Por Coni Valente
Imaginate que una mañana de verano te subís al bondi leyendo el libro de turno y de repente a las pocas cuadras se sube uno de los personajes del mismo. Se hace carne, sí. Está ahí sentado frente a vos y te mira insistentemente. Lo raro de todo esto es que no estás leyendo Cien años de soledad o Rayuela, se te dio por elegir “La sangre de los elfos”, que es el primer libro de una saga de historias fantásticas de Andrzej Sapkowski. La cuestión es que ahí nomas en el medio del 152 tenés sentado a un elfo divino con sus ropas típicas y una espada nada disimulada en su espalda. El resto de los pasajeros ni se percata, ¿es que acaso solo vos lo estás viendo? Quizás estas muy compenetrado en la lectura y es solo tu frondosa imaginación, o tal vez en algún lugar de Buenos Aires hay uno de esos festivales de cosplay y el que se subió es un fan disfrazado o definitivamente enloqueciste. Así arranca tu primer día de vacaciones en la ciudad y pese a que te sentís un poco intimidado por la presencia de tan extravagante criatura, pensas que tu viaje es muy corto, que en breve vas a bajarte y que tu loca visión desaparecerá. Para tu mayor sorpresa cuando te acercas a la puerta trasera notas que el señor misterioso se incorpora y también se dispone a bajarse junto a vos. Sentís intriga pero al mismo tiempo miedo. En fin, te bajas a la altura de Parque Las Heras e intentas perderte entre los árboles. Por un momento crees haber despistado al elfo pero al llegar al extremo opuesto de la plaza se te aparece de frente y te llama por tu nombre.
Algo así le pasa a Milo, un enterrador de 15 años, que es el protagonista de El Rey de los Espinos de Marcelo Figueras. En realidad estas apariciones mágicas en la vida del adolescente son solo el inicio de una serie de aventuras insólitas y que esconden en su interior un mensaje bastante menos fantasioso que el recurso que elige el autor para ponerlo de manifiesto. ¿Por qué digo esto? Bueno, cualquiera que haya surfeado el conurbano bonaerense me va a comprender a la perfección. No hace falta alejarse demasiado de los límites de la Capital Federal para darse cuenta que la vida no es color de rosa y que para encontrar pobreza no hay que irse al Impenetrable Chaqueño o a algún paraje recóndito del interior.
Marcelo Figueras es argentino y se confiesa ávido lector del género fantástico: Julio Verne, Alejandro Dumas, Tolkien o Stephen King, entre otros. Está claro que Marcelo no sería él si no hubiera nacido en 1962, si no hubiera transitado su adolescencia durante el “Proceso de Reorganización Nacional” y si no hubiera visto llegar la democracia cuando arrancaba su vida adulta. Esa fue su “salida” a la vida y desde ya que el contexto histórico en el que se crió define aquello sobre lo que escribe. Si bien El Rey de los Espinos no hace referencia directa a nada de todo esto, sí esconde un mensaje subliminal que podría enunciarse en una frase: los argentinos necesitamos héroes enfundados en trajes estrafalarios que vengan a salvarnos de todos los males que nos aquejan desde el principio de los tiempos. Y esto sí es lo que pasa en esta novela. Los escapados de las historietas de las cuales el Baba (amigo íntimo de Milo) es fanático absoluto se hacen carne en la vida de unos simples mortales para movilizarlos y también un poco para incluirlos. En resumidas cuentas, todos los personajes de este libro, los “reales” y los “ficticios” luchan contra las fuerzas que los oprimen.
Además, es muy importante destacar que toda la literatura de Figueras tiene reminiscencias en la última dictadura militar y El rey de los espinos no escapa a esa regla. Prueba de ello es que, sin lugar a dudas, rinde tributo a Oesterheld, autor del clásico “El Eternauta”, desaparecido en 1977.Dicho esto, es momento de leer entrelíneas lo que esta exquisita novela nos viene a mostrar de nuestra realidad especifica: esa que todos compartimos como argentinos, ya que mucho del trasfondo de la historia “fantástica” esconde ciertos tintes políticos y sociales que forman parte del entorno en el que vivimos, de ese pedazo de vida que transitamos a diario. El autor inserta una ficción dentro de otra (las historietas dentro de esta historia) y esa irrealidad transforma una realidad, que es por cierto, marginal. Y me refiero a marginalidad en términos sociales, ya que el protagonista, sus amigos, el contexto en el que vive, sus familiares y demás no gozan de una posición económica privilegiada, sino que son parte del paisaje de un conurbano bonaerense profundo tal y como lo conocemos hoy, pero exacerbado en lo peor: las crisis, la violencia, la falta de escolaridad, la desigualdad, la precariedad de lo cotidiano y mil cosas más que los siguen separando del status quo deseado y bien visto.
