Por Mariana S. López
Familias de cereal es un libro de cuentos que se lee rápido, pero esta característica no responde a la extensión sino a las ganas que crea en el lector apenas se lo abre; incuba un bichito, en algún lugar entre el corazón y las tripas, que se alimenta de cada letra que conforman los cuentos y, a medida que crece, se vuelve difícil de conformar.
Los cuentos tienen un lenguaje simple, contemporáneo, que describe situaciones cotidianas. Son historias propias de la narrativa rioplatense actual, publicadas por la editorial española Candaya. En este libro se cuentan: problemas de obesidad, separaciones, incomprensión entre padres e hijos, muerte de los padres, ausencia de empleadas domésticas, recorridas cartoneras que se transforman travesías complejas. Nada espectacular sucede en estas historias y sin embargo… Y sin embargo son narraciones maravillosas que convierten circunstancias familiares en relatos que arrojan 1001 y un velos sobre el lector.
Me gusta pensar en épicas interiores, es decir, en aquellos viajes que no son en tiempo ni en espacio pero que, sin embargo, deja a sus Odiseos diferentes para siempre, como héroes de alguna batalla subrepticia; este libro tiene muchas épicas que nos presentan uno o varios héroes en cada página. En el sentido común el héroe es un ser superior, dotado de una ética inquebrantable ¿no les parece? Creo que estos personajes, en cambio son vulnerables, complejos y contrariados pero pueden afrontar el abismo y cruzarlo; aunque ese abismo sea salir de la ciudad y adentrarse en el conurbano profundo en busca de la empleada doméstica que no volvió a trabajar, y allí cruzar el espejo de Alicia.
Los héroes y las heroínas tienen sus mezquindades, sus zonas bajas: en Mitad de un hermano se conoce un secreto terrible de un tipo común, y sus circunstancias; en La fidelidad de los perros hay secretos, reproches, distintos niveles de traición y algo que no terminamos de entender porque los personajes tampoco lo hacen; en La nube y las muertas el desprecio que tiene la persona que protagoniza el relato por su familia.
Pensándolo bien, todos, o casi, tienen pequeñas traiciones que se descubren a medida que el relato avanza porque: hay un misterio sostenido, que retacea la información, y que te va chupando como un remolino en el mar al que si te acercás mucho, y tené por seguro que lo harás, no podrás salir. En algunas historias esas traiciones te hacen reír, como en Familias de cereal, me reí a carcajadas y en el colectivo, hay otras como Cuatro lunas que te dan una descarga eléctrica, como de dolor de muela que se siente chiquito e intermitente al principio pero luego se agudiza y te descubrís apretando la mandíbula para que sea un poco más fuerte.
En Animales del imperio el narrador cuenta que su padre era amante de los animales e inventaba fábulas, como las de Esopo, para hablar de acontecimientos políticos. Intuyo que en estos cuentos Tomás Sánchez Bellocchio despliega reflexiones sobre cuestiones sociales y políticas, las piensa desde el microcosmos de los cuentos, desde la pequeña extensión de 10 páginas; plantea, también, afectividades familiares desde distintos roles, con distintas edades y desde trayectorias diversas, siempre simples y para que las lea cualquiera; para que todos riamos y lloremos, como en la vida.
Familias de cereal (2016)
Autor: Tomás Sanchéz Bellochio
Editorial: Candaya
Género: cuentos