Por Guillermo Tangelson
Hay épocas en la vida que dejan huellas. Los días en los que acompañé a mi viejo en terapia intensiva por un tumor en el páncreas, marcarán seguramente una de esas épocas.
Durante esos días me acompañaron dos libros bien distintos, Todo nos sale bien, de Julia Coria (Odelia editoras), y Fuerza magnética, de Valentina Vidal (Tusquets editores).
El primero lo encaré con plena conciencia, sabía que hablaba del periplo que transitó Julia con un cáncer de esófago con el que su marido Fabián batalló por más de un año, sin un segundo de tregua. El libro, luminoso, lleno de amor, épico, me acompañó de manera incondicional en los momentos en los que la finitud de mi viejo se volvía una posibilidad tangible, mensurable en un puñado de días.
Pero lo que me convoca a escribir esta reseña es el segundo libro que me acompañó.
A Fuerza magnética lo encaré sin tanta información como el primero. Me gustan las reseñas de los amigos de Solo Tempestad y en particular llamó mi atención el decálogo de Pablo Méndez, que invitaba a leer el libro.
Gustoso acepté la invitación. A diferencia de muchas personas, trato de no caer en la tentación de leer las contratapas. Quiero ir directo al hueso, sorprenderme con el mundo que el autor propone sin ningún tipo de preámbulos o preparación.
De modo que fue una sorpresa para mí volver a encontrarme leyendo sobre un pabellón de oncología, un anexo, para ser precisos. Esta vez no era desde la perspectiva del acompañante (de hecho los pacientes estaban todos bastante desamparados en este relato), sino desde la perspectiva humana, desorientada a veces y lúcida también, de los mismos padecientes. El mundo de la historia, microscópico en cierto punto, agobiante y lúgubre, como de luz de neón parpadeante, se completa con la mecánica de un centro de salud decadente, corrupto, en el que la humanidad de todos los que la transitan, de los que están anclados en sus muros, está puesta en suspenso, como si de una voluntad oscura y ominosa dependieran sus destinos.
Si la primera lectura era luminosa y sanadora, esta se presentaba un tanto más oscura. Entendí a Fuerza magnética como un grito, áspero, acallado, silenciado e íntimo, pero grito al fin. El relato es impecable y cuidado, pero mantiene como un ruido, una frecuencia, algo magnético, como un incómodo ruido blanco, algo en falsa escuadra con el mundo, que hace pensar en una guitarra distorsionada, nada estridente, nada violento, pero algo que recorre la pesadilla.
Este libro tenía la bilis que yo tenía que sacar (o que mi viejo tendría que haber sacado). Este libro es mi grito. Lo leí gritando en silencio. Lo leí esperando la guillotina de una habitación mal aislada de las resonancias del negatoscopio. Lo leí con la ilusa esperanza de una redención, de un rastro de humanidad, de la rebeldía de los vencidos. Lo leí esperando traiciones, pero también castigos. Lo leí celebrando los leves gestos de amor o de amistad, nada empalagosos, por cierto, sino necesarios a modo de contrapunto de todo lo que asfixia y aliena al ser, de los no nombres, de los residentes que no evocan su nombre porque se entienden subsumidos a su rol de mero engranaje de una maquinaria, como Salta, como el Oscuro, el Arqutecto o el mismo Directorio, abstracto, anónimo y nocivo como aquello que contiene sus muros, implacablemente diseñados como piezas de relojería en una máquina de romper vidas. Porque a fin de cuentas si el fin último de una clínica fuera salvar vidas y no lucrar con ellas, otra sería su dinámica. El libro desliza esa idea de manera intravenosa, con algunos dilemas morales ante el inminente derrumbe, pero insisto, sin estridencias, es una nota más que completa un sórdido y magnético acorde que se queda resonando en nuestros espíritus tiempo después de haber terminado Fuerza magnética.
Por Eduardo Vardé
El resonador hace un quilombo bárbaro, pero no lo quieren -o no lo dejan- apagar. Por eso, tienen que andar con cuidado, porque atrae al metal o buscan que atraiga más plata, que también es una forma del metal.
Según Bourdieu, todos los campos sociales de la actividad humana son una esfera que atrae y agrupa, como si fuera un gran resonador invisible, a sus actores, los que a veces parecen robots programados para facturar y asentir.
