Por Julián Lucero
Ciudad celular de Mercurio Sosa invita a realizar un recorrido introspectivo a través de un entorno mutante y situaciones demasiado humanas para ser ciencia ficción, muy desopilantes y bizarras, que no pierden nunca contacto con la realidad o lo que se puede percibir de ella.
En un universo futurista, construido como un rompecabezas a partir de todos los elementos sociales, políticos y culturales que nos reflejan como argentinos, Mercurio consigue un trabajo y la posibilidad de estabilidad, progreso, independencia y el resto del aparataje que humaniza y dignifica. Frente a esta posibilidad y en una realidad en la que se puede viajar a otras dimensiones, tiene la chance, por ejemplo, de reivindicarse frente a la decepción paterna, que es universal e inevitable.
Lo fresco de la obra de Sosa, es la no linealidad anecdótica de la historia, que vira de futurista a atemporal, de irreal o monstruosa a humana. Como lector, uno se compenetra con ese personaje, depresivo, un poco obsesivo y panicoso, que intenta reflotar su mundo y, de forma abrupta, se produce un cambio en la dinámica del texto que deriva en una anécdota infantil, de barrio, inocente y divertida, que parece despojarse del resto de la historia cuando en realidad siempre se encontró ahí, latente, esperando mostrarse.
El miedo está siempre presente en Ciudad celular: a vivir, a cambiar de realidad. La desprotección que puede causar la vulnerabilidad paterna es anecdótica para Mercurio, pero, pensada detenidamente, resulta terrorífica. También está presente la imposibilidad a tener miedo frente a determinadas situaciones como única herramienta para sobrevivir a las adversidades y pasar un poco de los demás.
Uno de los viajes transporta a Mercurio a un mundo construido con un material sintético, blando, pegajoso e invasivo. Las personas que habitan ese mundo tienen la necesidad de tomar pastillas para poder tolerarlo. Otro viaje, lo lleva a una realidad de humanos hambrientos de muerte, donde los asesinatos son entretenimiento; una realidad de personas despojadas de toda empatía, que responden, como títeres, a un orden mayor. Subyacen entonces, en la narrativa, realidades disfrazadas.
Ciudad celular reflexiona, entre gusanos voraces y calaveras que festejan el día de los muertos, sobre la cohesión entre el deseo sexual y los sentimientos en una relación, a través de un sueño húmedo sobre un chico y su mandrágora que refleja, en un retrato breve, cómo se construye y destruye una relación.
El tiempo, como factor determinante, es otro de los elementos con los que Sosa juega en su historia. El presente, como resultado del pasado, de todas las buenas y malas decisiones que se tomaron, de todo lo que se vivió y toda esa predisposición que se fue apagando cuando nada parece tener sentido y que pide a gritos desencriptarse. El presente como momento de reflexión, de búsqueda de estabilidad, de ver el mundo perfecto como indicador de anhelo de realización propia. El futuro como camino plástico que se forja. Porque las personas se apropian de lo vivido, internalizan y necesitan transitar ese camino que es el futuro y que parece impredecible, con un poco más de experiencia.
Al leer Ciudad celular pensé en las novelas de Chuck Palahniuk, por la cantidad de situaciones brutales y extrañas que transcurren mientras se desarrolla la historia. Pensé en el guión de la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos de Charlie Kaufman por el juego que se despliega entre las situaciones amorosas, el tiempo y los planos espaciales. Pensé en el video de la canción Do the evolution de Pearl Jam, por esos gusanos fantásticos que devoran cuanto se les cruza y chorrean ácido. Recuerdos que llaman a la reflexión.
Mundo celular (2016)
Autor: Mercurio Sosa
Editorial: Malisia
Género: novela
Muy bueno el libro, para recomendar!!