El libro arranca con un glosario de los personajes que irán apareciendo en las más de 800 páginas y eso incluye a los “escapados” de las viñetas y a los que como Milo, el Baba, Pierre, Don Maciel, el Viejo, el Bonzo y los temibles señores de la OFAC (Oficina Federal de Asuntos Comunitarios) son quienes ven sus vidas transformadas a partir de aquella mañana brumosa en la que un autor de historietas es enterrado en el Cementerio de San Fernando. Vale aclarar que toda la trama se desata desde este episodio que acontece en un futuro no tan lejano: Buenos Aires 2019.
El paralelismo con la historia argentina es sencillo: Milo podría haber sido montonero, hoy sería un pibe chorro, las OFAC serían los militares represores, hoy serían los policías abusivos o los fascistas pro mano dura, las hijas del Autor (el asesinado en el libro, no Figueras) serían las hijas de Oesterheld, también desaparecidas junto a su padre en el 77 y los personajes venidos de los comics serían la política social, esa que intentó modificar la trágica realidad de los 70’s, o sería Alfonsín como representación de la esperanza de cambio consumada en forma de democracia. Ahora, convertir estas cuestiones históricas en una novela de aventuras, es solo algo que una pluma muy avezada como la de Figueras puede lograr de forma tan acabada.
Es difícil aventurarse a un texto tan largo que a simple vista parece pesado (y no solo de forma literal) pero la verdad es que vale la pena, porque seguramente el hecho de que Figueras además de escritor y periodista, sea cineasta; junto con las acertadas ilustraciones que contiene el libro (que son de Riki Blanco, ilustrador originario de Barcelona) hacen que tantas páginas se transformen en una película, que nos transporten a universos imaginarios impensados pero también fácilmente reconocibles: un mundo habitado por héroes y villanos.
Volve a pensar lo que te dije al principio: te encontras una mañana de verano charlando con un elfo en Plaza Las Heras. O sea, estás en tu realidad pero con un ser irreal que se entremezcla en tu vida de sopetón no solo para sorprenderte, también para sacudirte y moverte a la acción. Le da adrenalina, te despierta un poco y te das cuenta que tal encontronazo no es un mundo que te es ajeno, en un punto, es verte a vos mismo, ahí adormecido en tu alrededor y entonces esa criatura hermosa pero a la vez temible, te hace abrir los ojos y te dice: tenes que hacer algo con todo esto.
Por todas estas cuestiones es que este libro es una novela rara, exótica, que mezcla mundos dispares, que incluso hasta tiene escenas en otras dimensiones, que fusiona con naturalidad personajes temporalmente distantes, que condensa acción con suspenso, que indaga en el inframundo y que amén de todo ello está tan atada a una realidad tan cercana que asusta, pero al mismo tiempo, entretiene y atrapa. Su desarrollo es, por momentos, oscuro pero también es mágico. Al contrario de las sensaciones encontradas que uno va teniendo mientras avanza en la lectura, es una historia esperanzadora, que habla de la superación personal, que pone de manifiesto esa fuerza humana innata que sale de algún lugar para empujarnos a seguir hacia adelante, luchando contra todo mal.
¿Cómo sigue mi historia con el elfo? Bueno, eso lo dejo para otro momento, pero si se les da por leer la novela de la que les hable, capaz que alguna idea se dan.
El rey de los espinos (2014)
Autor: Marcelo Figueras
Editorial: Suma de Letras
Género: novela
De las razones por las cuales uno escribe, hay una entre las más importantes: la necesidad de que alguien contemple ese extraño sueño que lo ha tenido ocupado durante uno, dos o más años, y le diga qué ve, qué siente, qué le inspira. Yo no leo críticas buscando pulgares en alto, sino claves de interpretación, llaves que me permitan abrir el tesoro oculto de mi propia ficción, aquello que todavía no he logrado entender de mi fantasía. Por eso mismo, la crítica de Coni Valente a mi novela «El Rey de los Espinos» será una de las que conserve para siempre: porque me ayudó a ver mi texto de una manera nueva. Gracias por eso, Coni. ¡Les deseo una crítica como esta a todos los buenos escritores!
Interesante para indagar sobre ese tipo de lectura. Me imagino si hay presentacion de libro , quien amerita la velada son enanos vestidos de elfos.
Hermosa critica que le hace justicia al mejor libro que lei este año (y leo mucho, lo juro). Ahora quiero leer como sigue la historia del elfo en el 152… Gracias, Coni!