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Reseña #687- Acariciando al tigre

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Por Analía Pinto

Desde que supe que existía este libro que lo quise.

Tan grande fue mi deseo que dos de mis mejores amigos, sin ponerse de acuerdo ni saberlo, me lo regalaron. Como uno llegó antes que el otro, conservo el primer ejemplar y el segundo se lo quedó la compradora, para su mayor deleito. No es un secreto para nadie que amo a los gatos. No recuerdo momento alguno en el que no los haya amado. He tenido gatos toda la vida, con algunos breves hiatos, de los que sólo voy a mencionar dos: el tiempo que se sucedió desde que murió mi hermosa Alfonsina, una gata de brillantísimo pelo gris, asustadiza, tímida y mimosa sin fin sólo conmigo, hasta que apareció un gatito blanco y negro en mi casa que a su vez atrajo a otros gatos y terminamos conviviendo mi padre y yo con siete bellezas; y el tiempo, interminable, horrible, espantoso, que se sucedió entre que me fui de la casa paterna (dejando a mi padre con las siete bellezas) y me vine a vivir sola hasta que me decidí a adoptar a la que entonces se convirtió en (y sigue siendo) la gata más hermosa del universo y alrededores: Catina. Catina y yo hemos convivido desde abril del 2014 hasta enero de este año en la más absoluta felicidad; sin embargo, un hecho traumático que me duele hasta las lágrimas recordar hizo que nos tuviéramos que distanciar. No hay un día en que yo no piense ni recuerde su hierática y perfecta de toda perfección belleza egipcia; no hay un día en que yo no quiera volver a acariciar el pelo gatuno más suave del mundo (les juro que no hay ninguno más suave, brilloso y sedoso, ninguno); no hay momento en que no quiera volver a estar con ella pero no es posible (a quien le interese, todo el racconto de sucesos está en su propia página de Facebook, porque así de diva y genial es ella). No obstante, una vez que los días pasaron y me aseguré de que mi reinita estaba bien cuidada, estaba nuevamente feliz y que todo se reencaminaba me puse en campaña para adoptar (¡por supuesto!) a un nuevo felino, porque la vida sin ellos, para quien se ha acostumbrado a su hermosa compañía, sencillamente carece de sentido, es un error, es del todo insoportable. Regresar cada tarde de mi trabajo y que Catina no viniera corriendo a tirarse panza arriba a mis pies era desolador. Irme a dormir cada noche y que ella no viniera a hacerse un ovillito en mi hombro mientras yo leía era devastador. Mi único consuelo posible era volver a dejarme adueñar por otros maullidos, otros ronroneos, otros mimos aunque no fueran más los suyos. Y entonces las manos mágicas de la red y sus misteriosos caminos hicieron que llegaran dos hermanitas de apenas dos meses, una carey y otra atigrada, que ahora me llenan de pelos, mimos y gracias y han hecho que todo volviera a tener sentido para mí.

¿Y qué diablos tiene que ver esta lacrimógena historia gatuna con el libro de Van Vechten? Todo. Porque el libro El tigre en la casa. Una historia cultural del gato (Sigilo, 2018) viene a confirmar lo que todos los ailurófilos sabemos: que no hay nada más bello y perfecto en el mundo todo que un gato, que su sabiduría e inteligencia son varias veces superiores a los nuestros, que hasta sus detractores terminan admirándolos y que Dios los creó para concedernos el placer de acariciar a un tigre, entre otras delicias. El libro es, por supuesto, de presencia obligatoria en la biblioteca de cualquier amante de los felinos pero también en la de cualquiera que aprecie los libros bien hechos en todo sentido: impecablemente escrito, con un humor chispeante e ironías finísimas, perfectamente traducido y, por si fuera poco, bellísimamente ilustrado por Krystopher Woods y cuidadamente editado por Sigilo, cuyo editor principal es, según acabo de anoticiarme, amante de los gatos, claro.

La obra se divide en trece capítulos temáticos que permiten observar a los seres más polifacéticos que existen en cada una de sus facetas: el arte, la música, el teatro, las leyes, la ficción, el ocultismo, el folklore y desde luego la literatura, entre otras, son abordadas con minucia, detalle, curiosidad y mimo, tal como lo haría uno de nuestros bigotudos amigos. Con la misma delicadeza que sólo ellos pueden desplegar al acariciarnos con sus patas delanteras y con la misma ferocidad de la que pueden hacer gala si es necesario, Van Vechten nos habla, entre tantísimas maravillas, de los gatos dibujados por Grandville y Steinlen; de los estrafalarios, graciosos, ridículos y hermosos nombres que sus dueños les han puesto a lo largo de los siglos; del Dueto de los gatos de G. Berthold, curiosa obra musical en la que dos cantantes “emiten miaus en diversos matices y escalas, con un tono gatuno que resulta divertido”; de los amores gatunos de Bella (una aristócrata gata inglesa) y Brisquet (un gato francés ranfañoso) retratados por el enorme Balzac; de Baudelaire, de Poe, de Gautier y de la pléyade de escritores franceses del siglo XIX que cantaron alabanzas a los felinos. Dedica, desde luego, todo un capítulo a los gatos y los poetas, porque un poeta sin gato es, desde luego, incomprensible, un error de la Naturaleza o algo por el estilo, pues no existe nada que enseñe más poesía a un poeta que estas delicadas bestias.

Como el libro de Van Vechten se publicó originalmente en 1920 no llega a mencionar a otros grandes gatófilos como Hemingway o, entre nosotros, el propio Borges, el amado Cortázar o Soriano. No conoció tampoco uno de los poemas con gatos más maravillosos que se hayan escrito sobre esta y todas las tierras, poema que nunca puedo leer sin ponerme a llorar desconsolamente por todo lo que dice sin decirlo. Se llama “Gato en un piso vacío” y su autora es la inigualable Wislawa Szymborska. Si lo leen y no se conmueven, les sugiero que se hagan ver. Van Vechten lo hubiera incluido en su libro sin dudarlo un instante.

Posdata: Este ha sido uno de los pocos, si no el único, libro que he leído con una sonrisa (diríamos de Cheshire, desde luego) de principio a fin. Nada en él sobra, nada es errado, todo es refractado con la más prístina justicia y verdad. Incluso si a usted, estimado lector, no le gustan los gatos, yo le aconsejo que igual le dé una leída. Aprenderá mucho y hasta es posible que decline su del todo incomprensible disgusto.

El tigre en la casa. Historia cultural del gato (2018)

Autor: Carl Van Vechten

Editorial: Sigilo

Género: Ensayo

Un comentario

  1. Adriana Pelitti Adriana Pelitti

    La próxima edición tenés que hacerla vos, Analía. Incluir este texto como prólogo y agregar los anexos de tiempos posteriores que mencionás. Y, obviamente, el poema de Wislawa. Me encantó, ahora voy a tener que conseguir que alguien me lo regale <3

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