre muchos otros. Fue artista plástico, crítico de cine, narrador, además de cultivar otros géneros.

Así, la poeta gradúa la temperatura del poema. Como quien se apresta a la ceremonia del té. Calentará la primero la tetera con agua hirviendo poco antes de prepararlo para que la infusión no se enfríe al contacto con el recipiente. Romperá rápidamente el primer hervor (que no deberá prolongarse). Serán introducidas las hojas en la tetera y será vertida definitivamente el agua. Un remolino con su vórtice agitará las hojas. Y la pluma dibujará la seda, en tanto el té se derrama sobre la tasa en una manualidad tan delicada como el pincel de un mandarín. Las hojas dibujarán su trama secreta que no consiste en leer el futuro precisamente, sino en vivir con una intensidad que solo la electrizada pero serena escritura puede proveer. La escena del presente, cargada de sonido, de reverberación se articula en otra narrativa.  Otra ceremonia. La ceremonia de la calma. Ángela Prardelli convida luego en la ronda de ese té a extranjeros pero también a compatriotas. Así, una poética de la extranjería y una poética de la patria dialogan y se establece una síntesis perfecta. La escena se replicará pero al mismo tiempo quedará congelada e inscripta. Se procurará entonces extraerle el máximo de sentido a través de intervenir el lenguaje métricamente, resemantizándolo, también buscando forma nuevas merced al trabajo poético. La poética de la seda es una poética de la escena. Porque narra. Pero ante todo porque sabe dónde detenerse en el hilo de una narración. Es aquí cuando la narradora Pradelli y la poeta Pradelli convergen hasta la fusión total. Devenida momento emocionante.

 

La poética de la seda ( 2019)

Autora: Ángela Pradelli

Editorial: Ediciones del Dock

Género: poesía

Complemento circunstancial musical:

 

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