Pero a algunos les toca no querer ser parte y, sin embargo, tienen que ser. Nacen con la imposición de estas reglas, crecen con la naturalización de estas leyes y mueren mientras intentan sobrevivir entre sus vericuetos. Por eso, el sistema capitalista es el imán inexorable que los contiene, agrupa y a veces logra modificar el modo en que se mueven, manejan, piensan, incluso a pesar de sus contradicciones.
Fuerza magnética es la puesta en acción de la micropolítica en un contexto que fue ayer, que es ahora mismo y que, sin dudas, seguirá siendo mañana. Puertas adentro de la clínica todo puede pasar por poder, deseo, dinero. Todo puede pasar y pasa. Esta novela de Valentina Vidal es un texto vertiginoso que nos pone en calidad de testigos de lo que no vemos, pero sospechamos, que sucede en cada ámbito laboral cuando está degradado por avaricia, poder y dinero.
Salta, el Oscuro, Mirko, la Residente, Julieta, Alina, Nadia, el Arquitecto, el sindicato, cada uno mueve los hilos buscando su bienestar y la satisfacción, a pesar del contexto límite en el que viven. Pero al final, como si la sociedad fuera una mueca vista al revés, nadie termina cuidando de ninguno.
Fuerza Magnética, de Valentina Vidal, es un libro que nos permite ver como si fuera en tiempo real cómo se mueven los agentes de la micropolítica en una clínica, la que es como una casa mientras se está incendiando. Te atrapa a leer hasta el final, te hipnotiza, te atrae, te magnetiza.
Por Gabriel Martinez
Que cada capítulo tenga nombre y no sea simplemente un número es algo que recontra banco y suelo hacer bastante en mis escritos.
La inserción de los diálogos en el cuerpo del texto (sin raya de diálogo) es una gran elección y le termina dando a todas las páginas una suerte de robustez estética, además de fluidez a la lectura.
En cuanto a la fluidez, la elección del tiempo presente y el tratamiento de las acciones (despojadas de descripciones innecesarias) generan ese acompañamiento a los personajes en cada paso que dan, develando la trama junto a ellos sin pausas, salvo el cambio de capítulo o punto de vista.
Está llena de detalles que me gustaron mucho, como por ejemplo lo de Jimena con la manteca de cacao. O la saliva que se le seca a los costados de la boca al Oscuro (gran personaje). Detalles que le dan cuerpo, voz, particularidad a los personajes haciéndolos existir y ser creíbles.
Escenas geniales, que al estar tratadas tan desde la acción, tienen un tono claramente cinematográfico, como la del resonador-magneto-arma-bala-disparo o la del Oscuro hablando con Mirko cuando nos enteramos de que causó el cancér de Alina y CLANC. Se baja el telón de la primera parte. Corte a negro sin fundido.
(Y acá me desordeno un poco. Amé manjares milenarios y la mención a Radiohead)
La novela habla de los vínculos. Vínculos generados por la casualidad (o causalidad depende el ojo) de compartir tantas horas en un lugar cerrado. Por lo tanto vínculos que con el tiempo pueden convertirse en genuinos o no, según cada ser. Ese lugar cerrado, la clínica, se siente por momentos una especie de purgatorio (sobre todo por lo coral) donde los personajes se encuentran a la espera de. Pero mi sensación real es mucho más oscura, más infernal. Y acá capaz me vaya al carajo, pero hay algo de malignidad palpitante en ese lugar, algo que me remite (desde las profundidades del texto) a Hill House. Ese lugar fue mostrando su verdadera cara con los años, y el resonador es su corazón.
La historia misma del edificio contiene un asesinato en sus orígenes.
Ahí adentro convive el género humano con todos sus atributos, el bien, el mal, el amor, el deseo, la amistad, la solidaridad, el egoísmo, la avaricia y mil etcéteras y capas.
En el in crescendo del caldo que se va enturbiando cada vez más todos quedan expuestos mostrando realmente quienes son.
Al final, Jimena, antes de entrar por Alina observa que la clínica desde afuera parece una casa después de un incendio.
Lo vivido por todos los personajes y las decisiones de cada uno ofician de bisagra en sus vidas abriendo, en consecuencia, un camino nuevo para cada uno, malo o bueno, como el de Mirko que fue “devorado” por la clínica-casa-oscuridado como el de Alina quien tras ser salvada por su amiga se aleja con una sonrisa dejando de escuchar el latido de ese corazón-resonador.
Fuerza magnética (2019)
Autora: Valentina Vidal
Editorial: Tusquets
Complemento circunstancial musical:
Género novela