Por Ana V. Catania
“Ahora he de ser adulta. Justo ahora, cuando se abren tantas posibilidades, se cierra para siempre la puerta de la infancia. ¿Y qué es lo que sucede? Nada. No hay estallidos ni fragor ni retumbar de truenos. Sencillamente la vida continúa, y sin embargo todo es distinto”. Maria acaba de cumplir diecisiete años. Vive en una granja rodeada de bosques y praderas ondulantes, en la casa de la familia de Johannes, su novio. Corre el verano de 1990, un verano caluroso y espléndido; y el país en el que nacieron, la República Democrática Alemana (RDA), ha dejado de existir.
Ante ellos se despliega la novedad, la dicha, una infinidad de perspectivas. Pero la expectación creada durante toda su vida no pudo con la realidad de un día de noviembre, gris y frío, cercano a la caída del Muro: Maria, en medio de las mujeres del Oeste – que suena y huele de otra manera- se siente sola, pobre, fea. Hay algo distinto en ella, y no sabe qué es. Maria no pertenece; no cuaja de un lado o del otro de la frontera. Se siente más cómoda tumbada en la hierba, a orillas del río, metida entre las páginas de un capítulo de Los Hermanos Karamázov. Entonces Maria reflexiona: “a veces el amor lo es todo”. Como para ella, que ante un futuro lleno de promesas, de grandes planes, grandes posibilidades, nunca ha necesitado tan poco: comer, dormir, amar, beber, leer. No hay nada más. Y sin embargo, lo es todo.
Henner tiene cuarenta años y es el vecino de finca de los Brendel. Es un hombre solitario, enigmático, taciturno. Vive, también, de los libros y de la bebida. Acompañado de sus dogos, que parecen conocerlo mejor que nadie; y, en las últimas semanas, de una joven que va a cumplir diecisiete años: Maria. Ella se ha sometido a su poder, a su violencia triste y tierna; ha sucumbido a un deseo irrefrenable, absoluto; a esa pasión atávica, animal – “no sé qué sentimiento es más poderoso: el deseo insaciable de otra noche como la anterior, la humillación del momento, y el placer que me provoca, el miedo, el orgullo de niña, y las ganas de acabar con ese orgullo”-.
Las escapadas a la casa de Henner, a la cama de Henner, se hacen más frecuentes; esto la llena de una vergüenza y un terror indescriptibles. Y sin embargo, vuelve a ir. Porque sólo allí, con Henner, se siente realmente libre y segura. Allí los acontecimientos históricos no tienen relevancia: “afuera el mundo se renueva, pero aquí el tiempo se detiene”. Lo que diferencia a ellos, los amantes, de los Brendel, que parecen todos tener un plan, un camino trazado hacia el futuro prometedor, es la urgencia del ahora, del presente, del aquí y el ahora, que experimentan, Maria y Henner, guiados por la pulsión y el dolor, y por versos como este: “Somos los caminantes sin destino, / nubes que el viento dispersa, / flores que en frío temblor mortecino / están esperando la guadaña tersa”.
Es sabido: toda buena historia es una historia de amor. Pero la primera novela de Daniela Krien (Neu-Kallis, 1975), ganadora del Junger Literaturpreis, el premio de los lectores alemanes, en 2011, es más que eso. Es una historia sobre el punto de contacto – y de contraste- entre las grandes decisiones histórico-políticas y las pequeñas decisiones de la vida privada, doméstica. Aunque también podría decirse que, haciéndonos eco de las palabras de Maria, las decisiones no existen, sino que “nuestro cuerpo conoce su destino desde el principio”. Maria no elige, elige su cuerpo: su propio cuerpo, que parece hecho sólo para Henner. Afuera, el mundo se acelera, se modifica, cambia, promete; sin embargo, en esta pequeña comunidad, todo acabará igual. Adentro de casa, de un modo más complejo, con sus matices, sus aristas y claroscuros, también.
Algún día nos lo contaremos todo es, además de un título bellísimo, envidiable para quienes escribimos, una frase de la novela de Dostoievski que sirve de hilo conductor a esta historia. El clásico decimónico acompaña y propicia todos los devaneos mentales, las acciones caprichosas e intempestivas, el estado de ánimo – que va del entusiasmo a la desesperación en cuestión de segundos- de la joven Maria. La frase de Alexéi, el menor de los Karamázov, obsesiona a nuestra narradora: Resucitaremos sin falta, nos veremos sin falta, y con gozo y alegría, nos contaremos unos a otros todo lo que nos haya sucedido. Algún día nos contaremos todo, insiste Maria, al pensar en ella y en Johannes, y en el porvenir. No es curioso que esta novela maratónica, enloquecida por correr hacia un futuro que, finalmente, no es más que un umbral repleto de dudas, sea espejo de la historia de Maria y Henner: dos extranjeros en su propia tierra; replegados, el uno en el otro; clandestinos.
Algún día nos lo diremos todo (2013)
Autor: Daniela Krien
Editorial: Salamandra
Género: novela