Por Pablo Méndez
Todo el tiempo nuevo de Lucía Vargas es un libro empotrado dentro de otro. Un libro (dos libros) alejado del fen shui del diseño gráfico: un libro pequeño dentro de otro más pequeño, como si una ventana tuviera una dimensión mayor que la pared que la contiene. Por un lado, alejado de esa arquitectura editorial clásica, el libro que es contenido entraría dentro de la categoría de diario de viaje o bitácora de iniciación o crónica de ruta. Por otro, el libro que contiene las experiencias andariegas es un poemario cuya lírica acompaña las vivencias de la autora como una observadora que quita el envoltorio turístico para adentrarse en la esencia de cada personaje, cada lugar, dotando de sensibilidad lo que los ojos relatan.
Vayamos a la ingente ventana. Las secuencias del viaje son marcadas por capítulos que anuncian los tramos del recorrido: Córdoba, Valparaiso, Santiago, Arica, La Paz, Cuzco, Lima, Cuenca, Baños, Quito, Cali e Ibagué. En cada ciudad, Lucía Vargas desprende lo autóctono de cada ínfimo detalle, Latinoamérica vista dede las minúsculas partículas de la percepción. Y la sortija de cada vuelta nos devela desde la poesía la respiración de cada lugar:
La vida se dibuja en ciclos
igual a los espirales de humo
que suben al cielo
y limpian el ambiente.
El sol aparece y se esconde,
los animales despiertan y duermen,
el ruido de la calle nace y muere,
y así.
Pero este libro no es un simple anecdotario, es también una fuente de introspección donde la autora nos autoriza a conocer sus angustias, el alejamiento de su propio cuerpo, el recuerdo, la nostalgia; el lado B de la aventura, la mirilla indiscreta que apropia nuestra atención para tirar apenas la punta del hilo de la poesía:
Esta noche
esa mujer soy yo.
El nudo en la garganta,
la sangre que empieza a correr
en otro sentido.
Los ojo cerrados
con la mirada hacia dentro,
la bolsa abrazándome los párpados
al vacío.
y la boca bien abierta
pidiendo un segundo aire.
La simetría caótica que une cada punto en un trayecto exploratorio, no solo de la historia de cada país, también la brújula interna que crea la necesidad de asentar cada punto cardinal en el mapa de la creación. Cada centímetro de ruta, cada edificio descascarado, cada árbol chamuscado, cada personaje de voz única, es un trazo más de un tatuaje invisible en la piel. La poesía es cada aleteo de los ojos, es cada movimiento del cuerpo surcando el aire nuevo.
El libro se acabó.
El agua se acabó.
Tres días, tres días podés vivir sin agua,
dijo Renato es anoche en Lima.
Y tres días que me quedaría así
mirando como esa espuma amarillenta
acompaña el paso del agua hasta mis pies.
Tres días en los que me quedaría
intentando entender que este libro se acabó.
Que él no va a escribir otro poema, nunca más.
Que ahora es necesario sentir esa sed
hasta que arda,
hasta que produzca
la verdadera sensación de vacío, de muerte.
Hasta que sea necesario ir por más.
Todo el tiempo nuevo (2017)
Autora: Lucía Vargas
Editorial: edición de autor
Género: diario de viaje, poesía