Por Pablo Méndez
San Quiroga, patrono del amor, la locura y la muerte
Los cuentos que Acheli Panza reúne en Santoral tienen una tensión que se macera dentro del libro, se desarrollan en su propio jugo, y en cuotas van degradando las historias, que se enrarecen pero por ese buen pulso de la autora, no explotan en situaciones efectistas, ni en finales grandilocuentes. Porque ese hilo de tensión, tan fino, tan estirado a punto que cortarse, hace del ritmo una cuestión de estilo propio. Y por los cuentos abundan las referencias a los temas universales: la brumosa psicología humana que hace común lo que no lo es, la parca zumbando los oídos de los personajes, y el amor que como tema parece evitado, pero que camuflado bajo líneas de comportamiento, latente, espera su metamorfosis. Santoral es el cuento que da título al libro, una crónica que fluctúa entre la pasividad de la protagonista y un clima abrasivo y sistemático que demuele los nervios. Es el cuento más más largo del libro, con tranco de nouvelle, con dosis de misterio plantado como excusa, con un misticismo que acorrala, con una calma devastadora.
San Poe, profeta del cuento clásico
No hay digresiones que establezcan páramos de atención, cada cuento tiene una maquinaría cuyos engranajes se friccionan con el único objetivo posible: narrar. Andresito es una descripción de una vida ruda, con los ajetreos de una aculturación que desgarra, y que de tan cotidiana es inevitable. Los personajes librados al azar de leyes de convivencia poco definidos y un sistema de valores anclado en el instinto. La economía de cada frase, lo sutil como herramienta de estilo, una sintaxis ordenada desde la respiración del narrador, son elementos que sitúan a Panza en ese lugar abstracto de la literatura contemporánea: la excepción brillante de una generación. El pelirrojo es un claro ejemplo: conserva la unicidad de la historia y pone de manifiesto la intención recurrente en la que la autora se mueve: poner al lector en un lugar tan incómodo como adictivo.
San Cave y san Von Trier, discípulos de la escuela Lyncheana de la perturbación
Hay algo de impacto visual que desacomoda la lectura, porque inevitablemente recreamos las imágenes de los cuentos de Panza. Las representaciones visuales se apoderan se apoderan de nosotros y vemos la pudrición de un cuerpo muerto, o un chico que coge a un perro en un gallinero, o la ceremonia de un escape de ese mismo chico en el último cuento del libro. Porque ese tono uniforme hace de Santoral una breve obra conceptual, una ópera en clave oscura con los cimientos musicales de un Nick Cave y sus malas semillas, con una belleza visual sobre la degradación al estilo no dogmático del cineasta danés Lars Von trier, y siempre la perturbación de esos umbrales que crea David Lynch, esas dimensiones de lo siniestro que tiene la normalidad. Así, Acheli Panza recupera el camino de una prosa dedicada a narrar la desolación de la historia común, con todos los ribetes extraordinarios que puedan existir de una narración en apariencia ordinaria, pero con todo el peso de lo subyacente.
La experiencia de lectura de Santoral merece la imposibilidad de opiniones en primera instancia, porque se vuelve la texto para ahondar en esas imágenes que no se despegan con facilidad del lector. Y lo imperativo se hace presente: el texto despide anzuelos de los que es imposible soltarse, literatura en grado extremo, literatura insolente, literatura que planea no dejar en estado de comodidad a nadie. Literatura pura.
Santoral (2014)
Autor: Acheli Panza
Editorial: Blatt&Ríos
Género: cuentos