Por Clarence y Alabama
La escritura de Marcelo Rubio es una brújula que nos ubica en un tiempo y espacio determinados. La construcción de sus personajes refleja la bohemia de los setenta pero nos hace caminar por la calle Corrientes, vestidos de sobretodo, sin rumbo, con la existencia turbia de quien no sabe dónde llevarán sus pasos, en la atmósfera de los perdidos ochenta, casi con un pie en el sinsentido depredador de los noventa. Una sensación epocal más que la fijación referencial de esos años. Sus historias forman una parábola narrativa que resume la melancolía del flâneur porteño. Marcelo Rubio es un “atorrante” de las letras, un Loco Chavéz de la literatura que retrata la realidad argentina saboreando la cepa de su genética.
Desde su primer libro, Cuentos sin rumbo, Editorial Letras Nuevas, 2010, el autor pone de manifiesto una característica que después desarrollara con mayor profundidad en sus libros posteriores. Una especie de realismo mágico autóctono. Los autores de estas líneas le dieron el nombre de “Alucinaciones porteñas”. Lo fantástico incrustado en la realidad, el febril delirio de quien agotado de los cotidiano experimenta situaciones lejos de la comprensión habitual para hacer verdaderas. Un anecdotario en versión cuentos de historias escuchadas con el borde del oído convirtiéndolas en un eco eterno en la cabeza de los protagonistas. Los cuentos breves que componen este libro son extractos de una memoria: leyendas personales ensambladas por una voz en off tan auténtica como literaria.
En Nueve relatos atravesados en la garganta, Textos Intrusos, 2012, Rubio nos ofrece en cada cuento latigazos certeros en la frente. A la manera carveriana, los argumentos nos enfrentan con situaciones aisladas que bien podemos leer sin el impacto o la ansiedad del efecto en cada página, pero al terminar de leer cada uno de ellos nos deja una sentimiento inconfundible: la historia se nos queda pegada en la garganta, algo entre las líneas nos mantiene amarrados. Es muy frecuente en el análisis de la literatura contemporánea lo “no dicho”, que en este caso, más como esencia que como mecanismo, es lo “nunca dicho”. Es indudable el guiño hacia los Nueve Cuento de Salinger, guiño socarrón pero con apuesta doble: estos cuentos no se digieren, solo quedan atrapados en el camino.
Fútbol sin tiempo, Textos Intrusos, 2014, toma el deporte por excelencia de este país y lo reviste de la marca registrada Rubio: alucinaciones porteñas y un tango que escupe distorsión. Lo fantástico se ensortija en la trama y nos pospone la idea del fútbol como un deporte de masas para convertirlo en un deporte lírico, donde la metáfora mete una rabona en un centro, o tira un caño en el lugar menos favorable para su equipo. De eso se trata el libro, historias donde el factor humano es un simple complemento, donde el verso se impone en la prosa mundana. No toma al fútbol desde su universalidad, lo ubica en la mitología cultural argentina, tan llena de barbarie como de poesía.
La Strada, Textos Intrusos, 2016, es la excusa perfecta para no escribir una novela. Es un libro de cuentos que también es una novela. La Strada es un bar, el personaje casi omnisciente que contiene a un reparto secundario de personajes. Un bar que respira gracias al lumpenaje que lo transita. Desde su dueño hasta los asiduos concurrentes muestran los rastros de la noche, el cobijo de las alcantarillas, el ambiente catatónico, el sentimiento herrumbroso de que un segundo dure lo impredecible. Todas las historias concatenadas marcan el ritmo de la narración; los cuentos (capítulos) son espejismos cotidianos, mundos paralelos cuyas puertas evitamos abrir a diario, crónicas suburbanas de personas en estado de erosión. La Strada es el faro de cada uno los actores que interfieren en sus mesas y sillas, la guía para una adecuada perdición.
Para el final de este mapeo sobre la obra de Marcelo Rubio se le dará más extensión a su última obra, la novela Lo que trae la niebla.
Raimondi es un periodista de la revista en picada “Segundos afuera”, al que le encargan un reportaje a cuarenta años de cumplirse el histórico combate entre Mohamed Ali y el argentino Ruiz. Lo curioso de aquella pelea, es que Ruiz tenía todo para ganar en el octavo round, pero se paralizó al décimo tercer asalto y decidió no terminarla. Ante la sorpresa del público presente, Ruiz desaparece para siempre del mundo del box. A Raimondi le dicen que el boxeador vive desde hace años en un pueblo llamado “Laguna profunda”. Le dan los viáticos, se sube al auto y sin pensarlo, va hasta allá con un tremendo dolor de muelas.
De esta manera Marcelo Rubio nos invita a Lo que trae la niebla (Indómita Luz, 2018) con un gancho digno de Ali, porque apenas pone un pie en el pueblo que está al borde de ser fantasma, se encuentra con un comisario que escribe Haikus y hace de remisero, una bruja que se pone vieja cuando lo cura de la muela y rejuvenece cuando la ven con ojos nuevos, una chica que trabaja con su cuerpo en un prostíbulo y cultiva bonsáis, dos cazadores de conejos –lo único que se puede comer en el pueblo- que le roban las ruedas del auto, pero que lo llevan a cazar, y una laguna que ya no es tal, porque desde el día de la pelea, se quedó sin agua.
El mundo que construye Rubio es rico en imágenes y épica. Sus personajes desangelados cobran forma en pocas pinceladas y encarnan un significado importante cuando surgen. La prosa se despliega con naturalidad en un sistema mitad Buenos Aires de bares y nocturnidad, mitad pueblo con sus intimidades a punto de ser descubiertas. La melancolía con la que pinta cada párrafo, por momentos, recuerda a aquella película de Subiela, “El lado oscuro del corazón”, pero también a “El gran pez” aquella preciosa obra de Tim Burton, porque cada acción se puede relacionar con una serie de presentes que todavía no cerraron sus puertas y la prosa de Rubio, si bien lleva a pensar en los clásicos, tanto en su forma como en su sintaxis, también cuenta con una cuota de humor y atrevimiento que lo vuelve singular frente a lo mágico. Y es ahí donde radica uno de los grandes valores de esta novela, su innegable capacidad para fluctuar y combinar una historia realista con ciertos toques de fantasía, con la particularidad que Rubio, se mantiene con un pie lo realista, con su melancolía, su vaso de whisky y otro en lo absurdo, con su diario del 85 cada vez que se sienta en el bar y un barco se acerca a un muelle sin agua.
Lo que trae la niebla es, además, una enorme brújula que emite mensajes en código morse hacia cada rincón del espacio y que será el propio narrador quien se ocupe de transcribirlas y hacerlas llegar al destino final. Con el pucho en el ángulo perfecto para que el humo le nuble la vista.
(Bajo el signo de Eva es un libro de cuentos de Marcelo Rubio, Editado por Textos Intrusos en 2014) que no fue incluido en esta reseña ya que fue previamente comentado en Solo Tempestad por Matías Bragagnolo y Martín Sancia: www.solotempestad.com/rubioxbragagnolosansia)
Cuentos sin rumbo (2010)
Nueve relatos atravesados en la garganta (2012)
Fútbol sin tiempo (2014)
La Strada (2016)
Lo que trae la niebla (2018)
Autor: Marcelo Rubio
Editorial: Editorial Nuevas Letras, Textos Intrusos, Indómita Luz
Género: cuentos, relatos, novela
Complemento circunstancial musical: