Por Jonás Gómez
En Los enfermos, su primera (gran) novela, Natalia Rozenblum sostiene un tamiz a través del cual se filtra una clase específica de lenguaje, la percepción (del cuerpo propio, del cuerpo ajeno y del entorno), y las buenas y malas intenciones de los personajes (a veces mezcladas y por momentos, en apariencia, superpuestas).
De lo que se parte es de una situación límite: una madre, en una habitación de hospital, frente a su hijo en estado de coma. Y desde ahí el relato de su propia historia, de lo que ocurre en el día a día en un hospital (con la puesta en duda de la salud propia y ajena) sumado a los pantallazos de la historia familiar. Otro dato sobre la novela: todo será contado a partir de fragmentos, la información (eso que podría llamarse, con muchas comillas, “la verdad”) administrada con la lógica de un antibiótico.
En la prosa, estructurada en párrafos compactos y líneas breves, con el texto centrado en la página, se encuentran muchas virtudes, pero se destaca el efecto de ida y vuelta en el que la narradora (micrófono en mano y en tono convaleciente) pone al lector en su estado anímico, en su monólogo interno, alternando con la interacción con el resto de los personajes. Las palabras que se usan para contar la historia son de lo que podría caracterizarse como lenguaje claro, pero hay profundidad en el uso, hay peso en el acomodamiento de esas palabras.
Dos ejemplos del texto que se puede encontrar en la novela:
“Papá me mira.
Corre la silla hacia atrás pero se queda quieto.
Tengo la sensación de que hay una infinidad de metros entre nosotros, y si quisiera acercarme debería atravesar montañas, parques, lagos. De que en ese recorrido me encontraría con las vacaciones en Entre Ríos, los pescados para cenar, las risas y yo sin entender. Más adelante, una noche, solos los dos, esperando que mi mamá vuelva de algún lado, la radio que canta”.
Y otro, de gran intensidad, sobre la percepción de la protagonista en torno a la naturaleza masculina:
“Pienso: todos siempre se visten de hombres con trajes, barbas o gritos, pero cuando están solos, con ellos mismos, se repliegan, encogen sus cuerpos hasta replicar el primer momento de amor, para anhelar ese momento de amor”.
Una mención aparte merece la edición de Alto Pogo. El montaje de la portada, unas pocas imágenes en sintonía en las primeras páginas y el diseño le dan al libro una unidad estética atractiva y sólida.
Los enfermos (2016)
Autora: Natalia Rozenblum
Editorial: Alto Pogo – Colección Novela
Género: novela