Por Mariana S. López
Let the right one in
Let the old dreams die
Let the wrong ones go
They cannot, they cannot
They cannot do what you want them to do, oh
(Let the right one in, Morrissey)
Dejalo entrar, dejalo entrar o simplemente dejalo ir. Esa es la sentencia alrededor de la que gira la vida. Así la vida, como El lugar de las despedidas se convierte en un devenir infinito de decisiones. Lo tomás o lo dejás, es lo que hacemos a cada momento por más que no lo veamos. Estas, son decisiones que nos marcan un rumbo. Todo lo que te iba a pasar en uno de los caminos jamás te pasará en el otro, pero no sabemos cuál nos hubiera gustado transitar, ¿no? Desde que me di cuenta es que, cuando tengo un poco de libertad para la experimentación, sólo digo “Let it be”.
En la literatura argentina contemporánea florecen estéticas de lo cotidiano, de lo efímero, de la deconstrucción de la vida diaria en la urbe o en la periferia, donde estas decisiones pequeñas adquieren la primacía en la narración. Los grandes relatos y los trágicos conflictos pierden la batalla contra aquellos que son casi imperceptibles. Pasa en la vida, pasa en la literatura y por qué no, también en El lugar de las despedidas.
¿Qué nos lleva a que escenas de la vida cotidiana sin conflictos magnánimos, en realidad, sin conflictos nítidos que se tornen en vivencias tan palpables como atrayentes? Me pregunto al leer el libro y garabateo algunos pensamientos.
No podría hacer un catálogo de cada cuento para dar cuenta del libro aquí, eso sería absurdo porque intuyo que hay algo del libro que empapa cada cuento y a su vez hay algo de cada cuento que se ve en los demás y en el todo. Un algo que forma y particulariza la organicidad de El lugar de las despedidas. Hacer un análisis de los recursos que utilizó el escritor tampoco es el camino porque no se puede saber cómo funciona un reloj con estudiar una de sus piezas, ni siquiera todas si se lo hace por separado.
Ahí es cuando vuelvo al título y me pregunto ¿cuál es la naturaleza de las despedidas? ¿cuál es su lugar? No pretendo responderlo de una manera que clausure cualquier tipo diferente de aproximación, porque lo más importante es que el libro se lee con el cuerpo, con la subjetividad, con las sensaciones.
Creo que es, también, un libro al que se debe entrar mientras en el estéreo suena Nirvana, Rolling Stones, The Doors, por ejemplo, y la soledad se apodera de vos para que puedas descubrir cuáles y dónde se alojan las despedidas. Despedidas que sentirás como sensaciones. Quizá, en esos pequeños momentos de terror: que se vuelven palpables cuando un joven recién llegado a Buenos Aires pierde su parada y se aleja en el colectivo 28 hacia, lo que para él es, ninguna parte. O cuando comenzás a sentir el mismo hastío que tienen los niños en un cementerio visitado todos los domingos, cuando visitan a sus muertos, obligados por sus tías, mientras les dure la infancia, mientras no puedan separarse de esos adultos que los cuidan.
Tal vez, el lugar sea aquel donde se mezcla la fantasía del narrador con su realidad. Aquellos relatos en los que el protagonista se enamora de una chica que configura su existencia entre lo que viene de la mente de su amante y lo que viene de ella misma. Las historias se desarrollan cuando comienza la ilusión de esa aparición idílica, mágica, esa visión maravillosa y el protagonista se embarca en un viaje: en el relato Herna o el amor como urticaria, un viaje imaginado por el protagonista; en la visita de Brenda un viaje real en colectivo. Pero también un viaje vital, de experiencia pura, en donde el recorrido cambia al protagonista y el amor por la chica de sus sueños la aleja para siempre.
Otro lugar para las despedidas es la muerte, que aparece con la naturalidad que le da la vida, sin dramatismos y de múltiples formas. La muerte vive en los relatos como la polenta con queso en el punto de hervor, así, creciendo, achicándose y explotando cuando ya no puede hacer otra cosa. En El presagio, la muerte que se avecina amenazante; en Lamentablemente episodio familiar una muerte que no puede dejar de conocerse porque el olor a podredumbre invade, se pega en el barrio; en La visita viene caminando despacito y con sed y resulta una brisa de aire fresco para su anfitrión; la muerte que se repite y se vuelve graciosa en Gregorio, el indeciso o en El suicida; y en otros cuentos es la rutina y el hastío en que se convierten algunas tradiciones familiares.
Y hay otros cuentos en que la despedida es… Bueno, la despedida la dejamos para el final, mejor. Lo más importante es el viaje.
El Lugar de las despedidas (2014)
Autor: Mauricio Koch
Editorial: La Parte Maldita
Género: cuentos
No sé si será un viaje el libro, pero es un viaje la nota. La foto es genial! Yo compro.