Saltar al contenido

Reseña #854- Entrevista con un Kentuki

kentukis



Los límites eran en realidad los fundamentos de estas relaciones.
Samanta Schweblin

 

Por Paulo Neo

Bien, vamos a comenzar.
Antes que nada, muchas gracias por acceder a este breve cuestionario sobre la obra de Samanta Schweblin. Por favor, tenga en cuenta que cada una de sus respuestas se publicará sin ningún tipo de edición, ni censura. Se respetará cada palabra, cada coma y cada silencio, si los hubiera. Por otro lado, déjeme recordarle que la atención de los grandes medios masivos de comunicación está puesta en el resultado de esta entrevista. Y es probable que las generaciones futuras lo utilicen como material de consulta. La idea es lograr una aproximación lo más fidedigna posible. Sin revelar, por supuesto, los mecanismos claves de la misma. Para intentar lograrlo empezaremos, como es recomendable, por el principio. Y nos iremos deslizando, lentamente, por la trama. Trazaremos una disección superflua del nudo narrativo y sus protagonistas, si es que eso es acaso posible, claro. Sin más, aquí la primera pregunta:
Dígame, por favor, ¿qué es un Kentuki?
Un simple aparato, faltaba más.
¿Un simple aparato, dice? ¿De verdad le parece tal cosa?
Absolutamente. Simple. Como la vida y la muerte, como el ser y el tener, como el mirar y el ser mirado, son criterios que no permiten mucho margen de error.
A ver, entonces: ¿La vida y la muerte le parecen “simples”? ¿Eso es lo que intenta decirnos?
Exactamente. O al menos lo es en mi caso. Y en el de Grigor, Marvin o Alina. Sin ir más lejos, podemos tomar como ejemplo el caso de Emilia, que es “amo” y “ser” al mismo tiempo.
Bien. En consecuencia, ¿es posible que estemos viviendo una especie de revolución mediática? A la gente le interesa bastante esto último.

Como única respuesta, incluiré una cita del libro, página 52. Allí dice, claramente: “Mi ex marido dice que el crecimiento de estas cosas es exponencial: si hay tres la primera semana, es que habrá tres mil la segunda.” Creo que eso es bastante gráfico. Por otro lado, se habla mucho de los beneficios de tener un Kentuki. ¿Qué sería lo peor que puede pasarles?
Déjeme pensar un segundo por favor… Es probable que se trate del hecho de que en dichas relaciones, se agoten las fuerzas que la sostienen –y que son aquí representadas simbólicamente por esa batería que debe ser diariamente cargada; o que se pierda la conexión; o que sobrevenga el desinterés de alguna de las partes. Lo de siempre, bah.
¿Hay una tendencia de los escritores a reescribir la historia desde puntos de vistas mórbidos, oscuros y a la vez, predictivos?
No creo estar capacitada para responder eso. ¿Podemos saltarnos esa pregunta y circunscribirnos a la obra?
Claro, perdone. Retomando: ¿le parece que sucede tal como decía Oscar Wilde, aquello de que solo con el uso de máscaras reluce lo verdadero? El anonimato ¿es la excusa perfecta para revelar los miedos y deseos más profundos?
Podría decirse que los Kentukis llevan al extremo ese tipo de preceptos. Los resultados son tan patéticos como interesantes. Tan vacíos de sentido como el sentido mismo. Tan repugnantes como simpáticos. En este juego de espejos, nadie mira a nadie si no es con ojos prestados, con ficciones tan verdaderas que suelen doler un poco.
Para terminar: ¿cómo imagina el futuro de los Kentukis?
Negro. Exactamente igual al de la humanidad. El que tenga dudas sobre eso, que lance la primera piedra.
Muchas gracias por su tiempo. Llegarán pronto las repercusiones desde Erfurt, Alemania; Oaxaca, México; Umbertide, Italia; Brasil; Madrid y mucho más. Le pido que esté atenta a sus redes.
No olvide Ud. que habla con un Kentuki. Hasta luego.

Kentukis (2018)

Autora: Samanta Schweblin

Editorial: Random House

Género: novela

 

Complemento circunstancial musical:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *