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Reseña #18- Miserias del más acá

 

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Por Mauricio Koch

La pobreza es fea. Sólo quienes nunca estuvimos sentados al sol, con un chico en brazos, tratando de vender unas verduras o unas telas hechas a mano, podemos sentir que hay en eso algo pintoresco. Más fea todavía es la miseria. La miseria es una de las formas más evidentes y brutales de la fealdad. No hay nada agradable a los ojos ni a la razón en un chico que se muere de hambre, en una adolescente que se prostituye, en una mujer que a los treinta años ha perdido sus dientes. La miseria no sólo es injusta: huele mal. La verdadera miseria no tiene siquiera la coartada de lo pintoresco”. Abelardo Castillo, “De lo bello y sus formas”.

Mientras leía Sombra del fondo y otros cuentos, el libro de Carlos Hugo Aparicio, poeta y narrador nacido en La Quiaca en 1935 y salteño por adopción, tenía presente este ensayo de Castillo. Todos los cuentos transitan esta realidad, la de la pobreza y sus formas en el Noroeste de nuestro país. Viviendas precarias, hambre, trabajos inestables, riesgosos, mal pagos; hombres frustrados, desesperanzados, abombados por el alcohol, con una carga de resentimiento y violencia que suelen descargar sobre su mujer y sus hijos; y por esto mismo mujeres tristes, sin voz, mujeres que sueñan con escapar; chicos que lloran, que no entienden, que no pueden defenderse y se preguntan por qué. Los sueños (no es esta la palabra; tampoco “proyectos”; digamos deseos); los deseos de los personajes de Aparicio siempre tienen que ver con cosas bien concretas, con lo inmediato, con la posibilidad de subsistir un día más: contar los billetes y que la plata alcance para comprar un sándwich; que el patrón se apiade y dé un adelanto de la quincena; que la inundación no se lleve el atadito de ropa con los pocos pesos que se han podido ahorrar, y a veces, con ganar una rifa o recibir al fin esa casa por parte del estado, aunque quede lejos, muy lejos, en un barrio tan retirado que casi no es posible llegar. Abúlicos, soportan todo y hasta el sol a plomo y viven “Al día”, que es precisamente el título de uno de los cuentos.

El autor no toca de oído, no estuvo de paso ni le contaron; conoce bien a sus personajes, sabe cómo hablan, qué piensan, qué esperan. Por eso no hay pintoresquismo ni largas descripciones de escenarios, paisajes o costumbres. No está dispuesto a alimentar un mito exótico ni le preocupa que sus personajes caigan simpáticos. Eso no sólo sería un error estético sino una falta ética en la cual no piensa incurrir. Tampoco hay golpes bajos ni trampas al lector; hay una realidad que se muestra sin maquillaje: “En las chapas del techo suenan las primeras gotas; mamita, la que se viene” (…). Mi mujer se apura en terminar su atado con algo de ropa, no sea que nos quedemos con lo puesto (…)”, dice el comienzo de Agua de zanja.

En otro de los cuentos, Puerta con tranca, el narrador, un chico, cuenta que su padre llega del trabajo y se encierra en un cuartito al fondo sin ventanas y ellos no pueden saber qué hay ahí, cosa que al final descubren y la crueldad de ese momento es absoluta.

Aparicio es conocido como “el poeta del silencio”. Sin embargo, no es el silencio el que domina estos cuentos sino las interrupciones, los titubeos, las dudas en el discurso; el ritmo nunca es moroso ni denso ni opaco, sino más bien urgido, trabajado por una sintaxis caprichosa, sin signos de puntuación (“Se limpia las manos olor a milanesas en el delantal azul con vivos rojos para poder arreglarse los mechones de pelo que cada vez que se agacha le tapan los ojos”, Sombra del fondo), o por espacios en blanco que se cargan de tensión (esa tensión dada por el deseo y la búsqueda de lo mínimo indispensable), o a través diminutivos usados en la dosis y el lugar justo; localismos, adverbios inesperados (brumosamente) y verbos elididos. Un gran dominio técnico, pero sobre todo una sensibilidad –con claros ecos de Rulfo y la mejor tradición sureña norteamericana– que le da a su prosa una música especial, con la que puede ser sincero y crudo y a la vez lograr intimidad con el lector, a pesar de los temas que aborda.

Sombra del fondo y otros cuentos es una selección de relatos de dos libros, el mismo Sombra del fondo y Los bultos, un libro anterior.

Diez cuentos breves que además de ser perfectos son una refutación de la literatura que se regodea en el mero discurso, en el puro lenguaje. Aparicio pone en relieve que más allá del lenguaje –que, por otra parte, como dijimos, nunca descuida y emplea como un verdadero maestro–, hay seres concretos para los cuales un atado de ropa con la plata de la quincena, un número de rifa que se acaricia en el fondo del pantalón o el gesto ansioso de contar billetes para ver si alcanza para comer no son una simple cuestión de retórica sino de subsistencia.

Sombra del fondo y otros cuentos (2013)

Autor: Carlos Hugo Aparicio

Editorial: Mil botellas

Género: cuentos

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