Por Analía Pinto
En 2009, Alejandro Rubio publicó en Chile un libro que puede considerarse de culto: Diario. En 2017, la editorial argentina Palabras Amarillas lo rescata y reedita, quitándole quizás su pátina de libro de culto mas no su clara impronta de libro maldito, o por lo menos de pretendido malditismo.
El Diario conjuga numerosas singularidades: todas sus entradas corresponden a una misma y obsesiva fecha, el 7 de mayo de 2007; muchas de las entradas constan de una única palabra (por ejemplo, “oro”, “guglear”, “incantatio”); otras son frases de canciones (“Yo me pongo tu uniforme y vos me das de morfar”, “Nosotros no somos como los Orozco”); algunas más consisten en una seguidilla de adjetivos (como “Impotente, imperioso, impávido, impele”); otras más son refranes y sentencias (como “Creer o reventar” o “Palos porque bogas y palos porque no bogas”); pero mayormente se trata de reflexiones, observaciones, puntualizaciones, meditaciones, algunas brevísimas, otras más extensas, de un presunto poeta maldito o bien de un escritor fracasado al estilo arltiano, o más aún de un antihéroe de escritorio, de esos de los que ahora abundan en las redes, donde vuelcan en afilados tuits su pensamiento a contramano del mundo y se folgan con cuántos retuits y seguidores obtienen.
De hecho, muchas de las entradas de este diario anómalo y singularísimo podrían oficiar de tuits ácidos, irónicos, escépticos y hasta graciosos. Sin embargo, la magia del libro opera su taumaturgia y lo que sólo hubiera sido una fugaz ingeniosidad devorada por el feroz scrolleo queda plasmada en letras de molde y configura nuevos sentidos y significados. Sobre todo, arma un claro y posible rompecabezas del desencanto, del que cada entrada del diario es una pieza. El Diario de Rubio parece venir a decirnos la revolución ya fue, la política ya fue, el hombre ya fue. No nos queda otra que volcar nuestras sagaces observaciones en el enorme vacío del abismo que nos tragará en breve y a veces ni eso.
Imposible no vincular este Diario con los Membretes de Oliverio Girondo, si bien éstos eran mayormente observaciones relativas al arte y a instalar algo así como una nueva poética, también hay ciertas entradas del Diario de Rubio que van en ese sentido, aunque con declarado pesimismo. Por otra parte, a pesar de su atipicidad, el Diario igualmente funciona como tal, porque entre la prolija maraña de pensamientos se deslizan algunas vivencias personales de Policarpio Berreteaga, su presunto autor, como ese padre que se quiebra la cadera, que queda postrado y que el hijo debe atender y cuidar.
Con descarnada mendacidad, con pintoresca ironía, por momentos vitriólico, por momentos casi tierno, el Diario muestra el devenir mental y existencial de un agudo observador de la situación política, artística y social de la Argentina del siglo XXI apenas iniciado. Y algunas entradas, a la luz de los acontecimientos actuales, adquieren casi visos de profecía, como estas: “Aislarse de un entorno tan deprimente en una cabina de plexiglás a temperatura constante no mayor de veinte grados es la mejor solución encontrada hasta el momento para preservar la salud mental”; “Un tríptico de fotos: a la derecha una Bersa, a la izquierda una Glock, y en el centro los ojos de príncipe azul de Mauricio”.
Diario (2009)
Autor: Alejandro Rubio
Editorial: Palabras Amarillas
Género: Diarios